Con la evidente privatización de la gestión, administración y ejecución de los poderes del estado, resulta muy difícil establecer con cierta claridad las verdaderas diferencias partidarias o el fundamento de sus parámetros ideológicos a la hora de buscarlos.
La nueva corriente de cancelación del estado-nación como estructura de transformación política y económica,ha dejado de ser un instrumento efectivo para el beneficio de la sociedad convirtiéndose en un mero formalismo burocrático de poca importancia.
Ya no interesan los referentes políticos ni los apellidos que ocupen los cargos públicos, cuando ellos están atados a decisiones que van más allá de su propio alcance. No importa cuales sean las teorías o planteamientos económicos cuanto deberán ser aprobados por organismos supranacionales, que generalmente hacen todo lo contrario de lo que pregonan y exigen.
En consecuencia, el desactualizado mecanismo de la grieta partidaria o de los extremos ideológicos, ha encontrado una síntesis muy peligrosa que el grueso de la sociedad todavía no ha percibido con total claridad a la hora de considerar sus derechos democráticos, cayendo en la trampa del unipolarismo ideológico y conceptual.
Las viejas discusiones entre peronistas y radicales, o la exacerbación de los puntos cardinales de izquierdas y derechas tampoco tienen demasiada importancia excepto a los efectos electorales; para aquellos que aspiren al gobierno con el único objeto de cumplir órdenes de más arriba. Es así que toda la clase política argentina, además de estar viciada de corrupción y falta de representatividad, sigue jugando al gato y al ratón sin resolver nada, comprometiendo el patrimonio cultural, económico y territorial de nuestro país.
Finalmente, ha llegado la calesita de las elecciones inconclusas, sin ganadores ni perdedores definitivos, ante la ausencia de ofertas válidas que puedan construir una base sólida de apoyo para poder gobernar. Son siempre los mismos reciclados, maquillados y estirados que se quedaron vacíos de toda legitimidad.
La gravedad del momento actual desde el punto de vista institucional, pone a la Argentina como a un barco en el medio del océano y al garete, donde la tripulación saquea las provisiones, el capitán está de fiesta y sus oficiales están ocupados en desmantelar la sala de máquinas y el palo mayor, el timonel, ausente sin aviso y los pasajeros sin destino, envueltos en el debate de las izquierdas y derechas para definir al futuro capitán.
Interesante metáfora como para comenzar a tomar conciencia del rol que le cabe a los pasajeros en esta hora decisiva; siseguir discutiendo sobre los colores del ropaje del nuevo timonel, o ir todos juntos al puente de mando y finalmente hacerse cargode la ruta de navegación.
En esta hora de la historia, no quedan demasiadas posibilidades de especulación teórico-académica, la guerra globalista por un super gobierno mundial, ha dividido las aguas en el ámbito de Ucrania donde se define el verdadero concepto de autodeterminación, libertad y democracia; y comprende, a países desarrollados como subdesarrollados según las definiciones del siglo pasado.
El sistema parasitario de la deuda externa, o de los supuestos geopolíticos de Bretton Woods fracasaron y ya están desactualizados, han dividido a Oriente con Occidente en un capricho Occidental por mantener sus privilegios en base a las guerras y a la sistemática violación de los Derechos Humanos.
Definitivamente, el pueblo hispanoparlante habrá de definir la síntesis de una cosmovisión geopolítica, económica y cultural en este nuevo mundo, si no quiere ser fagocitado por una caterva de delirantes que pretende imponer su nuevo orden neomalthusiano y arrastrar a Oriente hacia una guerra termonuclear que nos afectaría a todos.
Horas cruciales transita nuestra Argentina y la Humanidad, frente a un dilema existencial, ser o no ser, de qué lado estar y cuál será el correcto.
Se lee a Michel Foucault en la contratapa de su libro “VIGILAR Y CASTIGAR”: “Quizá nos dan hoy vergüenza nuestras prisiones. El siglo XIX se sentía orgulloso de las fortalezas que construía en los límites y a veces en el corazón de las ciudades. Le encantaba esta nueva benignidad que remplazaba los patíbulos. Se maravillaba de no castigar ya los cuerpos y de saber corregir en adelante las almas. Aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas figuraban una verdadera empresa de ortopedia social. A los que roban se los encarcela; a los que violan se los encarcela; a los que matan, también. ¿De dónde viene esta extraña práctica y el curioso proyecto de encerrar para corregir, que traen consigo los Códigos penales de la época moderna? ¿Una vieja herencia de las mazmorras de la Edad Media? Más bien una tecnología nueva: el desarrollo, del siglo XVI al XIX, de un verdadero conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez dóciles y útiles. Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales, en el ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina”.