Con dos populismos en el escenario, época de polarización extrema, y sesgos de confirmación, caer en la trampa de la demagogia periodística no es difícil. Esto no es, o al menos no debería serlo, un juego de suma cero, si critico a uno es porque estoy con el otro. La sociedad se atomizó y mas allá de los núcleos duros en cada vereda, las convicciones son cambiantes y provisorias. Por ello hay que atreverse a salir de la zona de confort, aunque ello signifique un costo. Ante una nota critica me cayeron rayos y centellas del lado de las Fuerzas del Cielo. Entre otras lindeses me adjudicaron ser funcional al kirchnerismo. Nada interesante puede salir de los extremos, y es preferible perder audiencia a perder autoridad moral, porque al final, cuando se pierde la segunda, después se termina perdiendo la primera. El caso mas emblemático fue el de Neustad que terminó en una radio marginal hablándose a si mismo. Dicho esto ¿se puede hablar de Milei?
Uno de los que me lanzaron rayos y centellas se me acerca a la mesa del bar y me interpela “¿Por qué sos tan crítico de Milei?”, sorprendido le respondo lo primero que me viene a la mente: primero lo hago de buena fe y porque quiero que le vaya bien, para que mejore, porque comparto el rumbo macro, las desregulaciones, pero no estoy seguro que la praxis sea la correcta y porque actúa como un no republicano. Estoy convencido que la reducción del déficit era imperativa y necesario, pero no estoy convencido que mayoritariamente la paguen los jubilados. Por ejemplo, ¿por qué no se toco entre otras cosas el régimen de privilegio de Tierra del Fuego?
La reducción de la inflación fue espectacular, era insostenible vivir con 40 grados de fiebre, la bajó a 37,5, y será titánico llegar a 37, pero no estoy convencido que el régimen cambiario sea el correcto, Esta reminiscencia de la “plata dulce”, del “deme dos”, del “efecto riqueza” siempre terminó en un velorio. Como todo populismo, se rinde culto a la personalidad ampulosa de su líder, sensacionalista de sus logros y virtudes. El sistema de comunicación se basa en una praxis sensacionalista, “el mejor gobierno de la historia”, “el mayor ajuste de la humanidad”, “milagro argentino”, “candidato al premio Nobel de Economía” rezan los sloganes exigidos a su sistema de medios, las patrullas digitales y los majules y trebuqs de la vida, que son funcionales a eso. Los mas veteranos, testigos de tantos vaivenes históricos, ven que, vender la piel antes de haber cazado al oso no es el camino más certero, sino, ¿por qué el “mejor ministro de la historia” sale rajando a mendigarle remesas al FMI? A pesar de todo cierto es que las desmesuras y trastadas presidenciales invaliden que las cosas salgan bien. El tiempo dirá.
Es indudable que estamos ante una realidad donde estamos obligados a pensar de nuevo muchas cosas. Por caso, fue el estado mileista el que incrementó los fondos de los planes sociales de los segmentos mas pobres (muy por encima de la inflación fue el incremento) y fue el “dios mercado” el que desconfió de su política cambiaria, salieron de los pesos para refugiarse en el dólar, el mundo al revés. Ahora Trump.
El esfuerzo del gobierno por una narrativa de que el país se “benefició” con los aranceles recíprocos aplicados por Trump, y que están en la escala más baja, 10%, choca con la realidad, el mismo porcentaje fue aplicado a países de la región, alejados ideológicos de Trump, el mismo porcentaje le fue aplicado al chileno Boric, a Petro en Colombia, pasando por el Brasil de Lula. La edulcorada narrativa de la atención especial que había recibido la Argentina se volvió amarga al instante. Es cierto que en medio de la pandemia proteccionista que se desató, el gobierno exhibe su mayor logro: el superávit comercial y financiero como antídoto. Este cisne negro hubiera ocurrido tres años atrás y estábamos todos haciendo la cola para subirnos al Arca de Noe. Ahora bien, ese logro del gobierno en materia macro, es necesario pero no suficiente. La institucionalidad es imperativo construirla. Milei siempre dijo no interesarle la política. Hay que recordarle que su cargo, es político. Y como dice un refrán vasco “si no hacés política, te la hacen”. Delegó esa función en su hermana y Santiago Caputo. Desde el lamentable y desubicado discurso en Davós, pasando por el criptogate, como dirían en el barrio, hicieron la del pato criollo, cada paso una cagada.
Es un gobierno que nació con debilidad institucional, eligió el camino de llevarse todo puesto para parecer fuerte. En lugar de buscar consensos que amplíen su base política, de generar institucionalidad y de fortalecer un proyecto de país, sucumbió a los consejos políticos de Santiago Caputo, y a los enconos personales de su hermana, que transformaron lo que debería ser un proyecto de país en un proyecto de poder. Como dirían los franceses, la ultima boutade fue romper con Macri, que los salvó demasiadas veces. Lo corrieron, ningunearon, maltrataron, hasta que le armaron una lista en CABA, resultado: un Adorni por dos jueces. Y un kirchnerista que puede ganar la ciudad. No parece haber sido buen negocio. Como en la Argentina los problemas nunca vienen solos, Milei ahora deberá enfrentar problemas económicos y políticos.
El discurso anti casta quedó desactualizado y los momentos desbordados de auto elogio fuera de tiempo. ¿Cómo sigue después de tantos errores autoinflingidos? Depende de El. La negación y los delirios autoritarios son malos consejeros cuando hace falta templanza para los momentos que vienen. Dilapidó ese momento dorado en autobombos desbordados que solo galvanizan la tropa de fanáticos, le falto esa percepción de riesgo que separa al político con un sesgo de estadista de aquel que tuvo un golpe de suerte. Tiene una enorme ventaja aún, en frente sigue el tren fantasma, por ello, es seguro que todos esos desaciertos no tengan una traducción electoral, es Milei o el abismo. Por ahora. La Argentina es una máquina de destrucción de sus líderes. Si deja de lado los caprichos de sus dos socios en el triangulo de hierro de convertirse en un proyecto de poder y desarrollar un proyecto de país, habría Milei hasta el 2050.