En la película Una batalla tras otra hay una escena que consiste en una persecución entre tres autos que transcurre en un camino con pronunciadas subidas y bajadas. La escena está filmada de tal manera que por momentos marea al espectador. El camino que terminó este domingo con el contundente triunfo de LLA se le parece bastante. Cuarenta días atrás, el Gobierno estuvo a quince minutos de que el mercado se lo lleve puesto, en los tres días previos al tweet salvador del secretario del Tesoro americano el mercado le compró 1200 millones de dólares. Quince días antes LLA había recibido una paliza electoral en la provincia de Baires y parecía que Milei no podría terminar su mandato. El domingo pasado el camino dio otro giro y una vez más parece el inicio de una nueva etapa política. Todo, como en una película, en menos de dos meses.
En un país tan inestable como este, y de acuerdo al camino recorrido, queda demostrado que no toda derrota augura nuevas derrotas ni toda victoria proyecta nuevas victorias.
LLA avanza ganó en forma incuestionable, ahora tiene desarrollo territorial y bloques parlamentarios fuertes. Se abren algunos enigmas: ¿cómo gestionará este triunfo el presidente?, ¿cómo ordenará su propio espacio estragado por las peleas internas?, ¿cómo se vinculará con el resto de los sectores políticos no oficialistas con representación parlamentaria y a cargo de gobiernos provinciales?, ¿cómo gestionará su praxis política que hasta ahora fue claramente deficiente?, ¿el Presidente agresivo, verbalmente violento, insensible antes sus propias necesidades, se termino ayer?, ¿se terminó una etapa política sesgada por la soberbia, el maltrato, la vanidad? Si tomamos el discurso del domingo triunfal de Milei, todo indica que es el comienzo de un camino donde predominen otras características. Fue prudente, dijo que era el Presidente de todos los argentinos y no insultó a nadie.
La estrategia de polarizar al máximo, e instalar la idea de un resultado más exiguo o de, hasta una derrota del oficialismo y por consiguiente la vuelta del kirchnerismo, le funcionó a pleno. Sirve para ganar elecciones, no alcanza para gobernar. El Gobierno entendió que le conviene ampliar su coalición, le fue mejor cuando tuvo alianzas al comienzo del mandato que cuando las dinamitó este año. No alcanza con una minoría para mantener la estabilidad económica en el largo plazo. Se Necesita gobernabilidad y para eso es indispensable ampliar la base no solo electoral sino legislativa y con los gobernadores mas amigables.
El domingo quedó despejada esa duda. Desde los organismos internacionales, pasando por Trump y por todos los argentinos con un mínimo grado de racionalidad, sensatez y sentido común lo reclamaban. La otra duda la deberá despejar con el correr de los días: un plan económico que entre otras cosas contenga un régimen cambiario que permita acumular reservas. De manual, los mercados reaccionaron favorablemente, pero como diría el inolvidable Tato Bores, “josé mercado” vota todos los días, es desconfiado, sobre reacciona, y hasta puede ser traicionero.
La demanda de cambios de conducta, de composición del Gobierno, y de búsquedas de alianzas y acuerdos que le den sustentabilidad y permitan avanzar con las reformas de fondo, tan necesarias como imperativas, excede el resultado electoral. El triunfo da derechos, pero también genera obligaciones. Tal vez, la voz más prudente del Gobierno, Guillermo Francos dijo “no es un cheque en blanco”.
Cinco apuntes finales:
Uno: la boleta única de papel, incuestionable, y hay que reconocerlo, aquí en la provincia fuimos pioneros.
Dos: si bien no hay que dar por “muerto político” nunca a nadie, la tercera caída consecutiva del kirchnerismo a nivel nacional parece dibujar su ocaso definitivo.
Tres: la construcción de una oferta de centro moderado y racional, deberá esperar, se impuso la polarización extrema.
Cuatro: para prestar atención, la participación electoral fue decreciente en las últimas tres elecciones legislativas, 77,61% en 2017, 71% en 2021 y esta vez no llegó al 68%.
Cinco: la nota de color, hasta bizarra podríamos decir, Cristina bailando en el balcón ¿festejando? la derrota.



































