Es lo que se preguntan afuera y también adentro. El triunfo de Milei sigue dando tela para cortar y por supuesto él tiene la habilidad de mantener la agenda. Fue la semana pasada con lo del Conicet, fue esta semana con su romance con una actriz del espectáculo. Fue asertivo en presentar propuestas más impactantes que realistas, poco practicas, pero muy moralistas.
El lenguaje violento, el narcisismo caudillista, el extremismo mesiánico no son aguas en las que me agrada navegar. Tal vez sea yo el equivocado. Desconfío de santos y de héroes. Pero debo reconocer, con su hermana, cuatro perros y un par de asesores, hizo una campaña muy austera pero efectiva. Fue muy astuto en presentar la carta para liderar el cansancio, el hartazgo, el hastío de gran parte de la sociedad: ya basta de paternalismo estatista, de demagogia asistencialista, de autarquía proteccionista. Basta de vivir en un mundo cerrado donde se alimentan corporaciones parásitarias y camarillas clientelares, corrupciones y colusiones, ganancias de unos pocos y privilegios.
Es el fantasma surgido de las ruinas populistas, podría decirse que el populismo se lo buscó, a sus muchos daños, los populismos suman el de fabricarse adversarios opuestos, pero parecidos. Cristina lo hizo.
Se puso en jaque una jerarquía de creencias y valores. La matriz ideológica-valorica establecida en estos veinte años de centralidad kirchnerista se redujo a hierro derretido para gran parte de la sociedad. Las cifras de pobreza e indigencia no son solo una estadística. Son millones de familias que no tienen más nada. Sin prejuicios y con tiempo hay que sentarse a hablar con ellos. Se escuchan testimonios de desamparo y falta de expectativas, se escuchan angustias y preocupaciones, voces entrecortadas por el miedo, sentimientos de soledad y de abandono.
Se percibe una sensación de injusticia en muchos que siguen apostando al trabajo, que se levantan a la madrugada pero ven que alrededor es más negocio vivir de planes, son los mismos que habitan en barrios donde el narco está más protegido que los laburantes. El kirchnerismo amplio la casta a una galaxia de políticos, dirigentes, militantes vip, asociados a privilegios y corrupción. Contra eso se expresó el voto bronca.
El discurso oficialista se centra ahora en el miedo. Miedo a que si gana la oposición se terminaran los derechos, ¿qué derechos?, ¿Qué más puede perder un trabajador informal que vive de changas, en negro o al que pasa doce horas por día arriba una bicicleta repartiendo y en muchos casos no les alcanza siquiera para una comida al día? Le hablan de universidad gratuita a un universo de ciudadanos que saben nunca sus hijos llegaran, le hablan de beneficios con la Cuenta DNI cuando viven en efectivo, al día y sin acceso al sistema bancario, le hablan de las delicias del Previaje cuando no pueden llegar ni a la esquina.
Los veinte años de kirchnerismo encapsulado en sus dogmas y coartadas ideológicas, como la retorica hueca del “Estado presente” agoniza. Bajo esa premisa generaciones vieron como se destruyó la escuela pública, la seguridad y la salud. Muchos no tienen más nada por perder, entonces, perdido por perdido, tal vez crean que Milei puede ser la salida. El grito libertario expresa también el hartazgo contra esa suerte de “policía del pensamiento”, de rebeldía frente a la tilinguería pseudoprogresista, la malversación de los derechos humanos, la impostura del lenguaje inclusivo, la cooptación militante de organismos como el Conicet o el Incaa. Fue un voto de insatisfacción, angustia y hartazgo. En el voto a Milei aparece una foto poblada de carencias, o les falta todo o al menos les falta ilusiones y esperanzas. Porque están sumergidos o porque aun son muy jóvenes, sienten que no arriesgan demasiado, saben que lo poco que tienen no es gracia al gobierno, sino a pesar del gobierno.
El voto a quién en su ideario propone al Estado como enemigo y al esfuerzo individual como salida no es solo un voto bronca, es un voto propositivo y contrario al ideario kirchnerista.