Solo fueron tres meses lo que le duró la motosierra que Milei le regaló al magnate dueño de X y Tesla. La simbólica motosierra no generó el entusiasmo esperado, cuando con exageración, se la obsequió en la Conferencia Conservadora en Washington. Trump despidió a Musk con elogios de ocasión pero sin vueltas, al tiempo que enviaba un proyecto de ley de presupuesto que ampliaba los gastos. El escandaloso divorcio sigue escalando y shockea a los estadounidenses, que ven como se pasó de una relación de casi convivencia las 24 horas entre Mar-a-Lago y Casa Blanca (con el hijito del magnate incluido) a una pelea épica que puede escalar a límites insospechados. En alguna medida era esperable que en un momento estos dos multimillonarios de altísimo perfil, acostumbrados a ganar siempre y a no aceptar un no como respuesta terminaran en un choque de egos que pueda hacer explotar todo.
Desde que se conocieron en abril del año pasado y mucho antes de que Trump llegara al poder, Musk encandilo a Milei y viceversa. En la previa se habían lanzado elogios mutuos en la red social del magnate. Al León lo deslumbró la versatilidad y capacidad de trabajo del hombre mas rico del mundo y también la posibilidad de que invirtiera en el país con algunas de sus múltiples empresas. Con su hermana Karina lo visitó en su fábrica en Texas y hasta manejó un Cybertruck. “Amor a primera vista” describió el embajador Werthein. Trump, al ex panelista de Intratables, lo rodeó de afecto, privilegios y honores en Mar-a-Lago. Le proporcionó la colección de rubias exuberantes para que le suplicaran selfies como si fuera un ídolo de la música country.
Le facilitó el acceso a un nuevo crédito del FMI y le envió a a Buenos Aires el mensaje presencial de Scott Bessent, secretario del Tesoro.
Divorcio de por medio, si Milei fue el ejemplo a seguir, ya no lo es más. Al menos con Musk como líder “libertario” en Washington. Allá la motosierra no llegó ni a encenderse. Cuenta la crónica de la revista The Atlantic: “Fuck you, fuck you” le gritó a Muck (el mayor aportante a la campaña de Trump con 250 millones de dólares) el secretario del Tesoro, Scott Bessent en los pasillos de la Casa Blanca. La escena sirve para ejemplificar las barreras que el magnate no pudo superar y su incapacidad –señalada por todos los medios americanos- para generar acuerdos con funcionarios y alianzas que le permitieran avanzar en sus proyectos. No fue el brillante empresario vencido por la burocracia, sino el hombre que fue incapaz de adaptarse a un tejido de pesos y contrapesos, entre otras cosas diseñado para impedir los caprichos personales.
Para Musk puede ser más fácil llegar a Marte que reducir los gastos de la administración, lo cual no necesariamente puede ser el triunfo de la ineficiencia sino la virtud de un sistema diseñado para evitar saltos al vacío. Ni las “locuras”, exabruptos, ni la mayor fortuna del mundo es suficiente si no se acompaña con habilidad política.
Con la ida del magante dueño de Space se cierra una de las puertas de entrada del gobierno argentino a la Casa Blanca. Trump espera el obsequio que Milein aun no le dio: desprenderse de China.