El derrotero de la autoproclamada “abogada exitosa” hubiera sido distinto de no haber tenido la suerte de haber nacido en la Argentina. La ex presidenta, condenada por corrupta, hubiera tenido que pagar, seguramente un costo más alto de haber nacido en Francia, por ejemplo. Basta con observar la pena que está cumpliendo Nicolás Sarkozy, por un hecho desde ya muy grave, pero que comparado con el latrocinio sistemático ejecutado por el matrimonio Kirchner en el poder, parece una boutade de un estudiante universitario. Sarkozy recibió dinero del dictador libio Muammar Khadafi para su campaña política. Lo sentenciaron a cinco años de prisión por asociación ilícita. Independientemente de la ideología, a Sarkozy lo comprenden las generales de la ley en cuanto a las características de un líder político: excesiva confianza en uno mismo, soberbia, falta de humildad, prepotencia, ego desmedido, arrogancia, narcisismo.
Desde ya en estas pampas, esas características se multiplican en forma geométrica, aquí generan aduladores fanatizados, y a la hora de polarizar se presentan como defensores de los débiles, contra las elites, rasgo identitario de todo populista. Por eso, alegan, son condenados por una justicia complaciente con el poder, a lo que le ponen nombre: “lawfare”. Es lo que hemos escuchado hasta el hartazgo sobre Cristina, quién nunca pudo desmentir el saqueo en las licitaciones por las rutas (Causa Vialidad, por la que está condenada) que fue de 685 mil millones de pesos. Por si fuera poco, a eso le siguen las causas Hotesur y Los Sauces.
Desde su prisión domiciliaria pergeña con sus abogados artilugios para evitar que dichas causas avancen. Ese confortable departamento en Constitución de 230 metros cuadrados, de cinco ambientes, y dos balcones desde donde la presidiaria depunta el gusto por el baile recibiendo un baño de un grupo de fanáticos enfervorizados, también se convirtió en bunker político por donde desfilan dirigentes que tratan, junto a Cristina de ejercer un rol político en un peronismo en decadencia.
Sarkozy, presidente de la segunda potencia europea, purga su condena en la prisión de La Santé, en una celda de 11 metros cuadrados, donde se observa una cama adosada a una pared, un estante a modo de escritorio, una pequeña tv, una pequeña heladera, una cocinita eléctrica, elementos de limpieza, dos mantas, una toalla, un teléfono fijo, nada de celulares. Puede recibir tres veces por semana solo la visita de su familia, mientras pasa el día en soledad en su celda, con dos salidas diarias al patio, al igual que el resto de los reos.
Mañana, nuestro país va a las urnas. Cristina espera cantar victoria, y quizá lo festeje, si así fuera, con un baile en el balcón, ventajas de haber nacido en un país generoso y no en Francia.



































