Como en la Argentina hay que aclarar lo obvio, como que el agua moja, digamos lo siguiente: contemplar a periodistas, actores, dirigentes, políticos y simpatizantes K rasgarse las vestiduras ante los posibles hechos de corrupción en el gobierno de Millei, utilizando palabras de Cristina, es too much. Es como contemplar a Dracula horrorizarse en un banco de sangre. Ahora bien, era de manual que el mundo K hiciera lo que hace. Que los K tengan doble estándar y ni un ápice de moral, no convierte automáticamente, por efecto pendular, al gobierno de Milei en bueno. Sostuve desde un principio que, Milei, era inexplicable sin Cristina. Llego al poder interpretando un hartazgo social de una clase, que, asertivamente en campaña, sintetizó como “casta”. Intentó que sea una máxima escrita en piedra, terminó escrita en agua.
Que el circulo de confianza de El Jefe, Karina, sean los Menen y que el gobierno menemista sea considerado por Milei como “el mejor de la historia” (después del de El, claro!!) sin tener en cuenta que esa criatura peronista protagonizó una década de estabilidad monetaria, pero también una década de demolición de la industria nacional y una década de corrupción (“robo para la corona”, “roban pero hacen”) y pretender que la emulación no traería problemas, es cuanto menos, ingenuo.
Los Menen son especialistas en hacer negocios con y dentro del Estado. Es una tradición familiar, son profesionales de eso. Ya hace unos días, nos habíamos enterado que una empresa perteneciente a los Menen, Tech Security había ganado una licitación gubernamental por $ 4000 mil millones. Ahora, si se comprueba los audios que relatan el camino de las coimas en el tema discapacidad aparece “Lule” Menen. Por ahora es solo un insumo informativo, no es algo que este probado, pero, hay suficientes abogados, testigos de esos hechos, que cuentan coincidentemente el mismo relato.
Llama la atención que la droguería Suizo Argentina (uno de los actores involucrado que está en el foco) pasó de facturar $ 3900 millones a $ 108000 millones, en este gobierno y en lo que va del año. El marco conceptual en el que hay que leer estos episodios es que la corrupción en la Argentina es sistémica y trasversal, con rasgos crónicos. El negocio de los medicamentos es uno de los cinco que alimentan la política, donde los dirigentes y políticos van a buscar financiamiento.
El caso de la Anmat y el laboratorio LHB Pharma pertenece a esa especie. El laboratorio tenía un dueño kirchnerista que ahora está preso, con clara protección política y el gobierno que tenía que desarmar esa trama mafiosa, “llego tarde”. En el medio, cien muertos. Los otros negocios que alimentan la política son el juego, la obra pública, el sistema de provisión de alimentos a distintos organismos públicos (hospitales, escuelas, etc) y el régimen de Tierra del Fuego.
Hasta ahora, el gobierno no pudo zafar de este drama, y terminó promoviendo un sistema de nombres, empresas, practicas que se repiten a lo largo de distintas administraciones, como los Menen, por ejemplo. Spagnuolo, abogado, amigo de Milei, acercado al gobierno por Espert, tocó uno de esos sistemas, el de salud, y el escándalo estalla no porque haya un esfuerzo por regenerar al sistema de parte del Gobierno ni porque haya una dirigencia política interesada honestamente en reformar la salud. Estalla por un accidente, por una fisura, un cisne negro. Estos sucesos corren un velo y aparece entonces la mugre.
La promesa electoral de Milei, convertida en mandato fue bajar la inflación, estabilizar la economía, ordenar la calle y terminar con la Argentina de políticos y dirigentes ricos y ciudadanos empobrecidos.
La inflación bajó. Gran parte de la ciudadanía pagó, sigue y seguirá pagando un ajuste brutal, para sostenerlo hace falta una ferrea autoridad moral que se empieza a deshilachar. Candidatos impresentables, conversos de último minuto, camaleones y camanduleros, descuidistas y funcionarios de Anses, Pami, entre otros organismos, que utilizan el aparato estatal para ganar “con la nuestra” las elecciones de medio término constituyen una clara evidencia que no es un proyecto de oxigenación y cambio.
El rentable discurso electoral anti casta empieza a desteñir. Entregarse a libro cerrado a un menemismo siglo XXI y pretender ser al mismo tiempo el recién llegado de la nueva política es, cuanto menos, en términos políticos, un oxímoron.
Todo esto en medio de un momento de inestabilidad que tiene la forma de alta volatilidad en las tasas de interés. Un infantilismo atribuir al “riesgo kuka” tal situación. Es decididamente un problema de mala praxis en el desarme de las LEFI, algo que llevó a que, por tercera vez en el año, hubiera una disidencia entre Milei, el equipo económico y el Banco Central por las decisiones macro. Se suma a eso una economía estancada, salarios que en general no alcanzan, y un dólar mas cerca del techo de la banda que del piso. En el medio la cúpula del poder enlodada por las posibles coimas en la Agencia de Discapacidad. En el gobierno apuestan todo las próximas elecciones, como una pócima que per se resuelva todos los problemas.
Aun no es medible cual será el impacto, pero antes de conocerse el caso ADIS, la opinión pública empezó a alinearse detrás de un mayor cuestionamiento al Gobierno: el índice de confianza que publica periódicamente la Universidad Di Tella muestra una caída del 13,6%. Los analistas más benévolos incluyen en ese índice el caso $LIBRA, la insistencia en el nombramiento del juez Lijo y el opaco comportamiento del oficialismo en la caída de “ficha limpia”.
Hay un par de sentimientos encontrados en el vértice del poder, por un lado el temor a que se instale en el imaginario social “al final son todos iguales”. Y por otro lado la tranquilidad que le devuelven las encuestas que predicen un triunfo en octubre. Enfrente siguen los mismos de siempre y ¿dónde van a ir los votos mileístas?, no tienen opción, especulan. Pero eso, con respeto al núcleo duro. Recordemos que Milei ganó en primera vuelta con ocho millones de votos, luego en el ballotage se le sumaron otros seis.
Estos últimos son la gran duda, a los que despectivamente el mileismo descalifica como “ñoños republicanos”. Un sector que defiende la racionalidad económica pero se siente desconcertado y decepcionado. Tal vez sea el sector que está dando nacimiento a un nuevo partido, que puede ser el ganador en las próximas elecciones, el abstencionista, o como dijo un reconocido director de cine que no se siente representado por nadie, “pertenezco al instituto paria”.
Milei y su circulo rojo enfrentan la presión de los hechos y su impacto electoral negando todo.De manual. En parte de su discurso, en Junín insistió, en enterrar al kirchnerismo. No hace falta gestos ampulosos y frases de mal gusto para hacerlo, si hace un buen gobierno, el kircherismo solo será un recuerdo reducido a una mínima expresión testimonial.
Lo que debe hacer Milei es desacoplar la transformación macro económica de las sospechas de corrupción, tiene que demostrar que la experiencia histórica que pretende no se parece al menemismo en su peor cara y tiene que desacoplar en el imaginario social el estigma neoliberal, esto es mostrar una macroeconomía racional que lleve a un crecimiento genuino con bienestar para la ciudadanía. Hasta ahora, solo hubo ajuste. Y si bien el ajuste ordena la economía, también agota.