Asistimos a un cambio de época, donde los electorados son flexibles, hacen juicios diferenciados en cada comicio, definen su voto estratégico sin dar un cheque en blanco a nadie. Hay una parte importante, al menos, de una ciudadanía que no se casa con nadie, a veces vota con ilusión, otras con resignación. Hay que meterse en la psicología ciudadana y en el estado de ánimo de una sociedad atravesada por el desencanto, pero al mismo tiempo dispuesta a buscar una salida.
Por cierto, ganó Milei, el voto fue a Milei. No importaron los casos de presunta corrupción como $LIBRA ni el ANDISGATE, ni el presunto financiamiento a Espert por parte del narco, ni los candidatos desconocidos en los principales distritos como Santa Fe y Córdoba. Los votos fueron a Milei. En un mes la Argentina pasó de estar presa de la angustia a ebria de euforia. Batacazo.
Para las “fuerzas del cielo” fue el reconocimiento a la batalla cultural, al equilibrio fiscal. Para los que están fuera del núcleo duro fue el miedo al pasado, el terror al colapso, el mal menor. Las razones del triunfo se reparten. ¿Qué Milei ganó? ¿El que años atrás jugaba a pegarle a un muñeco con la cara de Alfonsín, o el que celebró el aniversario del triunfo electoral del radicalismo que le puso fin a la dictadura? ¿el que trató de ´degenerados fiscales´a los gobernadores o el que la semana pasada los terminó abrazando? ¿el anarcocapitalista que no ahorraba epítetos de todo pelaje y color o el dialoguista que semanas atrás recorrió los sets de televisión con ondas de paz y amor? ¿el hombre que en Davos daba lecciones al mundo o el que acudió a la caridad yanqui? ¿Hyde o Jekyll? ¿un nuevo Milei demileizado? Ganó MIlei. Ahora Milei tiene una fuerza nacional, no sé si liberal.
Es cierto que una gran parte del electorado percibió que una derrota del oficialismo podía desembocar en un gran descalabro, un lunes negro con el dólar volando como un barrilete sin cola, los grabois de la vida con los piqueteros envalentonados, un kirchnerato dispuesto a empujar un juicio político en el Congreso para destituir al Presidente, al mismo tiempo que presionarían a los jueces sobre la situación penal de la bailarina del balcón. Vio un retroceso detrás del demagógico mate de Kicillof y sus terraplanistas ideas económicas donde proponía no pagar la deuda, volver a los controles de precio, cepo y demás anacronismos, y vio en el ex montonero y vacunado vip, Taina, una mano extendida a la dictadura de Maduro.
Debemos sumar a eso que la única propuesta fue la Marcha Peronista que sigue “combatiendo al capital” y reactualizar la discusión “Braden o Peron”. Muchos suponen que mientras Cristina baile en el balcón y Kiciloff recorra los sets televisivos con el mate en mano hay Milei para rato. Sin dudas que el peronismo está más perdido que nunca “en las nubes de úbeda”, no entiende el momento. Pero, en un escenario de tercios, nunca hay que dar por muerto político al peronismo y sigue siendo competitivo. Dijo Voltaire “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable” Voltaire hace referencia a que cuando la mentalidad es tan cerrada por el dogma la capacidad de un pensamiento crítico se anula completamente. Es justo reconocer, que tal frase no solo es aplicable al peronismo. Es indudable que el peronismo es una categoría histórica, pero que, insisto, en un escenario de tercios, sigue siendo competitivo
Pasada la semana de euforia triunfal, los problemas siguen allí. Per se, las elecciones no lo solucionan. Dos pruebas de fuego están vivitas y coleando: una es el desafío de la política con las internas en el gobierno, como lo vimos estos días con la expulsión de Francos entre otras cosas y la otra el vinculo con opositores, gobernadores y el Congreso. La otra es la económica. Economistas racionales y argentinos que conocen el mercado tanto como Caputo y que ven en la misma sintonía la visión económica del Gobierno, son contundentes: el riesgo “kuka” no lo explica todo, hay errores propios, caprichos ideologizados, y demás errores autoinfligidos.
El voto no mejora al elegido. Aunque el grupo más fidelizado tribute esa admiración casi cholula, el elegido sigue siendo la misma persona, el mismo político. Puede cambiar en la medida que el cambio es una posibilidad abierta a cualquiera. Pero la clave de ese cambio lejos de ser el resultado numérico de una elección, debe ser por la forma en que el ganador lee el respaldo que le dio el votante.
La decisión ciudadana envió un mensaje claro, sano y tranquilizador. Le corresponde ahora, a la dirigencia política actuar con responsabilidad.




































