Cuando se escriba la historia, dirá que el mes de marzo del año 2021 fue el mes de la capitulación albertista. Si es que en algún momento hubo un proyecto albertista. Primero fue la cristinización de la política sanitaria y el no-plan de vacunación, con el miserable robo de las vacunas incluido. Después fue la cristinización de la política judicial. “Losardo hizo lo que le pedí”, dijo Alberto Fernández. Y la echó. Después la cristinización de la política exterior y la salida del grupo de Lima y el definitivo alineamiento con Venezuela, Irán, Corea del Norte, China y Rusia. Y después la cristinización de la economía, y en particular, la fracasada manera de pretender detener la inflación que camina a un ritmo superior al 3% mensual.
La redondez de la tierra se comprobó empíricamente en 1522, sin embargo, a pesar de las pruebas contundentes, cada tanto surgen quienes creen que la tierra es plana. Multiplicado por las redes sociales, los seguidores de esas ideas, conocidos como terraplanistas, despliegan sus ideas basadas en dos pilares: descreen de la ciencia y creen en teorías conspirativas. Algo similar es lo que pasa con los terraplanistas económicos que gobiernan: la madre de la teoría local (expresadas entre otros por la diputada Vallejos –“la maldición de exportar alimentos”- o el ex vice ministro de economía Roberto Felleti –“la inflación importada”-) es que la emisión monetaria no genera inflación y despliegan sus teorías conspirativas, la culpa de la inflación es de los formadores de precios, los empresarios insaciables o el neoliberalismo.
Debe haber pocos resultados en los que la ciencia económica sea tan unánime como el que dice que la inflación es un fenómeno monetario. La inflación se define como el aumento de un conjunto de precios, de bienes y servicios expresados en una moneda de referencia, el peso en nuestro caso. Una de las tres funciones de la moneda es ser unidad de medida (las otras dos son medio de cambio y reserva de valor), por lo tanto si esa unidad de medida (pesos) aumenta, cae su valor porque se necesitan más unidades para comprar el mismo producto (que aumenta en cantidad de unidades). Eso es inflación. Si se emiten más pesos, cada uno de ellos comprará menos bienes y servicios. Del mismo modo que los terraplanistas descreen de la redondez de la tierra y creen en teorías conspirativas totalmente disparatadas, los terraplanistas económicos que gobiernan descreen que la inflación sea un problema monetario, en consecuencia no es responsabilidad del Estado.
Por lo tanto, si para ellos, la inflación no es un problema monetario ni responsabilidad del Estado, hay que buscar en sus causas algún culpable. Al final, alguien tiene que haber detrás de la inflación. Los elegidos locales son los “formadores de precios”, nada nuevo, recordemos, se puede buscar en YouTube el registro, cuando el mismo Kirchner escrachó hace dieciséis años a Alfredo Coto, “Coto, yo te conozco” y desplegó una cataratas de disparates que resultados a la vista, ya sabemos cómo terminó. La otra causa preferida de los terraplanistas económicos es la “puja distributiva”. Pregunta, ¿en los demás países del mundo, no existe la “puja distributiva”? ¿Por qué no tienen inflación? De esos errores conceptuales, surgen medidas conceptuales, si el problema son “los formadores de precios” o la “puja distributiva” entonces pongamos controles de precios, precios máximos, ley de góndolas, acuerdos sociales que nadie cumple y demás disparates.
El último, la creación del SIPRE (Sistema Informativo para la Implementación de Políticas de Reactivación Económica), en la practica 1000 empresas deberán informar precios de venta, cantidades producidas y vendidas y stock de productos. Una nueva burocracia, desperdicio de energía, otra medida complemente disparatada, con el sello de Paula Español, Secretaria de Comercio Interior. El copyright habrá que buscarlo en el Instituto Patria, que seguramente no leyeron el libro “4000 años de controles de precios” (Robert Schuettinger y Eamonn Butler) que recorre el historial de los controles de precios y que tienen una constante: todos, siempre, han fracasado. No hay registro, aunque sea uno, que haya funcionado. Desde el primero en Babilonia, pasando por la dinastía Zhou en China en el año 1000 AC donde había un ejército de controladores de precios cada 20 comercios a la actualidad, con los “chicos” de La Cámpora y algunos intendentes parados frente a las góndolas controlando los precios, los controles, siempre, han fracasado.
Ya no atrasan 40, 50 años, ¡sino 3000 años! Sin embargo los economistas terraplanistas son la columna vertebral de la economía K, por lo tanto de esta gestión, por lo tanto de la Argentina siglo 21. Peor aún, sus teorías alocadas se enseñan a cientos de estudiantes todos los años. Los resultados reflejan el fracaso absoluto de la aplicación de esas medidas absurdas porque la inflación sigue más viva que nunca y lo refleja su cara más dramática: 50% de pobres. Sin embargo, para los terraplanistas económicos que gobiernan, el problema no fueron las inconsistentes e insensatas medidas aplicadas hasta ahora las que nos llevaron al estado actual.
Son “buenas ideas y buenas medidas” El problema es que no han sido aplicadas del todo en forma correcta o fueron insuficientes. El problema fue la dosis, no fue lo necesariamente grande. Ahora la dosis será mayor: más controles, mas precios cuidados, más precios máximos, más “chicos” de La Cámpora e intendentes frente a las góndolas, más ley de abastecimiento, más ley de góndolas, más presión fiscal, más impuestos, más congelamientos, más regulaciones y ahora más SIPRE. El resultado está cantado, el naufragio es el destino. A sacar el boleto en el Arca de Noé.