Reflexión, Tinta y Café
Por Leandro Olmedo
Allá por el año 92 se estrenaba una taquillera película llamada «Código de honor», protagonizada por Tom Cruise y Jack Nicholson, la misma en su punto de mayor tensión, expone a un abogado de la marina (Cruise) a que un General de alto rango (Nicholson) reconozca haber ordenado una «clave roja» que no era otra cosa más que el asesinato de un soldado raso y ante la exigencia de «decir la verdad» el General responde su famosa frase «¿Quieren la verdad?… no saben qué hacer con la verdad».
Habiendo hecho esta reseña cinematográfica me pregunto llevándolo al plano de lo cotidiano, ¿realmente queremos algunas verdades? ¿Somos capaces de aceptarlas como parte de un crecimiento personal, como sociedad? ¿Qué es la verdad? ¿Hay más de una? ¿Es lo mismo decir la verdad que tener razón?
Ante tantos interrogantes y en un país en estado de ebullición constante, con grietas «argentas» de cualquier tipo, en donde todo motivo es bienvenido a la hora de dividir opiniones, un país en donde «aprendimos» a medir cada palabra en una sobremesa o poner como «norma» no tocar determinados temas; empezamos a ir en puntas de pies, con cuidado, naturalizando que ante cualquier opinión disidente una amistad, una relación familiar puede volar por los aires.
Caminas las calles de la ciudad y el panorama no es muy diferente al resto del territorio argentino, pañuelos de diversos colores dando sus razones de lucha y tomando relevancia en colegios (bien sabemos hubiese sido imposible años atrás), las banderas políticas de siempre con sus discursos gastados dentro de 36 jóvenes años de democracia ininterrumpida y en medio de todo eso: vos y yo… siendo parte y no parte de un todo, intentando creer y chocando con incoherencias, tratando de descifrar aun en estos tiempos desde donde se considera vida a la vida misma, leyendo o escuchando que si esta pertenece a quien pide en un semáforo, era preferible que no hubiese «sido», como si tuviésemos una razón, NUESTRA RAZÓN, NUESTRA VERDAD para decir «esta vida así sí» o «así no».
Mi nombre es Leandro, entre el caminar y alguna que otra charla de café sigo aprendiendo esto de vivir, de eso se trata ¿no?