¿Crecimiento económico o distribución del ingreso? Un falso dilema para la argentina actual
Por Juan Cruz Varvello
Lic. en Economía
La política argentina permanentemente busca atraparnos en falsos dilemas económicos que los militantes a uno y otro lado de la grieta se encargan de profundizar. En ocasiones los problemas están puestos correctamente sobre la mesa, pero los esfuerzos políticos de los distintos bandos se dirigen a la confrontación para lograr imponer su “aspirina”, en lugar de dialogar y construir para llegar a un “tratamiento”.
Las consecuencias están a la vista y sus efectos son doblemente negativos para la gente: primero, no logramos barrer los problemas que nos aquejan; segundo, todo ese teatro se financia con impuestos de los propios contribuyentes, es decir, con un sacrificio que las familias hacen de su propio bienestar. No de casualidad una figura como Milei, más alineada al anarquismo, continúa ganando preponderancia. Pareciera que más de diez años de estancamiento, inflación y permanente deterioro de los indicadores sociales todavía no son suficientes para lograr despertar a la clase dirigencial.
Entre tantos dilemas que nos sobrevuelan, uno en particular tiene que ver con la discusión entre crecimiento económico y distribución del ingreso. Algunos argumentan que el país tiene un problema distributivo y que debería tomar medidas para mitigarlo dado los niveles de pobreza que tiene. Otros arguyen que la injerencia del gobierno para lograr dicha redistribución no hace más que socavar las propias bases del crecimiento. ¿Hasta qué punto estos objetivos son contradictorios? ¿Realmente no queda otro camino más que apostar a la redistribución de ingresos para disminuir la pobreza? ¿No hay una estrategia ganar-ganar en la que podamos cooperar y aunar esfuerzos?
Comenzando por algo teórico, una lección introductoria de Economía plantearía que la organización de la actividad económica a través de mercados es eficiente porque promueve la mejor utilización de los recursos productivos para atender las demandas y deseos de las personas. No obstante, en la misma lección nos toparíamos con que algunos resultados de una economía basada en el funcionamiento de los mercados son indeseables. Entre ellos se encuentra la distribución del ingreso ya que el funcionamiento del mercado no garantiza una distribución equitativa de los resultados económicos. La lección es simple: gran parte de los problemas económicos tienen solución dejando que las personas actúen según sus intereses y de acuerdo con sus necesidades(es decir, promoviendo el crecimiento), mientras que el gobierno puede crear mecanismos para promover ajustes en la distribución del ingreso.
En el plano de las alternativas, aún quienes se indignan con los niveles de desigualdad en nuestro país (y en cualquier parte del mundo) seguramente no estén dispuestos a resignar el crecimiento económico por una mejora en la distribución de los ingresos ya que a larga el empobrecimiento sería generalizado. En esta línea, el ministro Guzmán señaló recientemente que la desigualdad -medida por el coeficiente de Gini y con datos de INDEC- había mejorado respecto a 2017. No obstante, esta mejora se dio en un contexto de caída de los ingresos y aumento de la pobreza. Pocos se contentarían con que los ingresos de las personas más afortunadas se deterioren más deprisa que los ingresos de aquellos de menores recursos. Mejor sería que los ingresos de los segundos crezcan con mayor intensidad que los ingresos de los primeros.
En el otro bando, hasta los paladines del crecimiento económico saben que, si la mejora económica no alcanza a toda la población, los niveles de pobreza no se reducen y la distribución de los resultados es cada vez más inequitativa, la conflictividad social estará a la orden del día. Los vaivenes políticos de varios países vecinos de Sudamérica en los últimos años dan cuenta de ello.
La historia reciente también tiene algo para decir en el debate. Un trabajo del CEDLAS de hace algunos años analiza los factores subyacentes a la dinámica de la pobreza en el período 2003-2015.El estudio señala que entre 2003-2007 la tasa de pobreza (de ingresos) se contrajo 21 puntos porcentuales (p.p.) en ese lapso, de los cuales 15 p.p. corresponden al efecto del crecimiento económico y 6 p.p. a la mejora en la distribución del mayor ingreso (no necesariamente lograda por la intervención de gobierno). Entre 2007 y 2011 la tasa de pobreza se redujo con menor intensidad que en el período anterior, liderada esta vez por los cambios en la distribución del ingreso. En cambio, en 2011-2015 la pobreza no se redujo ya que hubo un empate entre el efecto positivo de la distribución de los ingresos y el efecto negativo del crecimiento económico. La evidencia empírica nos orienta en la misma dirección: crecimiento y distribución son compatibles.
En conclusión, el debate político debería mantener entre sus prioridades el establecimiento de las bases para que el país retome a una senda de crecimiento económico que sea sostenible en el tiempo puesto que hace rato nos alejamos de ese camino. Ese crecimiento económico será acompañado por una mejora en los indicadores sociales y en la distribución del ingreso, que podrá ser reforzada por mecanismos establecidos desde el gobierno. No debemos elegir entre crecer o distribuir ingresos en el contexto de estanflación que nos atraviesa. La mejor política para disminuir los niveles de pobreza y promover una sociedad más equitativa requiere de menos discusiones y peleas absurdas, alimentada por una grieta mediocre e intereses corporativos, y más de principios básicos de Economía para volver a crecer.