¿Qué pensaría si le contara de un mundo en el cual la mejora de las condiciones de vida llegó a su cúspide?, en donde el ser humano doblegó por completo a la naturaleza, suprimió las enfermedades y eliminó la vejez; en donde la humanidad habita inmensos palacios, visteostentosamente, la comida es abundante y todo ello sin necesidad de trabajar. En ese lugar, tampoco hay signos de lucha social ni económica, y las dificultades del aumento de la población fueron resueltas. Tal vez pensará que se trata de una utopía, pero no es así. Es el futuro.
El primer párrafo de esta nota es una suerte de bitácora del viajero del tiempo que llega al futuro, al año 802.271, protagonista de “La máquina del tiempo”, un clásico de Ciencia Ficción, de H.G. Wells. Un relato que, con matices, claro, ilustra algunos de los desafíos que las nuevas tecnologías están comenzando a introducir en el mundo del trabajo y cuyo alcance a otras esferas de la vida cotidiana aún desconocemos. En tiempos en los que sentimos hablar de máquinas que aprenden solas (machine learning) y de Inteligencia Artificial (IA), es difícil no sentirse parte de un relato de Ciencia Ficción. Como decía Arthur Clarke, “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.
Con esta nueva oleada de tecnologías, ¿habrá menos empleos? Si hay menos puestos de trabajos en algunas industrias y sectores económicos, ¿se generarán los suficientes en otros o en actividades económicas nuevas? El espejo retrovisor nos muestra que el cambio tecnológico desplazó el trabajo de las personas de las actividades primarias a la industria y luego a los servicios. En este proceso, las máquinas sustituyeron el trabajo forzoso y tareas repetitivas en la industria y, con la adopción de TIC, también en los servicios. En esta perspectiva del mundo que se mantenía hasta hace muy poco, las trabajos intensivos en conocimientos parecían protegidos. Sin embargo, con el avance computacional y el big data las máquinas ya alcanzaron tareas como la traducción, redacción de informes, búsqueda de información, identificación de imágenes y otras tantas que ponen en jaque incluso a los trabajadores más capacitados. Esta vez no estamos tan seguros de que el pasado se repita.
En la carrera contra la máquina es difícil pensar en áreas del conocimiento o procedimientos técnicos en los cuales el ser humano no pueda ser superado, una incógnita que resuena con mayor fuerza en el ámbito educativo. ¿Qué habilidades y capacidades enseñarán nuestros sistemas educativos para un mundo en el cual la máquina y el hombre compiten a la par? Con el avance de las TIC hace veinte años, los empleos del futuro demandaban una formación orientada a la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (conocido como STEM por sus siglas en inglés). Este sendero tal vez no continúe siendo tan promisorio como se pensaba ya que, por ejemplo, lascomputadorasse han vuelto muy buenas programadoras, una habilidad hasta hace poco muy demandada y escasa en el mercado laboral. ¿Cuál será la ventaja comparativa de los humanos? Probablemente las habilidades más blandas, aquellas que nos hacen “más humanos” ya que, después de todo, nuestro cerebro es un cerebro social. Realizar la pregunta correcta, identificar el enfoque adecuado o gestionar un equipo continuarán estando de nuestro lado.
Un mundo con menos trabajos sin duda traerá desafíos políticos y sociales porque, ¿cómo obtendremos los ingresos suficientes para adquirir las cosas que necesitamos sin trabajar? Además, ¿quiénes serán los dueños de las máquinas y percibirán los ingresos asociados a su contribución a la producción? ¿Será un mundo de una desigualdad mucho más acentuada? Aun suponiendo que podemos contestar satisfactoriamente estas preguntas y que la balanza se inclina por la utopía, ¿con qué actividades llenaremos el espacio qué hoy ocupa el trabajo en nuestras vidas? ¿Estaremos preparados para tanto ocio?
El viajero del tiempo del relatode H.G. Wellsen realidad llega al instante posterior al apogeode la humanidad y el dominio de todos los desafíos que la aquejaron a lo largo del tiempo pasado. Observa algo aparentemente paradójico, porque encuentra el ocaso del hombre, y al ser humano degradado en sus cualidades físicas y mentales, y su existencia reducida a algunas pocas sensaciones. Además, descubre que el progreso no fue gratuito en términos sociales y que algunos (los Morlocks) fueron la mano de obra en la maquinaria bajotierra que garantizaba la plenitud de la superficie. Que el progreso tiene sus costos no es una novedad, pero la importancia de preverlos ante las posibles transformaciones que asoman tal vez termine haciendo la diferencia.