El pasado jueves 8 de abril del 2021 a las 10:00 de la mañana me presenté en el concejo deliberante de Cañada de Gómez ante todos los ediles a través de la banca ciudadana para exponer un proyecto de ordenanza de mi autoría para cambiar el nombre de la calle Julio Argentino Roca por el nombre de Osvaldo Bayer. Tal como reza el título, le pregunto al “Honorable” Concejo Deliberante de Cañada de Gómez: ¿Y? Al final… ¿En qué quedamos?
Por Federico Montani
Para esto, previamente tuve que solicitar formalmente el uso de la banca ciudadana, cosa que hice, y a las dos semanas, me llaman del Concejo Deliberante de Cañada de Gómez para informarme que me había sido concedido el uso de sistema por unanimidad, es decir, todos los concejales cañadenses estuvieron de acuerdo con mí solicitud formal para el uso de la banca ciudadana. Hasta aquí todo de maravilla, como si se tratara del más dulce de los sueños. Pero, como dice el viejo dicho: “No todo lo que brilla, es oro”.
También, en ese interín entre que solicité formalmente el uso de la banca ciudadana y esperaba una respuesta del Concejo Deliberante, me puse en contacto con una de las concejales locales, Carina Mozzoni; para preguntarle qué opinaba al respecto y de ser favorable su opinión, pedirle su apoyo político. Ella me respondió diciéndome que estaba de acuerdo y que por consiguiente estaba a favor y que me iba a apoyarme políticamente. Es más, Mozzoni me dijo que mi proyecto de ordenanza era algo histórico, ya que no había precedentes al respecto y que era una puerta para cambiar los nefastos nombres de otras calles del pueblo, como Lavalle, Rivadavia, etcétera. Carina, que nunca se caracterizó por ser revolucionaria, sino, justamente, todo lo contrario, de repente se había convertido en la Che Guevara con pollera. La realidad supera a la ficción.
En una presentación y exposición de alrededor de 1 hora de duración, presenté y expuse mi proyecto de ordenanza; al dar lectura completa del mismo, en el que argumenté, fundamenté y expliqué las razones y motivos por los cuales se debería cambiar el nefasto nombre de esa calle por el nombre de alguien que verdaderamente, lo merezca. Y como reemplazo al nombre de Julio A. Roca propuse el nombre de Osvaldo Bayer, por ser este el que a través de su profesión, oficio y trabajo de historiador, investigador, periodista y escritor, desenmascaró a Roca y mostró lo que realmente fue, un genocida. Y también, como tributo y homenaje a Osvaldo Bayer a raíz de su muerte el 24 de diciembre de 2018, a los 91 años de edad.
Al terminar con la exposición de mi proyecto de ordenanza, todos los concejales en pleno me aplaudieron; y cuando digo todos, es todos. Y no satisfechos con eso, para no ser menos o, mejor dicho, para ser más, dos de ellos, Carina Mozzoni y Franco Mazzoli pidieron la palabra para halagarme y elogiarme. Una, peronista, kirchnerista, ex clericista o, como me gusta decir a mí, una clericista “arrepentida” y el otro, un macrista reciclado disfrazado de “liberal” y/o “libertario”. Es decir, dos sujetos que están en las antípodas, no solo de mi proyecto de ordenanza, sino de mi persona. A lo que pensé en ese momento: ¿Y a estos que les pasó? ¿Se convirtieron o me están falseando? Sin duda alguna, era lo segundo…
Una vez concluida la sesión, mi proyecto pasó a estudio de comisión donde se debatiría entre todos los concejales y se votaría. De aprobarse: misión cumplida. Y de reprobarse: hice lo que pude, Osvaldo. Después de aquel día, no recibí respuestas de ninguno de todos los concejales que en aquella jornada particular me aplaudieron como si fuera el Papa.
Entonces, empecé a ir al concejo deliberante una vez por mes a preguntar cómo iba el asunto, a lo que la secretaria del Concejo, Georgina Tenis, con una incomodidad notable y una cara de piedra imposible de disimular, me respondía de manera evasiva y ambigua, con nítida incertidumbre argentina. Parecía como si estuviera guionada, como si le hubieran dicho qué responderme.
