Recuerdo cuando era chica se escuchaba mucho en los programas de tv la frase “¡un poco de cultura, por favor!”, referida a cuando alguien comentaba algo chistoso o grosero. Hoy pensaba, cuantas veces al día tendría que decirlo al ver la tv, y no solamente eso, sino al caminar por la calle o al escuchar los padres conversar sobre la educación de sus hijos.
Sin ánimo de juzgar la educación que cada uno recibió en su familia, vemos en los jóvenes y chicos de hoy día, que no tienen ni la más mínima idea de lo que es cultura o tener ellos mismos una cultura. Por distintos motivos, ya todos sabemos que la Argentina ha perdido mucho terreno en este tema, y de la mano del populismo esta falencia se acrecentó. Se dejan llevar por los vientos de las ideologías que se van afianzando por este movimiento, sin darse cuenta ellos, se van sumergiéndose en una aculturización. Definiendo aculturización, simplemente como un proceso por el cual se recepcionan elementos culturales proveniente de otro grupo que se toman por propios.
Pero profundicemos un poco; la palabra cultura surge en el siglo XVIII, hace referencia a conocimientos, gustos y hábitos que tenían las personas más refinadas de la sociedad, o los más adinerados. Su raíz de “colere” hace referencia a alguien cultivado, ¿y en qué? Cultivado en el conocimiento, que se interesa por algo, por algún saber. Como una semilla que se cultiva, así se supone que debemos ser, cultivarnos, regarnos con conocimiento para crecer. ¡Un hábito que estaría faltando demasiado en nuestra sociedad!
Ya no se reconoce cual es nuestra cultura, muchos dicen el ser gaucho y cantar el folclore, otros dicen tomar mate, otros dicen que la cumbia. Cultura también se lo relacionó con el arte; en la edad media una persona culta era la que sabía admirar el arte en todas sus formas, sabía interpretar el ideal del artista. Para esto si hay que tener imaginación, mínimamente, otro gran aprendizaje que los menores de veinte o treinta años de nuestro país no conocen.
En los años donde estaba vigente el pueblo de Israel, su cultura provenía de la misma palabra de Dios; durante los años de la edad media, comenzaron a surgir la idea de que era la religión la que proveía la forma de vida de la gente, era una forma de cómo debía comportarse el cristiano. Y más en el siglo XVII comienzan a surgir los filósofos creadores de corrientes, pensadores, y hasta escritores que a través de sus ideas creaban un conjunto de normas dadas a las sociedades donde vivía cada uno para formar esos pensamientos, esas ideas que dominarían el pensar de cada persona.
Como sea, y de la forma que sea, hasta Hitler quiso imponer su doctrina e ideología a la sociedad, extender su reinado para conquistar el mundo. Pero todas estas ideologías solo hicieron que se proliferen y reproduzcan los distintos movimientos sociales, y avanzando en el tiempo, la mente del pueblo aparecía como una gran hoja en blanco donde podían escribir estos doctos y dejar estampado este pensamiento, sin dejar lugar a que cada uno decida por sí mismo.
Tanto se asimilaron estas definiciones de pensamientos que hasta en las escuelas hemos luchado por estas imposiciones, que no sirven a la cultura como venimos planteando, sino al sometimiento sin conocimiento, llegando a poner la espalda para que el látigo de la ley o el decreto se marque en nuestras espaldas. Maestros con la disyuntiva de que ofrecer a los chicos, los alumnos en la desidia y abandonados de saberes, de todo tipo, ya no se enseña la vida práctica de antes ni la modernidad futura que deberían estar acercándonos a otro mundo un poco más avanzado.
Por un lado, tenemos estos intelectuales que con su ideología han formado corrientes de pensamientos tan fuertes que los grandes líderes del mundo se apoyan para llevar adelante su gobierno, internamente aferrados a su ideología, formada por sus propias aspiraciones y la sed del poder. ¡Qué lindas palabras!, ¿dónde estamos nosotros en todo esto? Estamos perdidos, o inmerso en estas ideologías propias de cada gobernante, que tapan nuestros ojos con demasiadas ofertas atractivas, en realidad para muchos y para otros no.
La cultura propia debe surgir de lo más interno. Ser intelectual no debe ser un acto discriminatorio para otro, no debe ser algo inalcanzable o hipotético, la persona culta se puede lograr si no está contaminado de ideologías, díganme lo que quieran, con el nombre o color que quieran, todo esto surge como un acto dominante a las masas; lo burdo tapa lo sano, lo impúdico absorbe lo decente, lo perverso pisa lo inocente. ¡Basta de masas! Se acerca un mar de gente de aguas limpias, no contaminadas…
Por esto, tenemos en la sociedad dos grandes grupos de personas, los que dicen que abrieron sus ojos ante el avasallamiento del pensamiento, dándose cuenta de que con estas ideologías no pueden lograr una vida de superación; y otro grupo, intentando imponerse con posiciones encontradas, de los cuales se piden derechos pero se olvidan de sus obligaciones, las de respetar al prójimo. Esto nos abre un gran debate de poder analizar cada grupo y decidir de qué lado queremos encontrarnos en el presente y en el mañana para nuestros hijos, ¿que futuro le vamos a dejar? El que hagamos en el presente.
Ser un poco intelectual no está mal, piensen por un momento si no nos debemos un poco de legalidad y honestidad en nosotros mismos, si no podemos volver a traer un poco de esa cultura que no es la argentina, no es la cubana, no es la estadounidense o la que fuera, sino la cultura de lo correcto, la cultura del progreso con honestidad, la cultura de ser libre en pensamiento. No le tengan miedo, hasta las palabras han contaminado con sus ideologías, pero todo se puede cambiar, todo está al alcance de nuestras manos, es nuestra decisión, pasado o futuro, en que queremos enfocarnos como país.
De nuevo, antiguamente estaban los pensadores y filósofos marcando la cultura de la sociedad con su escritura, hoy tenemos a simples vivos queriendo llevar la sociedad a su antojo, todo lejos, muy lejos de la sociedad en que queremos vivir. Si el compromiso fuera verdadero y el amor a la infancia fuera verdadero, se hubieran evitado muchos Lucios Dupuy y otros tantos, tendríamos a muchos Fernando Báez Sosa con nosotros estudiando, queriendo ser alguien para que este país salga adelante, vuelva a surgir de esta decadencia donde se nos han metido sin darnos cuenta.
Reflexionemos entonces, si con ese poco que e asemeja a una cultura hemos llegado hasta aquí, y si nos ha sido favorable como sociedad y como individuos, o si debemos hacer un camb
io de ideologías, de pensamiento positivo limpio que pueda contagiar a los demás, sin pisotear, sino de levantar unidos de las manos; para que el país vuelva a posicionarse en todo sentido, desde Sudamérica hacia el mundo.