En política hay una máxima: elegir las batallas y con quién pelearse, saber elegir el enemigo. Con la reinstalación de la grieta, un camino de ida, el kirchnerismo tuvo la capacidad de acumular poder político por ese medio durante años. Tuvo un traspié cuando Bergoglio fue ungido Papa, hasta que se dieron cuenta que no era negocio pelearse con un jugador que había ingresado a una liga mundial. Tiempo después sintonizaron sobre los enemigos: el neoliberalismo, la derecha, etc., etc. Se amigaron.
Ahora, otro traspié. El enemigo menos pensado. El mejor jugador del mundo. Durante una semana Messi fue objeto del más despiadado ataque. Solo por posar en una foto. Para confirmar el sesgo de pertenencia a un capital político cada vez mas menguado salieron los talibanes del kirchnerismo mediático. Fue el periodista militante Ernesto Cherquis Bialo quién dijo “hay que ser Maradona para decir que no”. Y agregó “Maradona era el pueblo y Messi el establiscment”.
Es el mismo periodista que se hundió en el ridículo cuando aseguró que Macri tenía todo arreglado para que la Argentina fracase en el Mundial. Otra escriba K, María Seoane (directora de Radio Nacional en la gestión de Cristina) escribió en la red del pajarito “creíamos que eran héroes, pero son 2 cagadores como él”. Volvió el recuerdo de aquel pelado que en la mal llamada TV Pública los trato de “desclasados”. Las firmas siguen: Rial, Brancatelli y demás muñecos. Destilaron odio, como lo habían hecho con otros deportistas populares que se animaron a mostrar aunque sea una mínima disidencia con el régimen K. fueron castigados Carlitos Tevez, Gabriel Batistuta, Juan Marín Del Potro entre otros.
Semejante reacción contra Messi refleja el estado de descomposición en el que está el kirchnerismo, que ya no encuentra siquiera un relato para su feligresía. Una descomposición que tiene que ver con el peor gobierno desde la restauración democrática. Ya no tienen a quién culpar y se descubrió el truco, es el gobierno de Cristina, Alberto Fernández y Massa.
Es el ocaso de un kirchnerismo fatigado que ya no conecta ni representa a la mayoría de los argentinos. En ese contexto cada vez se radicalizan más y solo les queda galvanizar la tropa de fanáticos y vampiros que viven del Estado. Hace rato los K perdieron el olfato que los conectaba con la argentinidad. Nunca lo hicieron, pero ahora, el ataque a Messi, refleja con mayor virulencia que el kirchnerismo no tolera personalidades que no pueda domesticar.
Como la de Messi, que fue capaz de desafiar al “operativo seducción” para asociar el Gobierno al triunfo mundial y lograr la tan preciada foto de los jugadores en el balcón de la Rosada. No le van a perdonar nunca que no los haya dejado subir al micro del paseo histórico y los haya obligado a mirar esa fiesta popular por tv. Por si fuera poco, Messi encarna los valores, dentro y fuera de la cancha completamente opuestos al ADN kirchnerista, que son millonarios, aunque dicen odiar a los ricos, que cimentaron en su derrotero un poder político basado en el facilismo, la regresión, la irresponsabilidad, el desdén por el merito y el esfuerzo, la contabilidad creativa, el desprecio por los números y los hechos, la relatividad moral y el doble discurso. Enemigos del merito individual, el kirchnerismo intelectual aprovecho la foto para asociar el éxito económico a la maldad.
Si se es rico, algo habrá hecho, aún en el caso de los dos jugadores que hicieron sus fortunas en base a su talento, su trabajo, sin pedirle nada a nadie. Solo talento, trabajo y goles. “Cagadores”, “millonarios”, “desclasados”, representantes de una elite, la derecha, contra el pueblo maradionano. La derecha, ese monstruo al que acusar de todo. Dijo el filosofo Jean Francois Revel, “la derecha es el chivo expiatorio de los inútiles”.