Hoy, 12 de 0ctubre se cumplen 60 años del ungimiento de Arturo Illia a la presidencia. Cuando le preguntaron si era difícil gobernar dijo “no, solo hay que ser honrado y cumplir con la Constitución”. Si de algo dio muestra aquel médico nacido en Pergamino durante los 3 años de gestión brutalmente interrumpido por un golpe de Estado, fue de una honestidad y honradez inquebrantables. Afincado en Cruz del Eje se ganó el apodo de Apóstol de los pobres por la devoción y dedicación con que atendía a sus pacientes, a veces cabalgaba kilómetros para llegar a los rincones más remotos sin cobrar la consulta. Tuvo una casa muy sencilla gracias a la colecta que hicieron sus vecinos agradecidos. Esos mismos valores los mantuvo cuando llegó a la Casa Rosada.
Decidido a prevenir y combatir la corrupción de los funcionarios públicos creó la figura del delito de enriquecimiento ilícito, incorporado al Código Penal. No tocó un centavo de los fondos reservados, rechazó cobrar la jubilación de privilegio que por ley le correspondía. Siendo presidente su mujer enfermó de un cáncer que le costaría luego la vida, se negó a aceptar los fondos que el gobierno dispuso para costearle el tratamiento en Houston, EEUU: Usarlo sería “como robarles el dinero al pueblo” y vendió su auto para poder costear el viaje. En un contexto político en creciente ebullición caracterizado por el fenomenal Plan de Lucha de la CGT, la aparición de la guerrilla guevarista en Salta, el crecimiento electoral del peronismo en 1965 y su posible triunfo en 1967, el 28 de junio de 1966 Illia fue derrocado por un golpe militar. Dejó la función pública con un patrimonio menor al que tenía cuando asumió el cargo, hizo de la honradez y el respeto a la Constitución su bandera, murió en la pobreza.
En dos semanas vimos como un puntero del Frente Renovador, Chocolate Rigau, sacaba dinero con 48 tarjetas de debito a medio millón por tarjeta, también vimos como Silvina Batakis, que en solo un mes de gestión al frente de Economía hizo un desastre y fue “premiada” con la presidencia del Banco Nación, nombraba a su ex marido sin aclarar al Directorio de la entidad el vínculo, a su vez la gerente general contrataba a la numerologa Pitty. El podio se completó con Martín Insaurralde paseando en un yate de lujo en Marbella, comiendo langosta regada con champagne Moet. No fue magia, como dicen en el kirchnerismo, es sistémico. No son tres hechos aislados, tres descarriados del redil kirchnerista.
Es un sistema, todos lo saben, el problema es que se descubrió. Dijo el inefable Moreno “podes tomar Don Perignon, pero no saques la botella afuera para que la vean”. Traducido, podés robar, pero que no se note. Desde ya los hechos son gravísimos, pero hay algo aún mas grave, una sociedad dormida, callada, anestesiada, apática, que mira para otro lado y que al menos en un alto porcentaje, no solo es indulgente sino que convalida con su voto semejante nivel de cinismo, de descaro, de obscenidad explicita y desinhibida.
Los escándalos de Chocolate Rigau y de Insaurralde están conectados, uno muestra como se recauda, el otro muestra como se gasta. Son parte de un sistema corrupto en el que las coimas, los nombramientos fantasmas y la malversación de fondos públicos se articulan con otros mundos oscuros como el juego clandestino, el contrabando y el narcotráfico. La pregunta no es ¿qué nos pasó?, sino ¿qué hacemos con lo que nos pasó con la corrupción en su faceta más desinhibida? ¿seguimos tolerando o reaccionamos, decimos basta o lo dejamos pasar y que estos hechos sean una figurita más en el álbum donde están las fotos de los bolsos de López, los Baez contando dólares en la Rosadita, la “fiestita” en Olivos en plena cuarentena, y siguen las figuritas?
Tal vez esos interrogantes definan un debate de fondo ¿nos importa realmente la ética pública, como la de Arturo Illia?, ¿la vinculamos con lo que nos pasa en todos los ordenes de la vida nacional?, ¿o hemos llegado al extremo de terminar naturalizando todo, a tal punto, que, como hicieron todos los comunicadores kirchneristas, terminaron reprochándole a Insaurralde que es un pelotudo porque lo descubrieron y no un corrupto por lo que hizo?
En la serie danesa Borgen la esposa del primer ministro va a comprar un vestido con la tarjeta de crédito corporativa, lo hace intencionalmente y a sabiendas del daño que le va a ocasionar. Se descubre, el hecho toma estado público y el ministro debe renunciar. Por un vestido. Vale la pena preguntarnos porque a Dinamarca les va como les va y a nosotros nos va como nos va.