Nos relata Bartolomé Mitre:
“…En el general San Martín el rasgo primordial, la cualidad generatriz de que se derivan y deducen las que constituyen su carácter moral, es el genio de la moderación y del desinterés, ya sea que medite, luche, destruya, edifique, mande, obedezca, abdique, o se condene al eterno ostracismo y al eterno silencio. Concibió grandes planes políticos y militares, no para satisfacción de designios personales, sino para multiplicar la fuerza humana. Organizó ejércitos, no a la sombra de la bandera pretoriana ni del pendón personal de los caudillos, sino bajo las leyes australes de la disciplina, en nombre de la patria, y para servir a la causa de la comunidad. Peleó, no por el amor estéril de la gloria militar, sino para hacer triunfar una idea de todos los tiempos. Fundó repúblicas, no como pedestales de su engrandecimiento, sino para que en ellas viviesen y se perpetuasen hombres libres. Mandó, no por ambición, sino por necesidad y por deber, y mientras consideró que el poder era en sus manos un instrumento útil para la tarea que el destino le había impuesto. Fue conquistador y libertador sin fatigar a los pueblos por él redimidos con su ambición o su orgullo. Administró con pureza el tesoro común, sin ocuparse de su propio bienestar, cuando podía disponer de la fortuna de todos sin que nadie pudiese pedirle cuentas. Abdicó el mando supremo en medio de la plenitud de su gloria, sin debilidad, sin cansancio, y sin enojo, cuando comprendió que su misión había terminado, y que otro podía continuarla con más provecho. Se condenó deliberadamente al ostracismo y al silencio, no por egoísmo ni cobardía, sino en homenaje a sus principios y en holocausto a su causa…”
Éste próximo jueves 17 de agosto, recordaremos el ciento setenta y tres aniversario de su Paso a la Inmortalidad. Nos postraremos ante sus cálidas cenizas, implorando al Santo de la Espada, su auxilio y protección. Nunca jamás un sable como el Corvo, se pareció tanto a la Cruz Redentora. Porque el madero y el acero se hermanan en su tarea libertadora, de almas y cuerpos. Cuando los pueblos atraviesan grandes crisis, como la que atraviesa la amada Argentina, sólo el abrevar en nuestras memorias colectivas, nos salvarán de los embates de la tormenta. Porque recordaremos quienes hemos sido, en tiempos mejores. Y de allí obtendremos las fuerzas y sabiduría necesarias, para acometer la batalla.
Padre Nuestro que estas en el bronce -dijo el poeta- a ti te rogamos que veles por nosotros, tu pueblo, sabiendo que tu inmaculado Sable Corvo, es el instrumento simbólico indicado, elemento imprescindible para cortar las ataduras que no nos dejan despegar como Nación, que nos enemistan con el compatriota, que nos enceguece en luchas estériles. Don José no nos dió Libertad e Independencia para eso:
“Unámonos, paisano mío, …: divididos seremos esclavos; unidos, estoy seguro de que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con honor.»
Carta del Gral. San Martín a Estanislao López – 1819