Debemos ser conscientes que nuestra sociedad necesita de los abuelos, más que un simple cuidador de niños, una persona llena de experiencia y amor.
Por Ivana Isasa
ivanaisasa78@gmail.com
Quisiera comenzar con una canción que muchos adultos hemos repetido en nuestra niñez, algo tan sencillo y lleno de ternura nos ha acompañado parte de nuestra infancia.
“Abuelito, dime tu: ¿Qué sonidos son los que oigo yo?
Abuelito, dime tú: ¿Por qué yo en la nube voy?
Dime ¿por qué huele el aire así?
Dime ¿por qué yo soy tan feliz?
Abuelito, nunca yo de ti me alejaré.
Abuelito, dime tú: lo que dice el viento en su canción.
Abuelito, dime tú: ¿por qué llovió, por qué nevó?
Dime ¿por qué todo blanco es?
Dime ¿por qué yo soy tan feliz?
Abuelito, nunca yo de ti me alejaré.”
Esa simpática y alegre niña tenía una relación especial con su abuelo, si bien él se lo notaba a veces un poco serio, él le enseñaba la naturaleza y las cosas simples. También supo ponerle los límites cuando florecía la niña caprichosa. Ella le decía “abuelito dime…” Su curiosidad era tanta que nunca dejaba de preguntarle a su abuelo aquellas cosas que la intrigaban, como resolver algunos problemas, hasta permiso para hacer tareas que el abuelo mismo realizaba. Esta relación fue resaltada mucho en los dibujos, era muy especial, el abuelo le enseñaba todo lo que estuviera a su alance.
Los abuelos han sido tan importantes a lo largo de las épocas, contando que en Roma y Grecia formaban la gerousía, un grupo de ancianos que se dedicaban a formular las leyes para el pueblo. Los grandes filósofos de la antigüedad, sacando algunas diferencias de teorías entre ellos, pensaban que cuando una persona entraba en la vejez, estaba dotada de una sabiduría que los jóvenes no la habían alcanzado todavía, porque pensaban que la persona previamente debía cultivarse, estudiar, conocer la vida y haber tenido experiencias para poder ocupar en la política o para ser digno de la vejez misma. Era tan importante, que un anciano evocaba el máximo respeto, así como lo fue el conocido Moisés cuando bajaba de la montaña sagrada por haber hablado con el mismo Dios, así también como aquel Leonardo Da Vinci con todo su conocimiento artístico, y otros tanto que se podría nombrar.
“El viejo de las sociedades primitivas podía gozar de un papel social destacado bajo la condición de que la cultura se haya desarrollado lo suficiente como para revertirse de un cierto sistema religioso y como para precisar de una tradición que necesite transmitirse”, esto dice A. Laje en La generación Idiota, remarcando que el viejo de antes tenía una función particular, era la de la transmisión de la cultura de su pueblo. Por eso vemos en muchas películas, niños alrededor de los ancianos, donde ellos les cuentan, enseñan y transmiten todo lo que deben saber de la vida, preparándose para su adultez.
Nuestros abuelos han hecho por nosotros lo que su formación familiar les enseño, repitiendo quizás enseñanzas sin límites, y con la teoría de que los abuelos pueden malcriar a los niños. Realmente eso tira por la borda a toda la enseñanza que pueden dar los padres, porque ya que no se sigue un lineamiento educativo familiar por tradición, se les permite a los abuelos hacer lo que quieran con los niños, opuesto totalmente, y sin poder compartir su experiencia de vida con ellos. Por eso esta sociedad tiene esta generación abandonada, yo también diría autoexcluida, porque el que fue joven y ahora es abuelo, quiere seguir en la etapa anterior, un abuelo canchero que se pone a la altura del nieto, y no un abuelo que comparte su vida con él.
La vejez lleva consigo cualidades muy importantes, experiencias, sabiduría, conocimiento, tradición, magia. No significa una enfermedad, es una etapa de un nivel adquirido pero no final, que requiere movimiento mental y no es estático, requiere de la juventud para poder volcar todo lo que tiene dentro, de lo contrario moriría lleno. Necesitan constantemente interactuar con los jóvenes, por eso pueden llegar a responder esas inquietudes o preguntas sin respuestas que los niños tienen. Tienen el deseo de sentirse vivo, alerta y lleno de energía, son personas trabajadoras, competentes. Han sabido superar cualquier adversidad, algunos gozan de tener una mente activa donde sus pilares son la curiosidad, el amor por aprender y el ser autodidacta. Los abuelos son positivos, siempre dicen lo bueno al niño, y siguen mirando hacia adelante sin importar de la edad real física que tengan.
“El joven tiene que aprender de su mayor”, esto decía Aristóteles, porque pensaba que los ancianos eran prudentes y veían rectamente porque tenían la visión de la experiencia.
Nuestra sociedad de hoy se ha olvidado de la vejez, y se aboca solamente en ser joven para siempre, pero no hablo solamente del físico, sino en otras actitudes diarias propias de los adolescentes. A. Laje dice “en un mundo desencantado, el deseo de la juventud eterna se agudiza. En él, la vejez ya no tiene nada que hacer ni que decir; va empujando al sujeto fuera del mundo, va anticipando su salida final,…el viejo ya no es sujeto,…ya no es fundamento de nada.” Porque la persona joven de corta edad cree saber todo, o por lo menos poder realizar todo lo que se proponga, hasta ocupar esos lugares o tener esos saberes que llegan con la vejez, olvidan que el tiempo es fundamental para adquirir ciertos conocimientos y que la claridad de la vida se obtiene con paciencia. Entonces hace a un costado al viejo, toda la sociedad posmoderna se diseñó para la juventud eterna, para ser libres de la vejez, vemos que todo lo relacionado con ella no tiene lugar en los medios de comunicación, en las publicidades de los productos, en las redes sociales, en la política y todo ámbito que se quiera observar, los viejos no están.
En esta sociedad en que vivimos hoy, debemos darles el lugar perdido, reconstruir el lugar de los abuelos, reconstruir esa relación de niño y joven con abuelos, los dos se necesitan para seguir creciendo y para darle sentido verdadero a cada uno. Dime abuelito: ¿Por qué vuelan los pájaros todos juntos? ¿Me enseñas esa receta de torta que tu abuela italiana te enseño a preparar? ¿Abuelita, me dices que hacer si estoy triste? Esta es la demanda que tienen los niños hoy, necesitan abuelos presentes: ¡DIME ABUELITO!