El Ballet Estable del Teatro Colón, liderado artísticamente por Julio Bocca, ofrece una renovada producción de Don Quijote que busca renovar el repertorio clásico con un equilibrio entre tradición y frescura contemporánea.
Una propuesta donde el equipo expande al ícono
Aunque muchos espectadores han tenido la fortuna de ver a Julio Bocca interpretando a Basilio, y tal vez esperen una presencia estelar similar, esta versión sorprende gratamente por su cohesión. Aquí no hay una figura que eclipse al resto: todos los bailarines muestran un nivel técnico y artístico parejo que convierte la pieza en un ejercicio coral de alta calidad.
El mérito reside en lograr unidad, uniformidad y armonía en escena. Cada grupo de bailarines —el cuerpo estable, las parejas invitadas como Marianela Núñez con Patricio Revé y María Celeste Losa con David Motta Soares— funciona con precisión, como una coreografía bien ajustada donde todo fluye con coherencia.
Dirección artística y enfoque escénico
Bocca ha optado por una versión “corta, precisa y que no pierde la esencia ni la historia de Don Quijote”
Bajo su supervisión, Silvia Bazilis y Raúl Candal trabajan desde la base de Marius Petipa, con la famosa “Variación de las copas” inspirada en Baryshnikov, aplicada de modo que apareció en Sodre y ahora en el Colón
Este enfoque de reconstrucción académica subraya una narrativa clara y verosímil, dirigida por maestros que conocen profundamente la tradición.
Elenco estable y reparto de cuerpo de ballet
Don Quijote: Matías Santos; Gerardo Wyss; Alejo Cano Maldonado
Sancho Panza: Leonardo Reale; Roberto Zarza
Kitri (además de las invitadas):Ayelén Sánchez; Camila Bocca; Rocío Agüero.
Basilio (además de los invitados): Juan Pablo Ledo; Jiva Velázquez; Maynard Miranda
El elenco se completa con una extensa lista de bailarines y alumnos del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón que participan en los actos en roles de dríadas, toreros, gitanos, camareros y más: una puesta coral donde cada intérprete contribuye a la uniformidad y armonía general en escena.
¿Por qué este reparto encarna esa uniformidad?
No hay una estrella sobresaliente como figura única, lo cual refuerza una representación donde predomina el trabajo del grupo.
Las parejas principales rotan entre diferentes funciones, otorgando versatilidad sin desequilibrar la cohesión del conjunto.
La participación frecuente de figuras invitadas internacionales se integra en un marco técnico parejo: todos los intérpretes, estables e invitados, mantienen un nivel uniforme en cada función.
Experiencia del público
Quienes hayan disfrutado en el pasado del Bocca bailarín —con su virtuosismo y carisma— encontrarán en esta puesta una experiencia distinta, pero valiosa. Aunque no hay una figura que concentre todas las miradas, la representación compensa con una trama comprensible, sólida y emotiva, donde la historia de Don Quijote y Kitri se desarrolla con claridad desde el primer acto hasta el Grand Pas final.
No es una versión espectacular en términos de virtuosismo individual, pero sí una demostración de excelencia colectiva: cada escena se sostiene por la fuerza del grupo, y la vinculación entre los intérpretes transmite una sensación de armonía que pocas producciones ofrecen.
Conclusión
En definitiva, esta reposición de Don Quijote en el Teatro Colón bajo la dirección artística de Julio Bocca es una experiencia necesaria: no por la presencia de una superestrella sino por el virtuosismo grupal. Es una obra ajustada, profesional, equilibrada y emocionalmente coherente. El público encontrará una historia verosímil, una sincronía impecable y una versión fiel a su legado clásico, pero interpretada en un cuerpo de ballet moderno y compacto