Voy a transgredir una de las reglas básicas del periodismo, la de ser autorreferencial. Peo lo hago en virtud de ilustrar el momento que estamos viviendo. Este año cumplo 40 años de profesión, debo reconocer que siempre he recibido críticas, ataques, descalificaciones de distintos calibres y de todos los gobiernos, obvio, jamás me he victimizado, son las reglas del juego, a tal punto, que, con ironía, en una de las radios donde participo hablamos de mi “club de puteadores”. Ahora bien, jamás en estos 40 años, ante análisis críticos sobre determinadas políticas de Gobierno, he recibido el nivel de ataque, de agresividad, de virulencia , de violencia verbal i, como ocurre con, al menos, una parte de los militantes de LLA.
Como si fuera un drama crónico de nuestro país, el pasado siempre se nos viene encima. Se vio en la campaña y se amplifica en las redes. Demasiada gente sacada, la locura tiene que ver con la intolerancia, la impugnación del otro, denuncias sin pies ni cabeza, la descalificación, el insulto. Todo se justifica por la campaña electoral. En ese contexto también, en ese pasado que vuelve, aparecen las perores miserias humanas, si no ¿cómo llamar lo que hizo el Gordo Dan, tuitero, pilar comunicacional del mileísmo , parte de la tribu de Santiago Caputo, integrante del triangulo de hierro, con Luiz Juez porque votó contra el veto a mayores fondos para la discacidad? Juez es el papa de Milagros, que tiene 25 años y nació con parálisis cerebral. Lo que escribió el Gordo Dan es tan violento que no alcanzan los adjetivos para describirlo.
Reconozco que me cuesta reproducirlo porque es repugnante, lo hago por si alguien no lo leyó: “Luis Juez le acabó adentro a una mujer que no era sus esposa y tuvo una hija. No se hizo cargo de la nena hasta que la Justicia lo obligó. Y ahora la usa para hacer política poniéndole palos en la rueda al plan para sacar de la miseria a los argentinos del presidente Milei” Más allá de la falsedad informativa, Dan redoblo la apuesta, bajo el tuit y lo volvió a subir y en la Misa, en el canal de streaming hicieron un cuadrito con la foto de Juez y el tuit. ¿Se puede ser más cruel? Enseña Lacan que el sádico busca angustiar al otro. Lo logró. Se puede “comprender” que el Gordo Dan diga los disparates que dice. Uno de los marginales que Milei llevó al poder. Pero no es una expresión individual de un “loco suelto”. Es la expresión de, al menos, una gran parte del pensamiento libertario. Lo de Dan no es política, es golpear en el dolor ajeno, es pegar debajo del cinturón. Hay un componente siniestro en esas expresiones. Hay un placer cruel, una satisfacción maligna, un regodeo, un deleite enfermo, perverso.
Recordemos, esta historia comenzó con los “viejos meados”, un insulto que refería a personas discapacitados para intervenir en la polémica pública por el solo pecado de ser personas mayores. Salvo la mesura del Jefe de Gabinete, hasta ahora al menos, nadie de la LLA salió a condenar ese sadismo lingüístico La razón es simple, es parte identitaria de los libertarios, de las Fuerzas del Cielo. Son eso. Otra muestra, se dio el jueves en un programa de TN, la arribista Leila Gianni (ex kirchnerista, ex massista), ahora candidata a concejal por LLA, con la fe de los conversos, maltrató a Toty Flores, fundador de la cooperativa La Juanita, por haber dicho que el índice de reducción de la pobreza no se nota en la calle. A partir de allí a los gritos no lo dejó hablar, con la irrespetuosidad de los que quieren comerse al mundo a punta de soberbia.
En esta Argentina donde el pasado siempre vuelve, Milei trajo lo que había que dejar atrás como la soberbia, el dogmatismo, la demonización de los que critican o se oponen. Un liderazgo que en vez de buscar ampliar su base política se nutre de enemigos, que los busca y se nutre de ellos. Maltrata hasta a los amigos. Actúa sin racionalidad política, no negocia, busca imponerse. Prolonga la guerra de buenos contra malos impuesta por el kirchnerismo, el insulto y la descalificación reemplazan las propuestas y las ideas. Daña severamente la posibilidad de una representación política racional. Obtura el futuro. Un país que siempre vuelve de su pasado.