Por Emanuel N. Soverchia
Director
Como tantas otras frases que se vuelven populares en esta “Nueva Argentina de Perón”, en las que se escudan aquellos melancólicos del romanticismo más engañado del Justicialismo de la primera etapa; hoy resuena una que tiene un sentimentalismo acusador y que los hace quedarse afuera de las culpas; porque como es su costumbre, esos amadores del llamado “déspota” no tienen mucha memoria; yo diría tienen memoria selectiva.
Hablan del otro, como si otro fuera de otra raza, de otra estirpe, como si otro (que piensa distinto) fuera una especie de forastero social. Dicen con la altanería de los iluminados por paternalismo más fascista: “vos hablas con odio”; como si la opinión del otro fuera sólo violenta porque no piensa como ellos. Refutan: “cuanto odio tenés…”, cuando alguien les recuerda las atrocidades del “General”; como por ejemplo la creación de la Triple A, la expropiación del Diario La Prensa el 12 de abril de 1951 haciéndose cargo del mismo la Confederación General del Trabajo; los exiliados, las opresiones a los obreros comunistas y el adoctrinamiento en reemplazo de la educación pública. Tampoco se acuerdan de sus gobiernos (partido Justicialista) como las etapas de Carlos Menem (peronismo neoliberal), también se les olvidaron de María Estela Martínez de Perón (la exterminadora de los subversivos), Adolfo Rodríguez Saá (en diciembre de 2001), y Eduardo Duhalde (en enero de 2002). Se olvidan de lo que no les conviene, y cuando alguien les refresca el mate, sos un odiador serial; hay aquellos que en su afán de sentirse defensores de la racionalidad, vestidos de intelectualoides esgrimen la frase que se gana todos los premios en chamullo: “ah, bueno pero es coyuntural… tenes que analizarlo desde su contexto histórico-político”.
Claro, pero ¿debemos mirar también desde su contexto histórico político las aberraciones del nazismo, el comunismo nacionalista, las dictaduras africanas y el Apartheid? Porque si el peronismo analiza sus aberraciones desde una mirada relativista, pero juzga el resto del mundo con la vara del etnocentrismo, entonces podemos afirmar que a los fanáticos justicialistas sufren de una variedad de alzheimer sociopolítico relitivista. Porque, ¿no creen que es odio decir “que no hay nada mejor para un argentino (peronista) que otro argentino (peronista)” o argumentar que “al amigo, todo; al enemigo ni justicia”?, ¿o eso es relativo en su contexto cultural de la época?
Vamos muchachos, el ejemplo de la doctrina del odio más explícita de este país está narrada y publicada en la “La razón de mi Vida”, una obra dedicada a culto extremo de la personalidad del líder; el odio y desprecio hacia los que no son peronistas y a las mujeres libres; y el fanatismo más puro hacia una doctrina que comenzó como un partido político y se convirtió en una pseudosecta. Como hay tantas otras en la historia de la humanidad. En este país el odio es de derecha y de izquierda, el odio cultural; pero siempre es nefasto cuando el odio se materializa desde el Estado.
Odiar, es un sentimiento no noble, pero es un sentimiento al fin y es parte de nuestra propia naturaleza humana. Una condición que nos delimita a la capacidad de racionalidad ante los disentimientos y nos convierte en meros antipáticos, fanáticos, nulos de simpleza y cordialidad. Nos hace vernos absurdos y estúpidos; pero también nos mata… nos mata por dentro cuando por fuera solo soñamos con convertir al otro en un reflejo inmaduro de lo que somos. Yo odio… yo odio odiar, yo odio como todo ser humano, porque soy humano; no puedo ser tan arrogante de creerme superior o impoluto… debo reconocer que todos alguna vez odiamos algo… odiamos los lunes, levantarnos temprano; odiamos los días de lluvia, los veranos, los inviernos, odiamos los insultos, odiamos porque estamos vivos, somos humanos, amamos y odiamos; pero siempre es preferible odiar un poco, que NO TENER MEMORIA (o hacernos los boludos) porque eso mata mucho más.