El criptogate podría erigirse como su primer tropiezo categórico. En casos anteriores supo salir redoblando la apuesta, acelerando en la curva. Esta vez, se comió la curva. Milei tiene dos ventajas invalorables, una, la guillotina la maneja su hermana y la otra, la oposición está tan desacreditada que no tiene ni la más mínima estatura moral y ética para hacer algún planteo. Ahora bien, que el kirchnerismo con su alforja cargada de mentiras, engaños y robos intente hacer un aprovechamiento del derrape presidencial no le quita gravedad al “criptogate”. El tema está en el escenario que más lo ha favorecido y en el que más cómodo se sentía: el de las redes sociales y de las inversiones financieras.
Un informe de Monitor Digital señala que entre el 14 y 16 febrero las cuatro palabras más usadas fueron “estafa”, “criptomonedas”, “Libra” y “Gobierno”, en ese orden y con un crecimiento de la negatividad en los mensajes que aludían al Presidente. Un cisne negro inesperado. El hecho ya es demasiado conocido. De manual la oposición salió a cruzar al Presidente. Estafador fue el calificativo más suave. Vale una aclaración, la movida generó una suma que podría ascender a los 100 millones de dólares, pero la mayoría de las “víctimas” no fueron “doñas Rosas” y Mabeles”, difícil creer que el ciudadano común viernes a las 19 hs se ponga a comprar y vender criptomonedas. Es un ecosistema que, el que entra y sale, sabe muy bien lo que hace y a lo que se expone. Tras el posteo de Milei los usuarios libertarios entraron en estado de éxtasis, el Gordo Dan tuiteó “ahí meto todo lo que tengo”. La mayoría de “estafados” son seguidores del León. Como decíamos en el barrio “agua y ajo” (aguantarse y a joderse). El nerviosismo invadió el fin de semana a la cúpula libertaria, imperó el desconcierto cuando no la bronca. Milei quiso reparar el mal paso con el viejo recurso de confrontar con la oposición. Las circunstancias ameritaban y ameritan otra respuesta.
La Justicia deberá dirimir lo que realmente ocurrió. Mientras, el tema de fondo es el peligro de un Presidente que tiene incontinencia tuittera y las peligrosas consecuencias de actuar compulsivamente como si además no fuera el Presidente. Suele apelarse al atajo argumental de la “autenticidad” como si ese sesgo lo autorizara al Presidente a decir y hacer cualquier cosa. La explicación que dio el mandatario cuando el escándalo comenzó a escalar fue “no estaba interiorizado”. ¿Significa que en su pulsión tuittera Milei publique y avale cosas que no conoce ni de las que esta “interiorizado”? Parece no comprender que no es más un panelista de tv, es el Presidente. Siendo bien pensados, supongamos que fue una torpeza, el antecedente obliga a poner en duda una catarata de afirmaciones que todos los días hace el Presidente.
El costo de comerse la curva no solo le hace daño a la credibilidad presidencial, también deteriora las instituciones, algo tan imperativo para el país, como justamente, es construir institucionalidad. La confianza se gana de a gramos y se pierde de a kilos. El uso responsable y mesurado de la palabra es un requisito indispensable para el ejercicio del poder. Milei se defiende diciendo que él tiene derecho a responder cuando lo atacan. Si, es cierto, pero no es un ciudadano más. La explicación de que sus redes son personales y que en ellas interviene el “ciudadano Milei” y no el Presidente es más una justificación que un argumento y desnuda la dificultad que existe para entender la naturaleza de la representación institucional y la responsabilidad que ello supone. Tiene derecho a responder, pero tiene más obligaciones que cumplir. Repito lo dicho más arriba, Milei no es más un panelista de tv, es el Presidente de todos los argentinos.
¿Tendrá esto impacto electoral? Se sabe que la “autenticidad” presidencial galvaniza la tropa propia. Pero de los 14 millones que lo votaron en el ballotage, una parte, digamos los 6 millones que no son el núcleo duro comienzan a mirar con cierto recelo. Hasta la motosierra bancan, la guillotina ya es mucho. Lo votaron para que estabilice la economía y Milei cumplió con esa palabra. Chapeau. Y para que no vuelva el kirchnerismo. Ese sector, “el milieímo no duro” tiene un sesgo más republicano, de respeto por la institucionalidad. En el oficialismo especulan con que no tienen donde ir. Es cierto. Pero en el largo plazo siempre aparece una alternativa política, las hegemonías no duran para siempre.