En cualquier país normal debería sorprender e indignar, pero sabemos, la Argentina es un manicomio a cielo abierto. En ese contexto, que el candidato con mayores posibilidades de ser presidente, una persona con evidentes desequilibrios emocionales, que habla con sus perros, es normal.
Se entiende así que no haya una reacción social a semejante nivel de agresividad y violencia discursiva en los trolls y en “la campora de Milei” cuando a gente mayor que disiente con las actitudes del líder libertario los agreden con el calificativo de “viejos meados”. Obvio, no sorprende si tenemos en cuenta que el líder libertario llamó “maligno” al Papa, “mogólico” a un economista que lo cuestionó y “gusano” al que “hay que aplastar” a un rival político, entre otras lindeses. Escribí en un artículo anterior que Milei es la continuidad de Cristina por otros medios. Obvio, pasé a la categoría de “viejo meado”.
Veinte años de populismo han sumido al país en una crisis sin precedentes. La corrupción e impericia de un gobierno cuyo principal objetivo fueron el saqueo, la impunidad y el sueño loco del poder eterno, han derivado en una economía rota, una pobreza que supera el 45%, una inflación galopante, un país sin moneda. Pero hay algo mas grave que el deterioro material, es el daño moral que ese populismo ha provocado. El relato destiló veneno en los oídos de los argentinos durante dos décadas, eso ha contribuido a resquebrajar los lazos sociales, ha generado resentimientos y una emoción destructiva estimulada con métodos que tergiversaron la historia y los hechos para dividir a la sociedad.
El resultado del odio como principal insumo de la política es el parámetro del presente. Una sociedad exhausta y dañada, con necesidad de expresar una bronca y una frustración profunda, nacidas de una insidiosa sensación de estafa. Por eso no sorprende los delirios, exabruptos e insultos de Milei y sus seguidores. A un populismo de izquierda, como en un péndulo, le sigue un populismo de derecha. La ira incontenible y violenta de Milei cuando algún periodista lo cuestionaba, lo que hubiera sido motivo de descalificación en un país sano, conectaba con el sentimiento de buena parte de la sociedad, y lejos de ser un rasgo freak que daba rating, se transformó en su capital político, utilizando como símbolo un misil lanzado a “la casta”.
Entramos en una nueva fase populista, Milei no tiene problemas en exhibir públicamente su agresividad, su intolerancia y sus contradicciones. No le entran las balas. Un representante de la más rancia oligarquía sindical, 44 años al frente de su gremio, Luis Barrionuevo, no tardó en arrimar el bochín al libertario. El gastronómico se lanzó a reclutar a otros buenos muchachos del peronismo dispuestos a huir del invierno que se les viene y cobijarse en un nuevo veranito, allí donde esté. Para ellos, populismo de izquierda o derecha da igual, asi ha sido siempre, la fachada ideológica es solo una pantalla para garantizar el cambio sin que en verdad cambie nada. Hasta Massa por las dudas, ha sumado gente en las listas de la Libertad Avanza.
El tema es estar siempre donde caliente el sol. Así, la revolución libertaria, parece convertirse en el nuevo camuflaje de la casta peronista. Cuando le sacaron el tema a Milei, montó en ira. Jonatan Viale le preguntó si consideraba a Barrionuevo casta, Milei intentó tirar la pelota afuera, balbuceó y pasó sin transición del titubeo al contraataque furioso con sus oponentes, en particular contra Patricia Bullrich. La casta para Milei es selectiva.
El click de Patricia. La experiencia de la elección de agosto no le permitió al JxC darse por victorioso, los votos favorables en las provincias se mostraron reticentes en esa gran encuesta nacional que fueron las PASO. Pero el triunfo en el Chaco, cambiaron el tono de Bullrich. Venía sin rumbo, con la voz perdida, la derrota de Capitanich le cambió el tono: el reencuentro con su perfil. No alcanza para garantizar un triunfo electoral, pero sin eso no podía. Chaco fue el click.
Confluyen allí dos causas centrales, por un lado su voluntad de “destruir al kirchnerismo” como ideología política. No tiene sentido poner como enemigo central a Milei porque el enemigo que viene condicionando estructuralmente a la Argentina es el kirchnerismo y porque además el kirchnerismo también atraviesa a Milei: Milei y Massa están unidos por un pacto secreto. Fue acertada la declaración de Bullrich en una entrevista radial: “no creo que la oferta de Milei sea disruptiva, tampoco veo como disruptivos a los actores que hoy se acercan a Milei como Barrionuevo”. La otra causa que le permitió encontrar el rumbo, fue su voluntad de representar un feminismo de mayor realismo y menos consignas.
Fue contundente la condena al asesinato de Cecilia Strzyzowski y a la complicidad política del aparato del poder en el empoderamiento ilegal de los Sena. La aparición de Bullrich en el barrio Emereciano fue una escena política cargada de sentido político, fue a marcarle la cancha a la “casta piquetera” de Sena y sus matones y planteó sin vueltas el nudo de la cuestión: “quiero denunciar al asesino de Emerenciano”. Se la vio despeinada, a cara lavada, con ropa informal, autentica. Encontró el rumbo.