Hay una herencia mucho mas pesada al desastre económico que dejó el kirchnerato. Tarde o temprano, se puede arreglar. En cambio, la cultura de la grieta, llevará generaciones superarla. Rompió familias, destruyó amistades, instaló el odio como motor político. En la Argentina del vértigo, ya quedó en el olvido, pero fue hace poco en una cancha de fútbol. Inferiores, jugaban Newell¨s y Defensores de Funes. Malcorra, ídolo de Central, estaba allí viendo a su hijo que juega para Defensores. Cuando lo reconocieron, seis chicos de Newell¨s quisieron sacarse una foto con él. No les importó que fuera del equipo rival, vieron una figura talentosa, destacada. Las autoridades de Newell¨s decidieron suspenderlos, incluso quitarles una beca que tenían en el club. El mensaje es devastador, se penaliza el respeto y el reconocimiento hacia el rival. Por suerte hay excepciones, Scaloni aportó su habitual cuota de sensatez “a esa edad yo hubiera hecho lo mismo, lo que hay que valorar es que esos chicos se quisieron sacar una foto con un jugador de primera”. El episodio se enmarca en esa cultura impuesta por el kirchnerato y Cristina en especial, y ha permeado el imaginario social. Muestra el retrato de una sociedad que cultiva el antagonismo y combate valores esenciales para la vida en común. El deporte que debería promover el fair play, la competencia sana, la rivalidad civilizada muestra signos de un primitivismo anacrónico y lo que fue un gesto saludables se lo consideró una traición. Puede ser un gesto chico y seguramente ya quedó en el olvido, pero revela el espíritu que anida en gran parte de la sociedad.
La grieta remite a una cultura del antagonismo, del amigo-enemigo, del resentimiento, del desprecio, del odio, del fanatismo, de la ceguera ideológica. Fue el germen inyectado por un populismo que se auto defínía como “progre” y que convocaba a, desde escupir a aquellos que eran críticos, a escrachar al “abuelito amarrete”. Pero, en esa grieta no solo pasó por caja a cobrar el kirchenarato. Hoy por esa caja pasa a cobrar el oficialismo. Como muestra basta un botón: al adversario se le niega hasta el saludo, fue cuando Milei le sacó la mano a Macri, que, vale recordar, fue electo democráticamente. La convivencia se deteriora, ahora atizada por las patrullas digitales. Es el tiempo del desprecio. Hace no tanto, Milei y los suyos eran un espectáculo marginal, deambulaban sembrando ideas de Murray Rothbard y la Escuela Austriaca. No llegó a la Casa Rosada por esas ideas, sino por el hartazgo social. Su mandato es un equilibrio inestable pero contundentemente sostenido por la fascinación, el fanatismo y el temor. La economía silencia las criticas formales y parece silenciarlo todo. El poder demuele barreras, Milei no oculta su inconsciente desatado, lo amplifica, lo vocifera. Su discurso sin freno es un grito que resuena en sus fanáticos, amplificado por sicarios digitales que lanzan palabras como dagas. Las redes se vuelven asi reaccionarias. Renuentes a la conversación, detrás de sus parvularios teclados, lanzan lo que se denomina un “bait”. Una especie de anzuelo provocador. Defienden lo que venga aunque sea indefendible. El kirchnerato es contagioso. Ahora bien, que el populismo progre se rasque las vestiduras por las acciones insensibles y grotescas del populismo de derecha es un homenaje a la hipocresía y al cinismo. Hay quienes tienen autoridad moral y ética para cuestionar la poca o casi nada institucionalidad de este gobierno, pero que las predique el kirchnerato, al que no lo importó liquidar los bolsillos de los mas humildes con una inflación galopante, que habilitó entre otras cosas el gatillo fácil de los delincuentes que hace estragos en las barriadas más pobres, que coqueteaban con el chavismo, que glorificaban los ideales montoneros, que intentaron un Nuevo Orden, de partido único, que atacaban feroz e implacablemente a los medios, incluso queriendo poner presos a sus accionistas, que intentaron colonizar el Poder judicial, que adoctrinaron a mansalva en muchas escuelas y universidades, ya es un poco mucho. Dejaron caliente el caldo de cultivo para que Milei arrasara en las urnas. No fue la escuela austriaca la que entronizó al León. Lo que antecede no debe llevarnos a incurrir en el doble estándar y guardar silencio ante el renovado hostigamiento a gran parte de la prensa (“no odiamos lo suficiente a los periodistas”), al bullying a un actor por atreverse a decir el precio de las empanadas, o a un niño de 12 años con autismo, o a las cacerías y linchamientos digitales contra cualquier voz critica que se atreva a señalar el desfinanciamiento a templos de la salud como el Garrahan o cuando se desdeña conceptualmente la ayuda a discapacitados mientras se fortalecen los servicios de inteligencia. No debemos caer en la trampa dicotómica por desmantelar contra reloj al “Estado presente”, que sin dudas era un Estado mafioso, inepto y corrupto, aunque en esa tarea no trepiden en tirar el agua de la bañera con el bebe adentro. Si muchos, durante años, hemos defendido una democracia representativa y un país normal y luchamos contra un modelo despótico, que rendía culto al personalismo, al mesianismo mágico, a la anti politica feroz, al divisionismo como metodología oficial, a establecer una democracia de extremos, si eso hoy se tiñe de violeta es tan inaceptable como lo anterior. Un sistema bipopulista es la negación de una democracia liberal, donde, en resumen primen los valores de la República.
Hay una carga de enojo, de confrontación e intolerancia que está enquistada en ambos extremos sociales. Los únicos buenos son los propios, para los otros el desprecio, la indiferencia, incluso el odio. La diputada Juliana Santillan, bastante bruta por cierto, que escribe en las redes “cluacas” en vez de cloacas, “atrazan” en lugar de atrasan, “hallan” en lugar de hayan, confundió el costo de la canasta de una familia tipo y en el programa en el que participaba les dijo, imperativa y arrogante, a los médicos del Garrahan presentes allí “ustedes de que se quejan”. La ignorancia y el fanatismo son atrevidos. Para complementar la diputada libertaria terraplanista, Lilia Lemoine mandó a los médicos a estudiar otra cosa si quieren un sueldo digno. Si algo faltaba en ese debate de alto vuelo, la diputada ultra K, santafecina, Carignano acusó de “gatos y locas” a las libertarias. Es una lógica que nos retrotrae a una sociedad de bandos, de tribus. La grieta, por la que pasan a cobrar los K y los libertarios, a pleno.
El camino de la sensatez, el dialogo, el respeto, la sencillez, la humildad, la cortesía, la moderación, no se ven como valores, aunque la selección de Scaloni, nos muestre que con esos rasgos se puede ser campeón.