Abanico de sensaciones. En el núcleo duro del oficialismo Massa perdió pero quedó el miedo desplegado fuertemente en la campaña, los votantes de Myriam Bregman desesperadamente buscan sicólogos, no entienden como votaron a Massa y en el núcleo duro de Milei, comienza a correr la sensación de que muchas de las propuestas son de difícil, por no decir imposible, realización.
Como dice un reconocido economista “ganaste, ahora jodete”. Las primeras reacciones dentro del abanico oficialista son de manual, previsibles, se pueden sintetizar en dos: el minuto de silencio al comenzar su programa en radio del relator uruguayo Víctor Hugo Morales en nombre de las “victimas” ¿? y la columna de Sandra Ruso en Página 12 “Los pueblos se equivocan”. Si nos lo votan a ellos. Tufillo fascista. Letanía kirchnerista para su núcleo duro, necesitan mantener el mito de que empuñan la verdad y que todos los que discrepan (o votan distinto a lo que ellos pretenden) se oponen a los intereses del pueblo. Dogmáticos. Puede servir para las religiones. La buena política no los necesita.
Como dijo el mismo Massa “si gano es para el Guinness”. Una de las poquísimas verdades del ministro candidato. Era extraño que a un gobierno, por lejos el peor desde la restauración democrática, cuyo candidato era el ministro que en su corta gestión (un año y chirolas) duplicó la inflación, triplicó el valor de dólar y creó más de dos millones de nuevos pobres, no le hicieran tronar el escarmiento. Massa creyó que la gente se había acostumbrado a que nunca se tomara en cuenta la gestión, a un gobierno sin conducción, a la inseguridad a flor de piel, a la pobreza que no deja de crecer, a que en ese contexto no iba a haber un voto castigo.
Sin poder mostrar aciertos le bastaba con montar la monumental campaña del miedo y manipular los dichos del estrafalario Milei, al menos al Milei de la campaña. Tampoco le sirvió la soberbia de hacerse ganador antes de tiempo. Tampoco dejar trascender que los mercados ya habían descontado su triunfo. No percibió que los mercados pueden ser buenos haciendo negocios, son pésimos haciendo política. Prometió hacer lo que en un año y monedas de gestión no había hecho y encima pretendía que le creyeran. Se mostró como un outsider del gobierno, un campeón. Astuto, cuando ganó en la primera vuelta Massa habló solo, ahora llamó a los notables del peronismo en su franquicia K, la derrota siempre conviene que sea de todos. Con anteojeras ideológicas todo el oficialismo sintetizó en que ganó la ultraderecha, ¿un 57% de argentinos ultraderechistas? Poco serio.
Siempre en el voto hay un conjunto de razones, no es una sola, pero en el voto a Milei converge el castigo a una casta que encarna la decadencia y roba en nombre de la democracia, los derechos, subsiste en base a las mentiras, y nada es más incompatible que la corrupción con el argumento de la defensa de los valores. Fue el hartazgo de una parte de la sociedad con el sistema de partidos que han manejado los resortes del poder en su propio beneficio. ¿Un viaje a lo desconocido?, ¿un salto al vacío?. No hay garantías ni certezas. La realidad es que una parte de la sociedad dijo basta de lo mismo.
Un video se hizo viral, un joven bañándose con un calefón eléctrico, en José C. Paz (territorio de Mario Ischi, aquel que cubría a los que vendían droga en las ambulancias, el mismo que vive en un exclusivísimo country en Pilar y veranea en Miami), decía “que derechos voy a perder, toda la vida fui al baño a un excusado, no tengo agua, de que derechos me hablan”. Mentir, pretender hacerle creer a la gente que tenía derechos que una inmensa mayoría nunca los tuvo y otros los fueron perdiendo (42% de pobreza generaron los últimos 20 años de centralidad kirchnerista) fue parte de una cultura política que empezó a caerse como un castillo de naipes. Contra eso fue el voto de una parte importante de la sociedad, contra la rosca, los aparatos, contra la retorica convencional, contra la colonización del Estado y el despliegue de una gestualidad impostada para encubrir sus desviaciones, corrupciones y privilegios. Se votó contra la falsa muletilla del “Estado presente” que se expandió en beneficios de la casta política y de un grupo de empresarios prebendarios mientras, en paralelo la ineficiencia del “Estado presente” crecía al no garantizar una economía estable, una educación de calidad, una salud accesible y buena y un clima de seguridad. El canal de ese voto “en contra” fue un candidato estrafalario, sobreactuado en sus rasgos más disruptivos, que ha encarnado no solo la voluntad de cambio sino la ruptura con el status quo.
Ganó una fuerza artesanal, un outsider con un pequeño grupo de entusiastas. ¿Cuánto ha sido el tamaño de la defraudación para que una fuerza sin anclaje territorial, sin recursos, revestida de una retórica inflamada, sin experiencia en la militancia ni en la administración del Estado, sin estructura, se haya llevado puesto la poderosa estructura del oficialismo? ¿A qué extremo llegó la corrupción y la apropiación del Estado para que penetrara el discurso de la motosierra? La sociedad tomó la baraja y dio de nuevo. No sabe si las nuevas cartas serán mejores. Pero una mayoría creyó que con las que tenía en las manos perdía inexorablemente.
El autor de esta columna retomará su publicación habitual en Febrero 2024 |