Mensajes de náufragos:
EN UN MISMO LODO, TODOS MANOSEADOS
El periodismo, profesión que desde los albores de la democracia hasta entrado el siglo XXI fue creciendo en prestigio y credibilidad, se desbarrancó en los últimos años hasta niveles impensados de decadencia. La inusual disputa política que partió a la Argentina en dos, transformó también el rol periodístico dejando de un lado y otro de la llamada “grieta”, bastiones de periodismo militante, más empeñado en defender ideas y gestiones que en cumplir la función básica de informar.
En rigor, hoy cuesta distinguir entre una noticia real, una falsa, una operación mediática y una simple opinión. Si Discépolo definió tan precisamente al siglo XX en su tango Cambalache, hoy su descripción parece haberse quedado corta. En el mismo lodo, todos manoseados, decía, y así estamos los que elegimos esta profesión alguna vez, con la esperanza de buscar llevar la verdad a nuestras audiencias.
A nivel nacional la concentración de los medios y el enfrentamiento de estas corporaciones con el gobierno kirchnerista llevó las cosas a un extremo bien definido por uno de los emblemáticos hombres de Clarín. “Hicimos periodismo de guerra” reconoció el fallecido Julio Blanck para describir el modo en que su grupo mediático enfrentó al gobierno anterior hasta que consiguió sacarlo del poder para entronar a Mauricio Macri.
En ese contexto, parafraseando a Jauretche, es ridículo hablar de libertad de prensa, cuando solo se trata de libertad de empresa. Nadie puede pensar que algún periodista puede ser libre de publicar o decir lo que piense o quiera en alguno de los grandes medios concentrados del país.
El periodismo se transformó entonces en la herramienta del poder político, económico y mediático, y los periodistas se transformaron en simples operadores de las verdades que los grandes medios instalaron para defender sus negocios e intereses.
De hecho esta estrategia del poder concentrado no se dio sólo en la Argentina, sino en toda Latinoamérica, donde además se sumó al Poder Judicial, con el fuerte condicionamiento de la opinión pública. Así el periodismo en lugar de describir y contar la realidad, pasó a crearla e inventarla para justificar o condicionar a los jueces en función de los intereses de las grandes corporaciones mediáticas.
Mientras esto ocurría a nivel nacional e incluso continental, conviene también analizar qué pasó en el periodismo regional y local.
Los grandes medios de la provincia fueron siguiendo en mayor o menor medida este proceso de concentración con dependencia de los grupos nacionales, aunque con algunas particularidades.
La lucha y el trabajo del Sindicato de prensa de Rosario, logró mantener muchos puestos laborales en un inexorable proceso de concentración y ajuste. Pero es incierta la supervivencia de algunos medios que han quedado a la deriva y sólo se mantienen por la resistencia de sus propios trabajadores.
Limitaciones y precarización del periodismo local
En nuestra ciudad la tarea y el rol del periodismo está quizás en su peor momento. En este caso no se trata de cuestiones ideológicas ni del rol de las empresas periodísticas, sino de las limitaciones de una ciudad que no generó ni criterios empresariales ni periodísticos para elevar la calidad de sus medios de comunicación.
Cuesta entender que en una ciudad de la pampa gringa, donde sobran plazos fijos improductivos e inversiones inmobiliarias, en general nadie haya apostado a desarrollar emprendimientos serios, de calidad, que cumplan un rol social informativo y a la vez sean fuentes de trabajo y desarrollo.
Por supuesto que quienes trabajamos en los medios desde hace años también tenemos nuestra propia responsabilidad.
Hasta la vuelta de la democracia existía en la ciudad prácticamente un solo medio de comunicación: el diario Estrella de la mañana. Con todas sus limitaciones, Estrella marcaba la agenda informativa y constituía una referencia ineludible a la hora de informarse.
Desde 1985 comenzaron a surgir no sólo nuevas experiencias en materia de periodismo gráfico –empezando por el Semanario Sur- sino que también se produjo una verdadera revolución en la comunicación de la ciudad, con el surgimiento de la primer radio FM (la 88.1 radio Cañada) y de Cable Cañada Televisión y su canal local. La aparición de todos estos medios trajo además una impresionante renovación del periodismo local, con el surgimiento de una nueva generación de trabajadores de prensa, muchos de los cuales además comenzaron a formarse técnicamente en escuelas de periodismo y comunicación.
Ese impulso fuerte duró poco más de una década al cabo de la cuál poco a poco, lejos de consolidarse proyectos creativos capaces de ir incorporando y utilizando las nuevas tecnologías, fue diluyéndose en espacios cada vez más precarios. El único proyecto empresarial que había tenido una fuerte inversión de capitales locales –CCT- terminó formando parte del proceso de concentración que finalizó con Cablevisión y el grupo Clarín monopolizando la televisión por cable del país. En definitiva un buen negocio para los inversores locales, y una pésima experiencia para los trabajadores que terminaron distribuidos en agencias propias tercerizadas.
Es decir fueron los propios trabajadores quienes terminaron gestionando su propio trabajo distribuido en generar las noticias y vender la publicidad, mientras el cable se llevaba las enormes ganancias que generaban los abonos de los usuarios y encima lo que cobraban por los espacios del canal local.
Lo mismo pasaba con el surgimiento de decenas de emisoras locales de Fm, con inversiones de bajo presupuesto que permitían una salida laboral a muchas personas, pero cada vez más precarizadas.
Desde este modo, la ausencia de un concepto empresarial o de un desarrollo de los medios acorde al crecimiento que ha tenido la ciudad, han transformado a la labor periodística en una suerte de cuentapropismo cada vez más dependiente del poder político de turno. Cualquier persona -con formación y capacitación o sin ella- que hoy quiera trabajar en un medio de comunicación de la ciudad no tiene ninguna posibilidad de hacerlo, salvo que se genere sus propias publicidades y al menos la mitad del monto que consiga por ellas las deje en el medio en el que desea trabajar.
Pero a medida que la crisis achica cada vez más los presupuestos de los comercios locales para hacer publicidad, la labor periodística se transforma en una actividad cada vez más dependiente de la pauta municipal, del senador, o del empresario al que le interese coquetear con la política y el poder. El periodismo se ha transformado en una actividad cada vez más precarizada, que termina siendo difusora de partes de prensa o comentarista de obviedades.
Y no es que se necesite un periodismo de investigación que destape grandes ollas o cumpla el rol que deben cumplir los propios políticos o la justicia. Simplemente se necesita que se vuelvan a instalar temas que representen la problemática de los cañadenses, hoy en parte discutida en las redes sociales pero ausente en la agenda periodística, más preocupada en cuidar la quintita personal que en cumplir un verdadero rol comunitario.
Sería bueno que a la hora de pensar el desarrollo regional, políticos y empresarios locales comiencen a evaluar que no se trata sólo de repartir plata intentando condicionar opiniones o evadir las críticas, sino también de discutir qué modelo de comunicación necesita la ciudad.