Cuenta la historia que cuando la reina María Antonieta inquirió acerca de las causas del descontento popular, le respondieron: “el pueblo no tiene pan, Su majestad”. Se dice que la reina respondió: “entonces que coman pasteles”. Esa injuriosa frivolidad, se cree, fue uno de los detonantes de la Revolución Francesa. Allí en Versalles la realeza se entregaba al vértigo absoluto de los placeres, poco sabían de la realidad, poco les importaba. La frase de María Antonieta, cuando le informaron cual era el marco social sobre el que se daban los excesos versallescos, revela una certeza inapelable de impunidad que puede permitirse la injuria. María Antonieta fue decapitada en 1793, cuando tenía treinta y ocho años.
En la Argentina actual no habrá Revolución Francesa, pero hay frivolidad, hay injuria, hay obscenidad. Un gobierno que tiene la infatuación de creerse perenne, que va a durar infinitamente, esa sensación de permanencia, de poder incuestionable, de impunidad que le otorga el poder. Piensan que el país les pertenece, fue la “fiestita en Olivos” mientras nos tenían a todos encerrados, fue el viaje a Nueva York con una comitiva de 49 personas, entre ellas la asistente, peluquera, vestuarista de la primera dama Fabiola Yanes, y donde lo más destacado que hizo el Presidente fue comprar una guitarra. Un avión chárter, cinco días en hoteles donde la habitación más económica no baja de los mil dólares.
Como María Antonieta, esa falta de conexión con los problemas reales quedó expuesta días pasados con la “crisis de las figuritas”. En un país agobiado por los graves desequilibrios económicos, una inflación que este año superará los tres dígitos y será mayor el año próximo, escuelas y fábricas tomadas, dificultades de todo tipo para importar y exportar, salarios y jubilaciones pulverizados, el Gobierno puso entre sus prioridades la falta de figuritas. El secretario de Comercio encabezó una “cumbre” por ese tema, al que además le asignó singular importancia al desplegar el dispositivo comunicacional del Estado.
El hecho revela lo obvio, que de tan obvio, pareciera que hay que explicarlo: al igual que María Antonieta, hay una fenomenal desconexión en los estamentos más altos de las urgencias y prioridades del resto de la sociedad. Revela un Gobierno sin brújula, dispuesto a montarse sobre la agenda y el humor que pueden reflejar las redes sociales. Más allá de las mise en scéne del secretario Tombolini, hay que decir que encima, su intervención ni siquiera solucionó el problema, lo que revela otras cosas: la ineptitud y la incapacidad del Gobierno por alcanzar un objetivo, por módico que este sea.
La reacción del Gobierno, excede la anécdota, lo muestra una vez más inclinado hacia la intervención y a la improvisación. Que falten figuritas a pocos meses de un Mundial que se hace cada cuatro años es como que falten huevos de pascua en Pascua o arbolitos de Navidad en diciembre. Como en tantos otros planos, es un problema que solo tiene la Argentina, no pasa eso en Brasil, Uruguay o Chile. La falta de figuritas remite a los gigantescos desequilibrios que tiene la economía argentina, fruto de un gobierno errático que pretende aplicar ideas anacrónicas y fracasadas. Solo en una economía dislocada puede producirse un desfase de tal magnitud entre la demanda y la oferta en un producto tan simple como una figurita, que se produce en serie, que no requiere ensamblado ni una sofisticada cadena de montaje.
Sería interesante, que más allá de la anécdota, la falta de figuritas nos proponga un debate: ¿cómo nos preparamos para vivir en un país que demandará, como dijo Churchill “sangre, sudor y lágrimas” para superar el eterno deterioro al que nos llevaron las marías antonietas que ante el pedido y la falta de pan, nos dan figuritas?
Por José Mayero