El debate público sobre las vacunas COVID entre 2020 y 2023 no solo estuvo atravesado por urgencias sanitarias; fue devastado por una cultura de descalificación sistemática y censura institucionalizada.
Por Juan A Frey
Médicos y científicos críticos dejaron de ser voces autorizadas para convertirse en enemigos declarados de una narrativa oficial que exigía obediencia absoluta. Preguntar pasó a ser sospechoso, disentir se volvió un delito moral y la evidencia científica quedó secuestrada y subordinada a un relato que no admitía matices, dudas ni objeciones.
El reciente evento en el Anexo A del Congreso Nacional donde especialistas plantearon dudas sobre los protocolos, los datos de seguridad y los procedimientos regulatorios fue un ejemplo flagrante de esta dinámica. Página12 redujo la discusión a un espectáculo burdo de “mitos y miedo”. Según el diario:
“La idea de un debate serio duró poco. (…) No hubo datos ni intercambio real, solo frases que buscaban generar miedo, teorías conspirativas y anécdotas sacadas de redes sociales”.
Incluso se señaló con nombre propio a una médica de larga trayectoria:
“Chinda Brandolino, conocida por difundir teorías falsas…”.
Esto no es crítica, es linchamiento mediático. Médicos que reclamaban acceso a información, revisión independiente y transparencia fueron aplastados con etiquetas prefabricadas como “antivacunas” o “conspiranoia”. El mensaje fue brutal y directo, cuestionar es peligroso, preguntar es inmoral, disentir es imperdonable.
El ecosistema digital operó con la misma lógica. Las plataformas más poderosas del planeta ejecutaron censura activa; Meta, Google y YouTube borraron contenidos, manipularon algoritmos, castigaron económicamente canales y priorizaron únicamente la versión oficial. No fue un accidente, fue un dispositivo perfectamente estructurado de control informativo. Se censuraron análisis de datos, debates científicos, investigaciones críticas y hasta la sátira. La pluralidad fue sustituida por una unanimidad artificial, manufacturada desde arriba.
En agosto de 2024, Mark Zuckerberg confesó que la Casa Blanca presionó a Meta
para censurar contenido relacionado con COVID-19. Afirmó:
“La presión del gobierno estuvo mal, y lamento que no hayamos sido más francos”.
Si los propios arquitectos de estas plataformas reconocen presión política, es evidente que la supresión de la disidencia fue deliberada, sistemática y coordinada. Google y YouTube replicaron el mismo modelo. Videos eliminados, información enterrada y algoritmos ajustados para moldear la conversación pública. La tan celebrada “democracia digital” se convirtió en un aparato de control narrativo más rígido que los viejos medios tradicionales.
Y éstos tampoco fueron inocentes. Página12 y otros grandes diarios omitieron datos esenciales: la OMS cambió la definición de “pandemia” en 2009, desligándola de la gravedad real. Tampoco hablaron del impacto devastador de los confinamientos masivos económico, educativo, psicológico y social sobre millones de personas. Todo se redujo a un relato infantilizado donde quienes preguntaban eran “negacionistas” y quienes obedecían eran “responsables”. Se blindó una historia oficial y se castigó cualquier intento de pensamiento autónomo.
Mientras tanto, hoy vuelve a agitarse el “cuco” del COVID en Formosa, reaparece el sarampión supuestamente erradicado y casi la mitad de la población expresa rechazo a las vacunas. Nada de esto es casual; es la consecuencia directa de años de manipulación, opacidad y traición a la confianza pública.
El saldo es un ecosistema mediático y digital donde la duda legítima se etiqueta como amenaza, donde la crítica científica se confunde con desinformación y donde el periodismo abdica de su función para convertirse en vocero del poder. Silenciar voces no protege la salud pública, destruye la confianza ciudadana, la integridad científica y las bases mismas de la vida democrática.
El desafío es monumental; reconstruir un espacio público donde la pregunta no sea perseguida, donde los datos se analicen con rigor, donde las decisiones se expliquen y donde la ciudadanía tenga acceso a la información completa, no filtrada ni mutilada. La ciencia y la democracia no avanzan por obediencia, sino por debate; no por censura, sino por crítica; no por unanimidad impuesta, sino por contraste de ideas.
Y lo más importante: esto no debería ser una pelea mezquina entre kirchneristas y mileístas, ni un juego de intereses partidarios. Este conflicto trasciende ideologías. Lo que está en juego es la integridad del debate científico, la credibilidad de las instituciones de salud y el derecho elemental de la ciudadanía a la información. Silenciar disidentes, estigmatizar preguntas y demonizar la duda razonable no es una maniobra política, es un atentado contra la democracia y contra la capacidad social de comprender los nuevos paradigmas geopolíticos que se ciernen sobre la humanidad.
Vale recordar cuántas veces Página12 autoproclamado guardián de los derechos humanos sostuvo expresiones como:
(*) “En el encierro todo es peor y llega tarde” (20/4/2022).
(*) “¿De qué nos separa el aislamiento?” (16/4/2020), donde se afirmaba:
“El gobierno ha decidido aislarnos unos de otros y restringir la libertad de circulación. Se ha decidido salvar vidas por sobre la libertad individual”.
A esto se sumó CHEQUEADO, devenido en un inédito tribunal que fiscaliza a periodistas, que el 13/10/2020 publicó:
“La OMS advierte sobre los efectos negativos de confinamientos prolongados y pide minimizarlos”.
Finalmente, quedan las preguntas que el poder prefiere evitar:
¿Por qué murieron los afectados? ¿Por un virus, una bacteria o por protocolos inadecuados?
¿Por qué tanto secreto alrededor de los contratos, las cláusulas de confidencialidad y las exigencias de los laboratorios?
¿Las vacunas tuvieron efectos secundarios? ¿Cuáles? ¿Cuántos? ¿Por qué?
Preguntas sin respuesta oficial.
Y quizás nunca la haya, sin importar quién se siente en el sillón de la Casa Rosada.
Referencias:
(*)- https://www.paho.org/en/pandemic-h1n1-2009-questions-and-answers-post-pandemic?utm
(*)- https://chequeado.com/el-explicador/que-fue-lo-que-dijo-la-oms-sobre-la-cuarentena/
(*)- https://www.pagina12.com.ar/259971-de-que-nos-separa-el-aislamiento/
(*)- https://www.pagina12.com.ar/416225-en-el-encierro-todo-es-peor-y-llega-tarde/



































