La ministra de Educación Superior renunció después que la policía la identificara manejando su auto después de haber bebido dos copas de vino en una comida en Copenhague, capital de Dinamarca un jueves por la noche, de regreso a Suecia Aida Hadzialic explicó en una rueda de prensa que la policía en un control de tránsito, en la ciudad de Malmo le hizo una multa por exceder el límite de alcohol que en Suecia es cero. Le dio un 0,2 de alcohol en sangre. Enfrentó la posibilidad de ir a prisión hasta seis meses y dijo haber cometido “el mayor error de mi vida”, pidió disculpas, dijo sentirse mal por haber “decepcionado a mucha gente”. y renunció de inmediato.
Mona Sahlin era la promesa de la renovación política en Suecia. Con 25 años se había convertido en la parlamentaria más joven. Su ascenso fue meteórico. Ministra de Trabajo, secretaria general del partido, ministra de Igualdad Social. Fue acusada de comprar un Toblerone para uso privado con la tarjeta de crédito otorgada por el ministerio donde ejercía su cargo de ministra. Se conoció el caso como el “toblerone affair”. Dejó de inmediato su cargo y pasó al ostracismo político.
La semana pasada se conoció el episodio del ministro bonaerense Carlos Bianco, mano derecha de Kicillof, como dato de color, aquel que manejaba el Clio con el que Kicillof hizo la campaña que lo llevo a la gobernación. En un control de tránsito en el marco de la ley, manejando un auto oficial para una salida privada, el ministro se negó a que le hagan el test de alcoholemia que en la provincia de Baires es cero. Le retiran la licencia y obligó a un empleado a conducir el vehículo para llevarlo a su casa. El episodio se enmarca en una forma, en una cultura que excede el mal comportamiento personal. Deja al descubierto una cultura del poder que parece enquistada en particular en el kirchnerismo. Remite a la “fiestita de Olivos” donde el Presidente violó su propia cuarentena, el vacunatorio vip, o el incidente donde, siendo diputado, Juan Cabandié “chapeo” pidiendo un “correctivo” para una agente de transito que le pedía una documentación que no tenía. Lo de Bianco es una muestra mas de esa mentira tan bien contada que fue el kirchnerismo: hacen alarde de una impostura ideológica que, en el discurso habla de igualdad e inclusión mientras abusan de los hechos estando en el poder. Bianco apeló a lo clásico, un aprovechamiento de TN, una conspiración, bla, bla, bla. De manual K. Con un completo desapego el funcionario le hace decir a la ley lo que la ley no dice. Y se complejiza mas aun el episodio cuando Bianco “obliga” a que lo lleven a su casa.
Otro reflejo K, “el Estado a mi disposición”, “el que manda soy yo”, “el Estado está para servirme”. Cualquier ciudadano habría quedado a la orilla de la autopista y sin otra alternativa que pedir un Uber. Esa cultura política que, en este caso, gracias a un empleado que hizo lo que tenía que hacer (la parte reconfortante del hecho) quedó una vez más expuesta, nos lleva a la pregunta ¿Qué ocurrirá cuando nadie los ve, cuantos acomodos, negocios, robos se cometerán al amparo del poder? Esto explica también, porque gran parte de la dirigencia política tiene vocación de perpetuidad. Bianco suma una figurita mas a un álbum donde están los chocolate Rigau, los insaurraldes y siguen las firmas. La ejemplaridad es demodé, palabras como trayectoria, merito, prestigio, están oxidadas para esa cultura política, donde solo importa el privilegio, la plata, el robo, la caja, el poder. Más grave aún, hay una parte no menor de la sociedad a la que esas “cositas” no solo le son indiferentes, sino que terminan convalidándolas y hasta romantizándolas.
Después no nos preguntemos porque a Suecia le va como le va y a la Argentina le va como le va.