Cuando me cansé de ir a perder el tiempo, volví a contactarme con Carina Mozzoni para preguntarle en que había quedado todo, dado a que antes, ella, me había dado su favorable opinión y su apoyo político. Y, oh sorpresa, Mozzoni me responde exactamente de la misma manera en que me respondió Tenis todas las veces que fui al recinto. Es más, la edil fue aún más lejos que Tenis, ya que, por si fuera poco, se hizo la desentendida, como que no sabía nada diciéndome que lo único que ella podía hacer era presentar una moción en el Concejo para que me llamen y que me presente otra vez, en el Concejo Deliberante para hablar con todos los concejales. A lo que le dije que no hacía falta porque el proyecto ya había sido presentado, y explicado, con lujo de detalles, como para que no quedaran dudas al respecto, solo tenían que debatirlo y si estaban de acuerdo lo aprobaban y si estaban en desacuerdo lo desaprobaban, nada más que eso.
También, me crucé por la calle con otro de los concejales que al mismo tiempo es el presidente del Concejo, Marcelo Casalegno. A lo que le pregunto cómo iba la cosa y él, apurado, nervioso, incomodo y con la cara más dura que vi en mi vida, me responde: “Sí, quédate tranquilo. Ahora cuando pasen las elecciones, le damos para adelante y lo aprobamos”. Refiriéndose a las pasadas elecciones legislativas nacionales, provinciales y municipales del pasado año 2021. Pasaron dichas elecciones y el proyecto de ordenanza siguió cajoneado. Pero, como no está muerto quién pelea, seguí insistiendo y pasadas dichas elecciones me puse en contacto con Marcelo Casalegno preguntándole lo mismo que aquella vez en la que tuvo el infortunio de cruzarse conmigo por las calles del pueblo. A lo que me respondió: “El concejo entró en receso, estamos de vacaciones, cuando volvamos, te aviso”. Y esa fue la gota que rebalsó el vaso. Entonces, procedí de acuerdo con las buenas costumbres y los mandé a la mierda.
Desde aquel jueves 8 de abril; al cumplirse exactamente un año de presentado y expuesto un proyecto de ordenanza, si no fue debatido y votado, automáticamente pierde estado legislativo. Podría volver a presentarlo, exponerlo e insertarlo en el “Honorable” Concejo, pero… ¿Para qué? ¿Tan estúpidos son los concejales que necesitan que se les lea dos veces la misma cosa? ¿Y para que vuelvan a hacer exactamente lo mismo? No, gracias. Si hay algo que no me gusta, es perder el tiempo; y estos orates me han hecho perderlo bastante. Y no escribo esto porque no aprobaron el proyecto de ordenanza; hago esto porque no hicieron su trabajo, porque no hicieron nada, absolutamente nada. Ni lo votaron, ni lo aprobaron, ni lo reprobaron, nada, absolutamente nada. Lo cajonearon, lo dejaron bajo el manto de la indiferencia, lo dejaron bajo la sombra del olvido. Por eso escribo esto… ¡Ojalá lo hubieran rechazado! O mejor dicho… ¡Ojalá hubieran hecho algo!
Por todo esto, he llegado a la conclusión lógica, racional, empírica y del sentido común, que todos los concejales cañadenses, sin excepciones ni salvedades de ningún tipo, en especial y en particular, Carina Mozzoni, Marcelo Casalegno y Franco Mazzoli, son unos ignorantes, mediocres, falsos, hipócritas, mentirosos y cobardes, unos buenos para nada que no sirven para otra cosa más que para ser parásitos, que viven de los dineros públicos de los cuales salen sus sueldos. Sujetos frustrados y fracasados que encontraron un salvavidas existencial en la politiquería pueblerina. Me compadezco de ellos, en el fondo me dan pena y lástima. Porque lo que natura no da, Salamanca no presta. En fin, el proyecto de ordenanza sigue durmiendo en los cajones del edificio de calle Ocampo.