Cada vez cuesta más en la sociedad de hoy, encontrar verdaderos ejemplos que nos lleven a imitarlos. Estamos rodeados de ejemplo, vivimos con ellos todo el tiempo, sin darnos cuenta estamos observando permanentemente, reacciones y modos de vivir. Esta formas de vidas, nos lleva a los adultos a realizar una especie de selección de lo que podemos imitar y lo que no; y a los niños a copiarlo sin dar ninguna discriminación sobre el asunto, ya que se encuentran en pleno desarrollo de su personalidad.
En estos últimos años, tenemos una sobre estimulación de los sentidos a través de diferentes medios y una súper información en las redes sociales, muchas veces no podemos distinguir lo veraz dentro de la gran bolsa, y buscando, buscando, perdemos tiempo valioso de nuestra corta vida.
Muchas personas dependen de toda esta información para construir su vida, comienzan un proceso de asimilación para poder aplicarlo luego, es allí cuando se toma como ejemplo determinadas actitudes para poder reaccionar ante sus situaciones diarias, dentro de una reunión, en casa con su familia, en el grupo de trabajo, en fin, donde estén. Los ejemplos se utilizan en todos los órdenes de la vida, de forma tangible o intangible. Pero que interesante resulta esto, porque si bien tenemos una gran parte de aprendizaje en esto, también tenemos otra parte importante que proviene de la familia primaria, madre y padre. Es verdad que en los primeros años del ser humano es todo aprendizaje, nunca se deja de aprender.
De distintas maneras a lo largo de los años, vamos tomando ejemplos que nos sirven para poder identificarnos o parecernos a alguien, o tomar un estilo de vida, de los cuales abundan hoy en día. Con toda esta información que recepcionamos, nos vamos convirtiendo en formadores de ejemplos para nuestros hijos, muchas veces ignoramos esto totalmente. De esta manera, se van adoptando creencias familiares más un combo de sucesos y conductas que tomamos de toda esa cotidianeidad que vemos o que oímos. Muchos dirán que esto no ocurre, pero si miran sus acciones diarias verán y se darán cuenta de que, según tomaron sus decisiones, muchas están influidas por estos dos grandes grupos de información: familia y medios de comunicación.
EDUCAR CON EL EJEMPLO
El niño tiene sed de aprender, y nosotros ¿qué le damos? Es la gran pregunta que se hacen algunas instituciones u organismos de atención al niño. No solamente depende de lo que él mismo pregunte o esté interesado en conocer, sino del alimento básico que nutre la vida diaria, que lo damos los padres. Ante lo que dije antes, nos deja una idea de que los padres cada vez más debemos prepararnos para responder a esta demanda, la de aprender. Como todo se transmite de generación en generación, también la forma de vida, de trabajo, lo vemos en los noticieros como se ve claramente en las corrientes de piqueteros, clase media, etc. Imitan lo que aprendieron de sus padres, una CULTURA. Por esta cultura aprendida, se vive. La mayoría de la gente, no se detenía a ver si lo que realmente se trasmite es lo que se quiere grabar en la mente del niño, sino mas bien se decía “como lo hacía mi mamá, así lo hago”, o se pensaba esto.
Ahora, muchos opinan que la educación se tiene que dar en la escuela y en la casa, desligando muchas veces estos valores primarios al ámbito de la escuela: la señorita tenía que ser el EJEMPLO para los chicos, en todo sentido. En mi caso, miraba a mi señorita Susana con admiración, de su presencia, como hablaba, como escribía y demás. Tenía una atención especial con cada uno, una dedicación en su persona y para con los demás, ella sí se convirtió en un ejemplo para mí. “La infancia como el tiempo por excelencia para la formación de seres humanos, pensando más en el presente de esa infancia y convencida que ello brindaría instrumentos para afrontar dificultades futuras”, opinaba Rosario Vega Peñaloza, una maestra apodada la maestra de la patria, por su trabajo dedicado a la infancia y la escuela. Si pensáramos por un momento, que el ejemplo de nuestra vida, el tangible y no verbal, está afectando la vida de mi hijo, veríamos entonces de elegir el final positivo y no negativo, o sea, afectaríamos positivamente con principios que sirvan en su futuro y no con doctrinas vanas que lo llevarían a la perversión de las cosas. Y así e esto, como decía, de generación en generación, para bien o para mal, se va perfeccionando todo.
Para todo hay ejemplos, para todas las disciplinas, para todos los oficios, para todas las culturas hay un prócer o un luchador que vivió luchando por establecer su cultura, dejando plasmado ese ejemplo a seguir. Pero la pregunta es ¿Por qué quiero seguir tal ejemplo de persona, que veo o que me da para querer ser como él o ella? Fácil, porque vemos como portada de su persona el espíritu de líder que lo lleva a presentarse como ejemplo a seguir, para cualquiera. Esto ocurre desde una maestra ejemplar hasta un dictador, desde un pastor trucho que enamora a sus fieles hasta un patrón que en tiempos difíciles lucha por sus empleados, en todo pasa.
Y qué importancia tiene entonces el ejemplo en nuestra vida?Bien lo decía Albert Einstein que “dar el ejemplo no es la principal manera de influir en los demás, sino la única”, esto sí que sería una definición exacta a lo que queremos arribar. No se trata de lo que decimos, sino de lo que hacemos! Cuando no tenemos congruencia con nuestros actos y la palabra el ejemplo que demos no sera el correcto, como sea la forma en que queramos explicar. Mirando desde la vereda de enfrente, tenemos ejemplos de sobra para darnos cuenta de cuantas veces nos han defraudado al enterarnos que tal cosa no era como nos dijeron, muchas veces escuchado en el ámbito político. Pero se aplica a todo, desde la casa propia hasta cualquier ambiente que pensemos.
Así como en la antigüedad el rey adoraba a cierto dios y le llevaba ofrendas, así en el presente como las ideologías minoristas tratan de darnos un ejemplo fallido de lo que quieren imponer, porque no tiene fundamente alguno que sirva como ejemplo a seguir; así como un padre golpeador que dice querer a su hijo y termina golpeándolo, afuera es un ejemplo pero resulta que no era así. Como también escuchamos: “es un ejemplo de madre, le da todos a sus hijos”, pero resulta que le enseña a no respetar, resulta que le enseña a no confiar, a no ser responsable porque llega tarde al trabajo, a no resolver los asuntos importantes porque pierde tiempo en el día con el celular, y así millones de ejemplos más.
Vivimos por los ejemplos, buenos y malos. Valen los hechos, y no las palabras. Pero la palabra también vale, tenemos que darle de nuevo ese valor perdido, esa promesa de cumplimiento que está pegada a la palabra que decimos. Sin compromiso la palabra no dura, se la lleva el viento, sin obligación de perseverar en el buen ejemplo no puedo influir en los demás. Seamos buenos influyentes para toda persona, para nuestros hijos, seamos buenos practicantes coherentes, y tomemos de los buenos ejemplos. Pidámosle a nuestros políticos que sean coherentes con su ejemplo, comencemos a reclamar a nuestras maestras el buen ejemplo perdido que una vez nos marcó a nosotros, pidamos buen ejemplo a nuestro comerciante que no nos estafe a la hora de comprar algo.
Recordemos el refrán: “un ejemplo vale más que mil palabras”