Una frase en la serie El Eternauta se transformó en icónica: “lo viejo funciona”. A la luz del resultado, no fue así en la última elección.
Asistimos a un cambio de época, donde los electorados son flexibles, hacen juicios diferenciados en cada comicio, definen su voto estratégico sin dar un cheque en blanco a nadie. Una de las voces más sensatas del gobierno, Guillermo Francos lo sintetizó “no es un cheque en blanco”. Como decimos en el barrio, nadie tiene la vaca atada. Cuando los historiadores en el futuro intenten explicar este momento, se encontrarán ante un interesante desafió, ¿cómo entender que en apenas 50 días el Gobierno haya pasado de una dura derrota en el distrito electoral más grande a un triunfo que sorprendió hasta los propios, de modo tal que alguien lo sintetizo como “el cisne violeta”? Hay una parte importante, al menos, de una ciudadanía que no se casa con nadie, a veces vota con ilusión, otras con resignación. Hay que meterse en la psicología ciudadana y en el estado de ánimo de una sociedad atravesada por el desencanto, pero al mismo tiempo dispuesta a buscar una salida.
Por cierto, ganó Milei, como decimos en economía en términos nominales, pero en términos reales ganó el anhelo de normalidad y de expectativas de futuro. Una gran parte del electorado percibió que una derrota del oficialismo podía desembocar en un gran descalabro, un lunes negro con el dólar volando como un barrilete sin cola, los grabois de la vida con los piqueteros envalentonados, un kirchnerato dispuesto a empujar un juicio político en el Congreso para destituir al Presidente, al mismo tiempo que presionarían a los jueces sobre la situación penal de la bailarina del balcón. Vio un retroceso detrás del demagógico mate de Kicillof y sus terraplanistas ideas económicas donde proponía no pagar la deuda, volver a los controles de precio, cepo y demás anacronismos, y vio en el ex montonero y vacunado vip, Taina, una mano extendida a la dictadura de Maduro. Sumado a eso, como única propuesta la Marcha Peronista que sigue “condenando al capital” y proponer como discusión reactualizada “Braden o Peron”.
En un reportaje radial el politólogo Malamud lo explicó así “la alternativa Milei, quizá venga del futuro, no del pasado, hoy no hay candidato”, repregunta la periodista “Kicillof tampoco en esa lectura”, responde Malamud “es difícil explicar algo mas pasado que la cabeza económica de Kicillof, mas anacrónico, ¿qué propone? ¿cual es el horizonte futuro?, nostalgia podemos tener todos, pero la gente no vota nostalgia, al pasado lo recuerda mal, vota el futuro, toma riesgos, prefiere el riesgo, correr el riesgo de estar mal con esto nuevo a la certeza de estar mal con estos que ya pasaron”. Fue el temor a que vuelva a rodarse la misma película pero también una perspectiva de construir un país más estable, más previsible, mas parecido a un tren que a una montaña rusa.
La agresividad encumbró a Milei en el primer tiempo, podríamos decir. El sentido de secta ideológica puede seguir funcionando para su exaltado pero insuficiente núcleo duro. . Pero la moderación fue el gran negocio para los libertarios. “La moderación es el tesoro del prudente” decía Voltaire. Políticas de acuerdo, reformas de fondo, gobernabilidad parlamentaria, dialogo, alianzas, reconstrucción no solo lo piden los organismos internacionales, Trump y compañía, sino los argentinos con sentido común. Después del triunfo la pregunta es ¿podrá el Jefe de Estado en el día a día, ir contra su propia naturaleza, contener su temperamento, cesar en los hostigamientos, terminar con los insultos y las infames alusiones sexuales? Si el discurso del domingo triunfal es el punto de partida, podemos afirmar que ese es el camino elegido por los que terminaron de balancear la elección a favor de Milei, los que fueron llamados despectivamente “ñoños republicanos”. Esos que entienden la necesidad de racionalizar el Estado, que creen en el orden fiscal pero también en la sensibilidad social, que debe hacerse con responsabilidad y prudencia, no a los hachazos, que cree en la solidez institucional, que no se embanderan en los fanatismos extremos y que valora el esfuerzo, el trabajo, el merito.
Una clase media que pretende volver a “Mi hijo el doctor”. Un mileista paladar negro, autocritico lo sintetizó así “el Movistar Arena para los fanáticos, para las fuerzas del cielo, ahora bien, si Milei le da bola a ese sector mal llamado ´ñoños republicanos´ se queda hasta el 2050”.
Pasada la semana de euforia triunfal, como diría Ortega y Gasset “argentinos a las cosas”. Per se, las elecciones no solucionan los problemas, que siguen ahí. El fuerte triunfo lo puso de nuevo en el centro de la política. Recuperó la iniciativa y tiene en su poder otra vez, los instrumentos para tomar las medidas y corregir los insistentes errores auto infligidos Ahora depende de su propia gestión, no puede echarle la culpa a los “kukas” y tampoco insistir con la trillada teoría del complot de los hombres de negocios, periodistas, economistas y políticos. Tiene el mandato de relanzar su gestión, buscar gobernabilidad, estructurar el gabinete y encarrilar la relación con el Parlamento y los gobernadores.
La decisión ciudadana envió un mensaje claro, sano y tranquilizador. Le corresponde ahora, a la dirigencia política actuar con responsabilidad.






 
	    	 
    	
 
                                




























