El Gobierno va a encarar lo que Milei definió como “reformas de segunda generación”. Reforma fiscal, laboral, y más adelante, previsional, y ¿educativa? En una convocatoria para una de sus plantas, en Neuquén, 7 de cada 10 aspirantes no pudo resolver un problema de regla de tres simples. Se trata de la empresa Techint, su dueño, Paolo Roca dijo “la crisis en la educación le impone un límite al desarrollo productivo e industrial de la Argentina”
Debajo de los escombros económicos que dejó el kirchnerato, debajo de la corrupción como matriz política, quedó algo mucho más grave: un legado de profunda degradación ética, de deterioro institucional y cultural. La educación es parte de ese legado. Después de cuatro gobiernos kirchneristas, ha permeado en amplios estamentos sociales la meritocracia como una falacia, la idoneidad como un valor prescindible, el sentido del deber y la responsabilidad como anacronismos y rémoras de una sociedad conservadora, al igual que la ejemplaridad. Se impuso desde lo más alto del Estado un modelo que combinó corrupción con ineficiencia. Todo detrás de un relato falso. Un modelo que naturalizó la doble moral, y elevó la ley del menor esfuerzo a dogma. Devaluó la cultura del trabajo, del estudio, del esfuerzo, del mérito e igualó en todos los sentidos hacia abajo. Alimentó un sistema en el que la avivada y el oportunismo cotizaban más que el conocimiento, el estudio y la solvencia moral. Desarrollaron una cultura política que naturalizó el engaño El peor legado que excede el descalabro económico que dejaron alcanza la dimensión de catástrofe moral, ética y cultural. Bastardearon todas las causas nobles, entre ellas la educación. Deterioraron la función docente con una combinación de bajas remuneraciones, pérdida de prestigio, sindicalización y degradación de las condiciones de trabajo. La escuela primaria no mide resultados, en el secundario se abolió la repitencia, antes se había eliminado la calificación numérica, la educación superior no toma pruebas de admisión. Se configuró lo que Guillermina Tiramonti definió como “el simulacro educativo” Otra mentira bien contada del kirchnerato.
Resultado: 6 de cada 10 no terminan el secundario, el 95% en los sectores más bajos en las pruebas APRENDER no pudo resolver un problema básico de matemáticas, el nivel de egresados por cada 100 estudiantes en estudios universitarios es de 20, mientras que en Chile es de 82 sobre 100, por ejemplo. Del mismo modo los que tienen estudios terciarios completos, en la franja etaria de 25 a 34 años, es en la Argentina del 18%, mientras que, en los países de la OCDE es del 50%.. El 55% no aprueba más de una materia por año. Solo el 13,2% aprueban cinco o seis materias por año, que son las necesarias para completar una carrera en tiempo y forma.
Con la falacia de la inclusión se despilfarraron recursos en crear universidades que solo tuvieron un objetivo político, incluso, llegar al disparate de financiar películas o novelas, tener desde canales de TV a hoteles, con el fenomenal crecimiento de personal. Una expansión anárquica que llevó a que una misma carrera se dicte en seis universidades en pocos kilómetros de distancia.
En términos presupuestarios las universidades argentinas reciben un porcentaje del PBI que está en sintonía con los de las economías más desarrolladas. Aquí se le asigna a la educación superior 1,04% del PBI, mientras que el promedio en los países del G20 es del 1,09. Países como Israel asignan 0,85, Japón 0,66, Irlanda 0,87. Claramente no es un problema presupuestario sino de calidad educativa. En un error de cálculo político, al comienzo de la gestión, el Gobierno encaró el debate sobre las universidades. Lo hizo con la motosierra en la mano. Sin ninguna sofisticación y sin ningún esfuerzo por interpretar la complejidad del problema. No hubo decisión ni interés en plantear un debate serio, profundo, sobre la calidad, el financiamiento, la transparencia y las exigencias. Veamos un par de ejemplos: no se impulsó una revisión de la ley de educación superior que le prohíbe a las facultades tomar un examen de ingreso que garantice un piso de calidad formativa. O revisar, al menos, la marcada asimetría entre los profesionales que forma la Universidad y las demandas de los distintos estamentos. Por ejemplo, en la Universidad de La Plata ingresaron 2500 estudiantes de Abogacía y 300 en Ingeniería en Computación. En Psicología 3419 y en Ciencias Exactas 1138. Las empresas tecnológicas demandan unos 10000 ingenieros por año, con suerte entre la oferta pública y privada se reciben unos 5000.
El tema es acuciante, porque en un mundo, donde el mayor activo es el conocimiento, es imposible pensar en el desarrollo de una Argentina que incluya una reforma estructural de su matriz productiva y económica sin una profunda reforma educativa. Por supuesto se debe discutir sobre salarios, condiciones gremiales, presupuesto. Pero sin dejar afuera los ejes fundamentales: calidad, formación, transparencia, eficacia. Es una verdadera pérdida de tiempo aspirar a una transformación de la Argentina sin colocar en el centro la educación.



































