Las tapas de los diarios hablan por si solas. Vemos ya en La Gaceta en 1948, problemas con los dólares, vemos los mismos problemas repetidos años después. Una tapa de 1989 refleja los mismos títulos que se podrían haber editado la semana pasada: problemas con los alquileres, saqueos y precios de la canasta básica. Como un hámster, siempre dando vueltas sobre la misma rueda para no llegar a ningún lado, así es la Argentina. Más grave aún, estamos mucho peor.
En 1951, el psicólogo Salomón Asch realizó un experimento sobre la conformidad social. Explica que un individuo sigue la opinión de la masa a pesar de lo que puedan ver sus ojos. Ese efecto rebaño fue y es muy utilizado por los populismos. La ultima franquicia peronista, el kirchnerismo, lo instaló como cultura. Solo así se puede explicar la cantidad de votos que sacó Massa, los kirchneristas fueron a votar al tipo que prometió barrerlos a todos. Solo puede suceder en una Argentina que es un manicomio a cielo abierto. Veamos otro ejemplo. Massa cerró un nuevo acuerdo con el FMI, elogió a Milei por su ayuda y maltrató a JxC diciendo que lo habían saboteado. Massa es el candidato a presidente y encabeza una lista en la que todos los candidatos a diputados se negaron a votar el acuerdo con el FMI, que finalmente se aprobó porque JxC, acusado de querer boicotearlo, le prestó los votos. En la boleta de Massa está Máximo, que directamente renunció a la presidencia del bloque en señal de protesta por el acuerdo con el FMI. Su rival en la interna, Grabois, que un par de semanas atrás de las PASO había sentenciado “ni en pedo vamos a votar a este cagador y vendepatria” la noche de las PASO pidió votar por Massa, y ahora, bajo la consigna de meter miedo, el “Cuervo” Larroque, todo un “demócrata”, mentó “Massa o disolución nacional”. Con el mismo espíritu “democrático” Larroque había sentenciado “sin Cristina no hay peronismo, sin peronismo no hay país”.
Lidera las encuestas post PASO, fue el oponente al oficialismo más votado. Cuando se le pregunta cuando empezó el problema, señala que “en 1916 cuando apareció el Voto Obligatorio”. La misma lógica simplificadora, saltear al Congreso con plebiscitos y a la corporación mediática porque están “todos ensobrados”. “Quemar el Banco Central”, “terminar con la casta”, “dolarizar”, propuestas más impactantes que realistas. Así llegamos a Milei, que, muchas veces con un lenguaje violento, un narcisismo caudillista, un extremismo mesiánico, sedujo a una mayoría del electorado. Milei jugó una carta fuerte, lideró una revuelta social, cansada de un paternalismo estatista, de una demagógica asistencialista (el “Estado te cuida”), de vacuas consignas que solo sirvieron para alimentar corporaciones parasitarias, corrupciones, colusiones y privilegios, no solo de la casta política, sino de muchos que, entre otras cosas, han vampirizado al Estado accediendo a puestos en muchas reparticiones, empresas estatales, por el solo “merito” de portar apellido. Nadie sabe como gobernará, pero es el descabezador que matará al dragón, lo arreglará todo, ¿cómo?, ¿negociando o con la motosierra?. El populismo se lo buscó, el fantasma surgido de sus ruinas. Siempre es así, a sus innumerables daños el populismo suma el de fabricarse adversarios opuestos, pero parecidos. Muchas veces se han engendrados populismos peores a los quería combatir. No se puede terminar con el caníbal comiéndoselo. En el medio de este loquero a cielo abierto, como en un partido de tenis, JxC ve como la pelota va de un lado al otro.
El lenguaje violento, el mesianismo, no son mares en lo que me gusta surfear. Es posible que este equivocado, pero no son para mí ni los santos ni los héroes, mucho menos los milagreros, aventureros, demagogos y bandidos. ¿Qué quiere la sociedad, cambio o venganza, avance o retroceso, construir ladrillo a ladrillo algo mejor, dejar esta inconsistencia colectiva o adorar a un nuevo líder? Algunos países salieron de las garras populistas, aprendieron. ¿Lo haremos? O dentro de cinco, diez años, veremos como una y otra vez, se repiten las tapas de los diarios.