En un contexto político signado por la inminencia del calendario electoral y el consecuente aumento del termómetro social, el gobierno municipal de Cañada de Gómez parece haber adoptado una estrategia de perfil bajo que, más que discreción, bordea el mutismo institucional.
Por Juan A Frey
Esta postura ha generado un clima de inquietud creciente entre los vecinos, así como entre referentes políticos de diversas fuerzas, quienes observan con atención y preocupación el repliegue comunicacional de la gestión.
Aunque el intendente ha mantenido algunas apariciones públicas puntuales, el resto del gabinete municipal permanece en una reserva llamativa. Las voces habituales de funcionarios, asesores y secretarios han desaparecido casi por completo del debate público. No hay declaraciones, no hay posicionamientos, y tampoco se perciben indicios de una narrativa de gobierno que permita entender el rumbo político de la actual gestión.
En algunos círculos ya se habla abiertamente de un “ostracismo comunicacional”. Se trata de un fenómeno complejo, que va más allá del silencio táctico o la mera prudencia estratégica. El Ejecutivo local se ha replegado al punto de generar un vacío discursivo que resulta difícil de justificar en un contexto en el que la ciudadanía demanda, más que nunca, claridad, compromiso y liderazgo. La falta de explicaciones y la escasez de propuestas visibles acentúan la sensación de desconexión entre el gobierno y la comunidad.
Uno de los casos más llamativos dentro de este panorama es el del Secretario de Gobierno, Luciano Travaglino. Su figura, clave dentro de la estructura municipal por su rol articulador y político, parece haberse desvanecido de la escena pública. Su ausencia en los medios de comunicación, actos oficiales e incluso en espacios institucionales básicos levanta múltiples interrogantes. ¿Hay detrás de ese silencio una decisión política deliberada? ¿Se trata de una cuestión personal, o hay un trasfondo más profundo vinculado a la falta de una estrategia coherente del Ejecutivo?
En contraste con este repliegue institucional, la gestión ha mostrado cierta vitalidad en el ámbito cultural, promoviendo actividades artísticas, musicales y sociales que han sido bien recibidas por parte de la comunidad. Sin embargo, este impulso se diluye ante la carencia de anuncios relevantes en materia de obra pública o iniciativas de impacto estructural. A medida que avanza el año, la ausencia de políticas concretas alimenta rumores sobre problemas financieros, posibles recortes presupuestarios o demoras en la llegada de fondos provinciales.
Mientras tanto, las calles, los cafés y las redes sociales se convierten en espacios donde la preocupación se transforma en rumor, y el rumor en crítica. Preguntas básicas y urgentes se repiten cada vez con más insistencia: ¿Hay fondos disponibles para sostener la gestión? ¿Existen proyectos en trámite con la provincia? ¿Por qué no se comunica con claridad lo que se está haciendo si es que algo se está haciendo?
En tiempos donde la transparencia, la cercanía y la capacidad de respuesta son valores centrales en la construcción de confianza ciudadana, el silencio institucional puede transformarse en un ruido ensordecedor. En Cañada de Gómez, ese ruido ya no es apenas un murmullo. Es un clamor que crece.