Con música más parecida a un acontecimiento militar que al de un programa periodístico, con un fondo rojo furioso, aparece la placa en Crónica: “Estalló el verano”.
Por José Mayero
Y no hay verano sin escándalo. Parece ser que verano/escándalos se necesitan unos a otros como la espada del puño que la esgrime. En este asistimos al “wandanorismo”. La novela que parece no tener fin de Wanda Nara (cuyo único hecho reconocible es haberse hecho conocida a partir de exponer su virginidad, allá por el comienzo), Icardi y la China Suarez. Como sucedió siempre, el striptease emocional se desdibuja entre la vida privada y la escena pública. Es más, necesita de la escena pública, de “ser visto”. Viven para la fama, el éxito y el dinero, pero eso lo logran si son vistos, estas noticias que años atrás publicaban las revistas del corazón y los programas de chimentos, hoy adquieren una escala planetaria a través de las redes. El “ser visto” les es esencial. No serían famosos si de por medio no está la mirada de los no famosos. Digamos que los no famosos, valga la redundancia, convierte al famoso en famoso.
El culebrón “wandanorista” no tendría relevancia si no ocupara horas de televisión, tapas de revista y presencia en las redes. Pero menos relevancia tendría si nadie lo mirara y pusiera su like. Por eso los famosos necesitan la mirada del no famoso para convertirse o seguir siendo famoso. El bizarro mundo “wandanorista” entregado en capítulos diarios profundiza su razón de existir en la modalidad del “ser visto”. Viven para eso, para la fama, el dinero, el éxito. Son las mujeres del año, los hombres del año, los deportistas del año, los jóvenes del año, los actores del año. Cuesta sustraerse aunque se haga el esfuerzo de no prestarle atención. En alguna medida los medios se ven “obligados” a reflejar el espectáculo.. Hasta periodistas de otro palo como Novaresio se ven “obligados” a hablar del tema, dijo “el gran ganador es Maxi López”. Potenciado por las redes vivimos una fase exacerbada del exhibicionismo brutal. El gran fenómeno televisivo de Gran Hermano invita al espectador a espiar la casa en una suerte de voyeurismo explicito. En estos días se estrenó la serie sobre Tinelli, seis capítulos dedicados a exponer la vida de una familia ligada a la fama. Pasen y vean, se lo hace en nombre de una falsa transparencia como si mostrar las miserias fuera un ejemplo de autenticidad y franqueza y no de imprudencia, narcisismo y desvergüenza. Pero justo es reconocer que les dio resultado: a partir de su exterioridad, por caso Wanda Nara, a la que es difícil encontrarle algún mérito que no sea el de exhibirse, se hizo millonaria. Claro, que exteriorizar su vida no la habría puesto donde está, si del otro lado no hay una sociedad (o parte) que está dispuesta a verla.
Si bien van cambiando, la historia es siempre la misma. En los noventa se fomentaba el exhibicionismo del éxito, el glamour, el lujo. Lo top del momento era mostrar casas, baños vestidores (recordemos al juez Trovato mostrando el placard lleno de corbatas) y en particular, mostrarlos en páginas y páginas en la revista Caras. Hoy el fenómeno excede a los personajes farandulezcos. Si bien fue desmentido, a nadie le pareció descabellado que un personaje salido de Gran hermano, Alfa, podría ser candidato por el oficialismo en las elecciones de este año. Alfa mide en las redes y si el espejo son las redes, exponerse es redituable. Hay que cosechar la mayor cantidad de likes. El tema es que hablen de uno y eso, inevitablemente llegó a la política. Visionario en ese sentido ya lo había anticipado Menen “no importa que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de uno”. Antes lo había anunciado Humberto Eco “hubo un tiempo en que existía una distinción muy rígida entre ser famoso y estar en boca de todos. Todo el mundo quería ser famoso como el arquero más hábil o la mejor bailarina, pero nadie quería que hablaran de él como el cornudo del barrio. En el mundo del futuro esa distinción habrá desaparecido, cualquiera estará dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que lo vean o hablen de él”. Anticipatorio.
El regreso al recato, la privacidad tal vez sea uno de los mayores desafíos culturales. Sobriedad, discreción, mesura pueden resultar conceptos antiguos en la cultura del “ser visto”. Antes, los que no son famosos, veían a los famosos, a sus hijos, sus casas, su fastuosidad a través de las revistas. Hoy los famosos abren sus casas, sus vacaciones, sus escándalos a través, también, de las revistas, pero fundamentalmente a través de la tv y las redes. Quizás en un futuro cercano también tengamos una serie sobre Wanda, Icardi y la China Suarez. La sociedad del “ser visto” necesita para sobrevivir a la sociedad del “no ser visto”. Hasta que estalle el próximo verano.