Mensajes de náufragos:
LAS ELECCIONES EN NUESTRA REGIÓN
BANANAS, MONOS Y GORILAS
Pese a la contundencia de un triunfo en primera vuelta, los 48 puntos de Alberto Fernández y los más de 40 de Mauricio Macri ponen en evidencia que esta nueva etapa difícilmente pueda terminar con la profunda división de los argentinos, agudizada en los últimos años con la llamada grieta.
Está claro que el gran desafío que deberá afrontar el nuevo gobierno no será sólo el económico, sino también el de un profundo cambio cultural, aunque esto en realidad parezca una utopía.
Porque se trata de terminar con las divisiones, una de las tantas promesas de campaña de Macri –aquello de unir a los argentinos- que lejos de concretarse se agudizó en los últimos cuatro años.
Tanto, que es una de las razones que explican la recuperación de más de 8 o 9 puntos del presidente saliente. No es otra cosa más que el terror a la vuelta del kirchnerismo lo que explica este crecimiento, ya que no hay razones ni económicas ni políticas que puedan justificarlo.
Ese voto a favor de Macri fue particularmente significativo en nuestra región, al igual que en casi toda la zona central del país, donde la economía ligada al campo puede explicarlo en parte.
Hubo ciudades como Armstrong en donde Macri se impuso con el 62 % de los votos contra un 26% de Fernández.
¿Alcanza decir que son pueblos rurales para justificarlo?
Sólo Cañada en toda la región fue favorable a la fórmula FF, aunque la diferencia de más de 2000 votos en las Paso del 11 de agosto, se redujo a poco más de 100 votos este 27 de octubre.
Cómo en el resto del país, este crecimiento del voto a Juntos por el cambio se explica en algunos votantes que no fueron a las Paso y sí decidieron hacerlo ahora, y en la transferencia del llamado voto útil, es decir el de aquellos que votaron a Lavagna, Espert o Gómez Centurión en las primarias, y ante el temor de un contundente triunfo peronista decidieron correrse hacia las huestes macristas.
En el fondo, en la razón de este cambio de voto subyace un pensamiento mucho más profundo que trasciende lo económico y describe el modelo de país y de sociedad que cada uno quiere, o que cada uno odia, de acuerdo a la formación ideológica que fue recibiendo en su vida.
La imagen de Alberto Fernández abrazado a Brian, el chico presidente de mesa que había sido discriminado en las redes sociales por su apariencia y vestimenta, y su contraposición con la foto de Mauricio Macri premiando al policía Chocobar, hablan a las claras de dos modelos políticos, económicos y culturales absolutamente contradictorios.
Y en esas imágenes, en esos gestos se puede sintetizar gran parte de los dos modelos en pugna.
Porque la imagen habla del rol del estado frente a las desigualdades sociales: un estado inclusivo “populista”, capaz de centrar su mirada en los sectores más postergados, o un estado que sólo piensa que su rol es el de cuidar la propiedad privada y hacer justicia por mano propia y a cualquier costo.
Las opiniones en las redes sociales de amplios sectores de clase media, cargadas de odio contra los votantes de Fernández, hablan también de un voto con mucho de prejuicio y de discriminación. Enojados, los votantes macristas dijeron que de ahora en más iban a quemar los colchones o a tirar la comida antes que dárselas a los pobres que votaron al peronismo.
“El mono solo quiere bananas” resumió la directora de Planificación de Eventos Presidenciales de Mauricio Macri, Cecilia Negro Farrell, que no se bancó la derrota en las elecciones presidenciales y lanzó un duro mensaje discriminatorio contra los votantes que le dieron el triunfo a Alberto Fernández. “A los monos hay que darles banana, se les quiso dar educación y cultura, se les quiso dar futuro, se les quiso dar pavimento y cloacas, se les intentó explicar que eran libres. Se les intento convencer de que pueden esforzarse y llegar a algo más, pero no, el mono sólo quiere bananas”, publicó la funcionaria macrista en redes sociales. “El mono grita y canta como en la selva, se cree libre, pero está preso porque sólo le alcanza para bananas”.
Y aunque está claro que el modelo neoliberal encarnado por Macri no trajo ni educación, ni cultura, ni trabajo, ni pavimento, ni cloacas, ni futuro, ni tampoco bananas, el odio al mono y el temor a que el mono se “empodere” alcanzaron para que resurgiera el viejo espíritu gorila que sigue latente en amplios sectores de esta especial selva en la que se ha transformado la Argentina.
Poner en marcha la rueda de la producción, mejorar la redistribución de la riqueza, refinanciar la deuda externa y hasta equilibrar las cuentas del estado suponen un desafío enorme pero no imposible para el próximo gobierno.
Terminar con la grieta y salir de esta nueva ley de la selva, en cambio, parece una tarea que ni Tarzán ni el Rey León podrán lograr fácilmente.
Foto: www.cronista.com