¿Has experimentado conflictos similares una y otra vez? ¿Siempre se te repite la misma historia aunque hagas cambios? Si es así, es posible que estés atrapado en patrones inconscientes que guían tus reacciones emocionales y las decisiones que tomas.
Todo lo que necesitas para salir de esta inercia está siempre frente a ti.
¿Has considerado que estas experiencias recurrentes podrían ser oportunidades para romper patrones inconscientes o heredados?
El conflicto es un laberinto mental
El conflicto ocurre cuando existe un desacuerdo con otras personas o con nosotros mismos y esto nos genera estrés. Entonces tendemos a esperar que el otro o la situación cambie, creyendo que la causa de lo que sucede está fuera de nosotros.
De este modo, persistimos en mantener los conflictos sin ser conscientes de ello y, culpando al otro, pretendemos sentirnos inocentes. Estamos perdidos, buscamos fuera de nosotros la salida a un laberinto que solo se encuentra en nuestra mente.
En ocasiones, ante las situaciones con una alta carga emocional tenemos reacciones emocionales excesivas. En otras, nos callamos, evitamos actuar, soportando y justificando situaciones que no deseamos. Y, en otros casos, huimos.
Sea cual sea, observar nuestra respuesta emocional más habitual es el primer paso para comprender qué sucede en nuestro interior realmente. Al comprenderlo, podremos salir del ciclo de repetición de situaciones que no logramos resolver.
Podemos encontrarnos repitiendo formas de relacionarnos similares a las de nuestros padres o abuelos. Esto se debe a que las herencias emocionales que recibimos de nuestros ancestros muchas veces nos mueven a actuar de manera similar sin siquiera ser conscientes de ello.
Identificar la situación de dificultad
Si aplicamos las mismas soluciones a un problema recurrente, ¿qué podemos esperar, limones de un árbol de manzanas?
Para desarmar la fuerza estresante de los conflictos, primero debemos identificarlo en nuestro interior ya que el verdadero origen de los conflictos radica en nosotros mismos. Lo que vemos afuera son sólo sus efectos.
En tal sentido, cuando creemos tener un problema, en realidad tenemos la oportunidad de conocernos mejor. Por ejemplo, cada vez que discuto con mi pareja, me pongo a la defensiva y respondo con agresividad.
Identificando el conflicto puedo descubrir que esta actitud proviene de una experiencia pasada en la que me sentí subestimado por mi padre. Esto me dejó una tendencia a reaccionar de forma defensiva ante cualquier confrontación, tal y como lo hacía mi madre.
Cuando logramos dejar de atribuir la causa del problema a otros se produce un cambio neurológico en nuestro cerebro.
La práctica de cuestionar
El inicio de todo cambio reside en cuestionar lo que damos por sentado en la vida, en no asumir que las cosas son tal y como las vemos. En este proceso, nuestras creencias desempeñan un papel fundamental, moldeando nuestra realidad y nuestras experiencias.
Una manera de abordar este cuestionamiento es a través de preguntas dirigidas a nuestro propio juicio. ¿Hasta qué punto lo que observo es una interpretación en lugar de la realidad misma? ¿Cuáles son las creencias que operan en mis percepciones?
Por ejemplo, si siento que mi pareja no me toma en cuenta como yo quisiera puedo preguntarme: ¿Qué creencia tengo acerca de mi propio valor y mi lugar en la relación? ¿Cómo influye esta creencia en cómo percibo lo que está sucediendo?
El camino hacia el cambio tomando conciencia de nuestras creencias
Con nuestras creencias damos un sentido determinado a nuestra vida. No obstante, muchas de ellas son inconscientes, lo que nos lleva a dar por sentado aspectos que pueden tener múltiples perspectivas.
Por eso, el problema no es tener una creencia, pues es parte de la naturaleza humana. El peligro es asumirla como una verdad única e inflexible y darle todo el poder sobre nuestros juicios. Con ellos llegan los conflictos.
Podemos reflexionar, por ejemplo, sobre la siguiente creencia: «Siento que los que considero mis amigos no me valoran ni me dedican tiempo».
Aquí surge la oportunidad de cuestionarnos: ¿Qué considero tiempo de calidad? ¿Qué actitudes juzgo como desprecio a mi persona?
