Dijo Churchill “es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa, en la guerra nos pueden matar de una vez, en política muchas veces”. Premonitoria, la frase, desnuda lo que paso este fin de semana con el cierre de listas: negociaciones afiebradas, revoleo de nombres, rejunte desesperado de última hora, lejos de una genuina estrategia de objetivos en pos del bien común. Siguen primando los intereses personales, la apetencia por el poder, sin disimulo.
Vimos a personajes que caen parados en alianzas, fuerzas o lo que fuere, con tal de conseguir una banca, un cargo o un carguito. Incluso habiendo militado poco tiempo atrás en contra de la fuerza que hoy pretenden representar. Oportunistas, los tránsfugas de la política siguen floreciendo y no le hacen asco a nada. Y es trasversal a todas las fuerzas políticas. A ambos lados de la grieta lo que hay es una profunda crisis de ideas. Recordemos, la grieta es un modo de construcción tribal, basado en el de enfrente es un riesgo. Nada se puede aprender bajo ese paradigma. Así, sin aprendizaje, la Argentina seguirá condenada a perder el tiempo deambulando en el péndulo de las simplificaciones seriales. La respuesta fanática es la cara de una ruptura de la amalgama social.
La frase del reconocido pensador francés, Voltaire “Cuando el fanatismo ha gangrenado al cerebro la enfermedad es casi incurable”, define muy bien el escenario en que la política y el fanatismo son dos caras de una misma moneda. La capacidad de razonamiento se vuelve escasa y la sociedad es presa fácil de caudillos y politiqueros.
El fanático cree saberlo todo, se siente portador del poder divino, dijo Cristina “hay que temerle a Dios y un poquito a mí”, mientras Milei apela a las “fuerzas del cielo”. Así, la Argentina se encuentra en ciclos de frustraciones recurrentes. Este gobierno asumió con la esperanza de terminar con esos vicios, a los que asertivamente el Presidente definió como “casta”. A poco de andar optó por el insulto, por el destrato a economistas, políticos, dirigentes, como a votantes comunes que lo desafiaban en sus ideas. A los que el Presidente, y sus libertarios, con o sin poder sacuden en X. A la misma clase política que le garantizó la gobernabilidad en el Congreso la arrinconó hasta el hartazgo. Priorizó un menú de un solo plato: maltrato y empecinamiento. Un juego de todo o nada. En un esquema de política adolescente la nada es una opción, romper con todo, total no hay futuro. Después de un año y medio de gobierno el “principio de revelación” como grito político esta gastado, pólvora mojada.
Uno de los pilares de su gobierno, la política anti inflacionaria encontró sus antídotos: el $Libra Gate, el caso Lijo, el Avión Gate y las valijas y lo mas reciente, lo de los Menen, cuya empresa de seguridad vive una expansión inusitada. La “casta” perdió brillo, si hay una familia que es casta en el planeta político son los Menen, por no hablar de Scioli, ambos dentro del gobierno.
Mientras, para los mercados, la agresividad permanente de Milei tiene que normalizarse, “no se puede seguir así dos años más” señalo uno de los popes industriales. Fue el Financial Times, el diario defensor del libre mercado, el que señaló en una nota que lleva por titulo, “Peso fuerte, economía débil” sobre el freno económico, fuga de inversores, advirtió que la sobrevaluación del peso distorsiona la economía real, que se expresa entre otras cosas en turismo exterior record, industria en retroceso, empresarios que aplauden pero no abren la billetera.
Y la pregunta del mercado pasa por ¿Cómo hacer que la Argentina de una macro racional se vuelva naturaleza? Es decir, que, la transmisión intertemporal de una matriz conceptual razonable para la Argentina sea factible. Sobre ese fondo, cada alternancia en el poder puede sumarle matices, pero la matriz conceptual se mantiene y evitar el péndulo que de un lado al otro termina destruyendo todo.
Lo contrario fue visto el fin de semana, que, nos muestra como los viejos vicios de la política perduran. Difícil recuperar la credibilidad de los mercados que siguen sin abrir la billetera y de parte de los votantes. No parece que tampoco hayan registrado el mensaje de la ciudadanía batiendo records de ausentismo. La apatía y el desinterés son fogoneados por hechos así. La política que se empeña en darle la espalda a la sociedad y en pasar por alto sus demandas de respeto de algunos principios elementales, ¿es la política, en rigos, un espejo de la decadencia o por el contrario una traidora que se distancia de las urgentes necesidades de sus representados?
Al principio fue una novedad, hoy es un denominador común: casi la mitad de los argentinos en condiciones de votar no lo hizo en todas las elecciones precedentes, en un país donde el voto es obligatorio. Cabe la pregunta, ¿Cuántos de los que fueron a votar lo hicieron obligados por la ley pero comparten la desesperanza de quienes prefirieron no ir?, ¿a cuanto llegaría el ausentismo en las urnas si no fuera obligatorio?. No es un problema de un candidato poco atractivo, o de dos o el declive de un partido nacional o provincial, parece mas bien un quiebre, aunque sea circunstancial, entre los ciudadanos, el calendario electoral y el sistema de gobierno.
El proceso muestra características que lo alejan de la conmoción, es silencioso, no propone movilización sino lo contrario: no movilizarse, no hay ruido ni conflicto en la superficie, ¿se trata de un desgano coyuntural o de una muestra de desapego mas profunda?, porque votar al perdedor o votar en blanco es “jugar” dentro del sistema, pero no ir a votar es decidir apartarse, salirse del juego.
Parte de la ciudadanía no encuentra en el ejercicio del voto un vinculo con su vida cotidiana o que la represente. No es un tema menor y hay que prestarle suma atención porque lesiona, quizá el único paradigma que tenemos como sociedad: desde 1983 a la fecha la robustez de su democracia. Se miente, se traiciona, se estafa la confianza depositada a través del voto. Tarde o temprano se paga, nada es para siempre.