No es necesario advertir, que cualquier guerra es peligrosa y que trae consigo, hambre desolación y muerte. En este caso particular la guerra en Ucrania tiene sus propias peculiaridades que nos hacen pensar en una eventual catástrofe de magnitudes inimaginables.
La impostergable necesidad de Rusia de salvaguardar su integridad territorial, no dejaba margen de espera ante el avance irresponsable y amenazante de occidente sobre sus fronteras. Ucrania, país de la ex-Unión Soviética territorio de proliferación nazi e intervencionismo norteamericano, se sumó irresponsablemente a esta cruzada hacia el este de Europa con una gran osadía ante una potencia nuclear como Rusia,que no ha dejado de recordarlo públicamente en estos últimos días. Países bálticos como, Estonia, Letonia, Lituania, Suecia, Noruega, Polonia, Dinamarca y Finlandia; se han convertido en potenciales enemigos de la federación Eslava ante la permanente provocación de la OTAN, que opera como instrumento colonizador de EEUU.
Todo el prostibulario aparato mediático occidental, en lugar de informar sobre los antecedentes históricos geopolíticos y contextuales de este conflicto, se ocupó en demonizar a Rusia por su intervención militar.
Cabe recordar, que luego de la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989,más el fin de la guerra fría y posteriormente la disolución del Pacto de Varsovia el 1 de Julio de 1991 en Praga, hecho que dejó como consecuencia la disolución definitiva de la URSS y la desaparición del supuesto enemigo mortal de occidente.
No ocurrió lo mismo con la OTAN, que luego de sendas promesas por parte del ex-secretario de estado Norteamericano James Baker y el canciller alemán Hans Genscher a Gorbachov, que aseguraron que la organización no se extendería un milímetro hacia el este. Las declaraciones textuales de Gorbachov a Baker fueron precisas:“Cualquier extensión de la zona de la OTAN sería inaceptable”.
Lo único que quedó por escrito, es la llamada Acta Fundacional Rusia-OTAN de 1997anterior a las primeras nuevas ampliaciones de la Alianza a partir de 1999 por la que los aliados occidentales se comprometieron a no desplegar de forma permanente tropas de combate en los nuevos miembros, antiguos del Pacto de Varsovia, salvo que las circunstancias cambiasen.
El Consejo de Bruselas creó en 1994 la “Asociación para la Paz”, a través de la cual se canalizó la cooperación militar entre la OTAN y los Estados que habían estado en la órbita soviética y la propia Rusia. Sin embargo, Estados Unidos no estimó del todo satisfactoria esta situación e impuso su tesis sobre la conveniencia de expandir los límites de la Alianza hacia el Este de Europa. Durante las negociaciones que llevaron a la firma en 1997 del “Acta Fundacional”, la Federación alegando las promesas de los aliados trató de que la OTAN renunciara a sus planes de expansión, al menos en relación con Estados que habían formado parte integrante de la URSS, pero no tuvo éxito. Ese mismo año fueron invitadas. Hungría, Polonia y la República Checa, quienes se unieron a la Alianza en 1999. Con la incorporación en 2004 de Estonia, Letonia y Lituania antiguos miembros de la Unión Soviética, y la intención expresada en el Consejo de Bucarest de 2008 de acoger a Ucrania y Georgia, la OTAN cruzó la línea roja marcada por Rusia. El Presidente Vladimir Putin se opuso firmemente a la entrada de Ucrania y Georgia en la Alianza, y su Ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, afirmó que una nueva expansión de la OTAN hasta las fronteras rusas retrotraería las relaciones a los tiempos de la guerra fría. Algunos miembros de la Organización especialmente Alemania estimaron que se estaba yendo demasiado lejos y demasiado rápido en el tema de estas conflictivas ampliaciones y cambios en el tablero geopolítico estratégico.
Es así que Rusia quedó militarmente sitiada por la OTAN con un gobierno Ucraniano europeísta y cumpliendo las órdenes de EEUU. Por otro lado, los conflictos separatistas de Ucrania en la zona noreste del Dombass, multiplicaron la presencia militar rusa con la necesidad de proteger a las habitantes ruso parlantes del asedio de Kiev.
El 24 de febrero de este año, las tropas rusas ingresan al territorio de Ucrania generando la histeria de occidente, la ONU y los medios de comunicación, que ya conocían el expansionismo de la OTAN en Yugoslavia, luego Irak, Libia, Siria y ahora con sus mercenarios en Ucrania.
HIPOCRESÍA Y DETALLES HISTÓRICOS
A Rusia le preocupaba sobremanera la integración en la OTAN de países de su entorno, y este malestar se puso de manifiesto en la conversación de Yeltsin con el Rey Juan Carlos durante la visita que éste hizo a Moscú en mayo de 1997. “Yeltsin entró como un ciclón en el tema de la ampliación de la OTAN, que era su principal preocupación. Dijo que tras haber acabado la tensión entre los bloques y mejoradas las relaciones entre Rusia y Occidente la ampliación de la OTAN, con la inclusión de antiguos aliados del Pacto de Varsovia e incluso de Estados que habían formado parte de la URSS, era una provocación para Rusia. Señaló que los europeos estaban haciendo el juego a Estados Unidos y cometían con ello un inmenso error histórico. Pidió explicaciones sobre las intenciones de la OTAN e información sobre la Conferencia en la Cumbre que iba a celebrarse en Madrid, para la ampliación de la Alianza y su reforma interna. Don Juan Carlos desarmó a Yeltsin con su sencillez, sinceridad y muestras de amistad, haciéndole ver que ni España ni la OTAN querían infravalorar a Rusia. Antes, al contrario, la seguridad de Rusia era indispensable para la seguridad de Europa. Rusia era una nación muy importante de Europa de la que formaba parte integral y debía integrarse cada vez más en ella. Concluyó su intervención con una invitación a Yeltsin para que visitara España y de forma especial para que asistiera en Madrid a la Conferencia de la OTAN. El Rey remachó el clavo añadiendo que la invitación suponía reconocer a Rusia el rango de gran potencia mundial y permitiría mostrar al mundo que la ampliación de la OTAN no se hacía contra ella, sino en su presencia y con su participación. Yeltsin quedó un tanto desconcertado por la inesperada propuesta, pero no tuvo una reacción del todo negativa. Expresó a Don Juan Carlos su agradecimiento y contestó que aceptaba la invitación para visitar España, y que estudiaría con la debida atención su asistencia a la Conferencia de la OTAN”.