Hay expresiones que quedan como marca de época. Es una forma de contar una etapa política. Muy conocido es el término gorila. Durante años fue acuñado por el peronismo para referirse a todos aquellos que fueron críticos o no comulgaban con el movimiento creado por Perón. En 1953, pleno segundo gobierno de Perón, se estrenó la película “Mogambo” con Clark Gable (una especie de Tom Cruise de la época). La historia transcurría en Africa y cada vez que se escuchaba un ruido fuerte o un temblor, el protagonista decía “tranquilos, deben ser los gorilas”. En aquella época, el medio más masivo era la radio, había un programa cómico en Splendid llamado “La Revista Dislocada” creado por Delfor con libros de Aldo Cammarota. Parodiando la película “Mogambo” había un sketch donde un coro cantaba “deben ser los gorilas, deben ser”. El término se popularizó y cuando comenzaron los ataques a Perón, en la calle decían “deben ser los gorilas, deben ser”. Ahí nació una de las palabras que mas identificaron al peronismo.
La propaganda populista reside en el insulto, la descalificación, la polémica racista o sexista que generan en las redes mucha más atención que la discusión sobre contenidos. Ya antes de ser Presidente Milei había descalificado en Salta a una periodista a la que trató de “burra” ante una pregunta, después llamó “mogólico” a un economista. Quizás la historia cuente que a este gobierno se lo identifique con tres términos “casta, motosierra y mandriles”. Este último término es más difícil de analizar ya que incluye un contenido sexual muy delicado y desciende hasta lo escatológico. Como se sabe, el mandril es una especie de mono que se caracteriza por tener la cola roja. Simplemente es su color de piel en esa zona. Solo un pensamiento muy peculiar puede asociar esa característica natural a algún tipo de práctica sexual. Cada vez que se auto presume haber ganado una discusión, Milei se burla de aquellos a quiénes el cree que les ganó, llamándolos “mandriles” y les recomienda que se apliquen “adermicina”, una crema cicatrizante. La traducción es tan obvia que prefiero evitarla por una cuestión de buen gusto. Pero, si a alguno le cabe alguna duda, el mismo Milei la despeja “la tienen adentro, mandriles”. Para completar esta marca de época, y para citar solo un par ejemplos ya que la lista es larga, el mismo Milei retuiteo una imagen deformada del gobernador de Chubut con signos de down, unos de los dos escribas mas relevantes de LLA se mofó de la enfermedad de Esteban Bullrrich (después lo borro) y para completar ahí está el Gordo Dan, un homofóbico que es el “brazo armado” de LLA, que echa funcionarios y pide cárcel para periodistas desde su cuenta de X, al mando de un ejercito de trolls siempre listos para la agresión, la descalificación o lo que la causa guste mandar. Milei está fascinado con el rol del Gordo Dan en las redes sociales. Un Presidente que sigue entretenido en construir enemigos. Delicias del cambio cultural.
Muy probablemente eso galvanice la tropa propia. Otra parte del electorado, ante el tren fantasma que está en frente (el kirchnerismo, o sea contra lo que la sociedad mayoritariamente votó) quizá se tape la nariz y no entienda porque en vez de generar todos esos enemigos, incluso entre los que piensan parecido, no se profundiza lo que, al menos una parte importante de la sociedad comprendió, es el verdadero cambio cultural. Hay una cadena causal entre el achicamiento del Estado, la baja del gasto público, la desaparición del déficit y su consecuente necesidad de emitir, la baja de la inflación, las desregulaciones, los equilibrios macro económicos, la necesidad de un mercado de capitales robusto como instrumento para el desarrollo. Son el punto de partida para un crecimiento y desarrollo inclusivo. Cambiar el modo en que se concibe la economía, el rol del Estado y los particulares es la verdadera batalla cultural a la que debería abocarse el gobierno. Sentar, fortalecer las bases de la racionalidad económica basada en los fundamentals de la economía como una política de Estado. Las diferencias entre los modelos de sociedad con el énfasis en la inclusión y el crecimiento se construyen a partir de esos cimientos, no en contra. Es lo que gran parte de la sociedad comprendió. Quedó claro que la alternancia de ideas económica anti mercado, pro mercado, de nuevo anti mercado, no solo entre los inversores, sino también entre los ciudadanos, es una fuente de incertidumbre. Y hay una frase nodular “hay algo peor saber que la economía es mala, y es la incertidumbre”.
La sostenibilidad futura de estos cambios económicos es el verdadero cambio cultural. Mientras el gobierno se entretiene con los mandriles, los inversores sostienen que la estabilidad macro es imprescindible pero no suficiente. Y hay dos flancos débiles que son imperativos para el fortalecimiento del verdadero cambio cultural: eliminar el riesgo político (que pueda ganar el kirchnerismo u otra “franquicia” peronista”) y la institucionalidad. Empresarios, banqueros, ejecutivos de multinacionales coinciden con los lineamientos macro, pero a todos les preocupa la creciente fragmentación, y los niveles de intolerancia con los que piensan parecido. El CEO de una conocida multinacional lo explico así “entiendo que la LLA quiera mostrar su poder, pero si el resultado de esto es que gana el kircnerismo en la ciudad de Buenos Aires, y en la provincia, no sé como le explico a mi casa matriz que la política económica llegó para quedarse”. Y agregó, “para que esto sea sustentable tiene que haber acuerdos políticos que permitan trascender a un gobierno”.
El ganador del Premio Nobel de Economía, Dante Acemoglu, trazó un paralelismo entre la institucionalidad y la prosperidad y desarrollo de los países, van juntos como la espada del puño que la esgrime. Antes, junto a James A. Robinson había escrito un libro “Por qué fracasan los `países”. Profundizan entre otros aspectos que son las instituciones que rigen un determinado territorio las que lo van a hacer prosperar. Es la forma en que las sociedades se organizan, respetuosas de la propiedad privada, garantizando una efectiva separación de poderes y facilitando el correcto funcionamiento de una economía de mercado. En síntesis, más República y menos mandriles. Ese es el verdadero cambio cultural.