Al cuestionar nuestros puntos de vista abrimos la puerta a nuevas formas de pensar y nos permitimos reflexionar sobre lo que asumimos de antemano.
Descripción: la vía para comprender nuestra experiencia interna
Una valiosa herramienta para abordar eficazmente las situaciones de estrés que alteran nuestro equilibrio emocional es la descripción detallada y objetiva de lo que sucede.
Consiste en definir la escena de conflicto como si fuera el guión de una obra de teatro, de forma específica: evitando agregar adjetivos, interpretaciones y justificaciones a lo que describimos.
Por ejemplo, si ante un día lluvioso nos sentimos tristes, podríamos decir: «Está lloviendo. Los días de lluvia son feos. Los días feos me ponen triste». Observamos el adjetivo «feos» y nos preguntamos: ¿feos para quién? ¿Acaso no son solamente días diferentes? Detectamos la carga interpretativa en «los días feos me ponen triste». ¿Por qué no disfruto los días de lluvia?
Si nos quedamos con una descripción objetiva, diremos simplemente: «El día está lluvioso». Al centrarnos en lo que está sucediendo concretamente (llueve), le quitamos fuerza a la emoción que ha surgido en nosotros y que está afectando nuestro ánimo.
Esta práctica nos ayuda a separar lo que sucede de nuestra interpretación, a tomar distancia de nuestras reacciones emocionales y a comprender mejor nuestra experiencia interna. Al bajar la intensidad de la carga emocional podremos enfrentar los desafíos con más serenidad y claridad mental.
Lenguaje simple para dialogar con nosotros mismos
Utilizar un lenguaje sencillo en nuestro diálogo interno es una técnica poderosa para reducir la intensidad emocional de nuestras palabras.
Al practicarla en momentos de dificultad nos alentamos a desprendernos de percepciones subjetivas y a enfocarnos en lo que realmente está sucediendo. Esto nos permite observar nuestras percepciones y reacciones con mayor claridad y objetividad.
La incomodidad que suele surgir durante este proceso es nuestra aliada, ya que señala las pistas sobre lo que realmente nos afecta en un nivel más profundo. Podemos aprovecharla para cuestionarnos. Siguiendo con el ejemplo anterior: ¿Qué recuerdos asocio a un día lluvioso? ¿Estoy repitiendo un patrón emocional?
Descubrir el aprendizaje de la situación
Aprender implica reconocer que aquello que nos molesta de los demás puede ser un reflejo de nuestros propios conflictos internos.
Esto nos lleva a aceptar que nuestras experiencias son oportunidades para reconocer cómo somos, qué mecanismos de reacción y qué conductas se activan ante situaciones repetitivas que vivimos con la connotación negativa del “conflicto”.
El otro, mi reflejo
La otra persona actúa como un espejo reflejando información que de otra manera no podríamos percibir. Cuando entendemos esto ya no buscaremos evitar la situación, sino que podremos aceptar la información que conlleva haciendo conscientes aspectos que estaban en nuestro inconsciente.
Volviendo al primer ejemplo, si habitualmente me enamoro de personas que no me valoran ni me dedican tiempo, en lugar de desarrollar una relación conflictiva con esas personas y sentirnos víctimas, tenemos la oportunidad de explorarnos internamente para extraer el aprendizaje de la situación:
¿En qué aspectos de mi vida no me valoro lo suficiente? ¿Me estoy otorgando el tiempo que merezco?
Tomar conciencia: libertad para decidir
Una vez que aplicamos el cuestionamiento, la descripción y el aprendizaje, podemos comprender que somos los creadores de nuestra realidad. Es fundamental que asumamos un papel protagonista al gestionar nuestros conflictos, acercándonos a la libertad emocional.
Los escenarios que vivimos hablan de nosotros mismos y nos brindan la oportunidad de conocernos mejor y preguntamos: ¿para qué vivo esta experiencia?
Practicando el perdón hacia uno mismo liberamos el peso de situaciones pasadas y agradeciendo el recorrido que nos ofrecieron los conflictos. Podremos cambiar el patrón, desaprender y dar un paso hacia una vida más plena y armoniosa.
Al hacerlo, dejamos atrás la dinámica de la culpa y del victimismo, desarrollando una mayor capacidad para liberarnos de circunstancias repetitivas, asumiendo la responsabilidad y decidiendo quiénes queremos ser para reescribir nuestra propia historia.