La frase que da título a esta nota es de un libertario paladar negro, digamos, con un grado de ubicuidad temporal y cierto grado de autocritica. Concluye “hasta hace poco parecía que el programa económico era indestructible y que el consenso social duraría para siempre, pero parece que la carroza se convirtió en calabaza, las elecciones corrieron el velo a un programa económico que no es consistente, que requiere la inyección repetida de fondos externos. Como tantas veces, un Presidente que pretendía refundar la Argentina se transformó en un típico presidente abrumado por deudas, exigencias de los mercados y de los prestamistas de última instancia y por crecientes reclamos sociales insatisfechos”. A propósito, uno de los que más conoce y analiza el humor social, Guillermo Oliveto, señala en sus encuestas cualitativas, que, ante la situación de los ingresos de las familias y de la actividad económica, crece la incertidumbre, la frase que resume el sentir colectivo es “DE NUEVO”.
La esperanza pierde fuerza, queda acotada a los convencidos a ultranza. Crecen sentimientos de angustia, incertidumbre, de temor, de una incipiente decepción. Sienten que lo que venía lento se está haciendo eterno. No hay cuerpo social que aguante diecinueve meses de ajuste. Una cosa son unos meses, pero ya pasó más de un año y medio y las mismas encuestas reflejan que la realidad pesa más cuando el horizonte se vuelve borroso. Contribuye a eso un gobierno que se vanaglorió de llevar adelante “el mayor ajuste de la historia”. Como pasó con otros gobiernos, la narrativa se vuelve bumerán cuando se estrella con la realidad: los ajustes no son expansivos y no es cierto que se puede crecer sin plata, dos temas sobre los que teorizaba Milei y se autoproclama un especialista.
Se vivieron setenta y dos horas al borde del abismo, hasta que apareció Trump, y el secretario del Tesoro americano, Scott Bessent (quizás la persona más poderosa de la economía mundial) agarró de los pelos a Milei y Caputo para sacarlos del agua antes de que se ahogaran. Entre paréntesis, ironías del destino, el salvador de Milei, Scott Bessent es gay, hace años vive con su pareja, cría dos hijos de vientres subrogados, adhirió a las causas LGTBTQ+, valores que no encajan con la batalla cultural del mileismo, encarnada por la Fundación Faro y dos de sus más conspicuos cavernícolas, Agustín Laje y Nicolás Márquez.
Milei depende de la ayuda de Trump, la ayuda de Trump depende del resultado de las elecciones, el resultado de las elecciones depende de lo que hagan los Milei. No parece casual que Bessent, haya mencionado en un par de ocasiones la necesidad de Milei de superar con éxito las elecciones de Octubre. Un técnico diciéndole a los políticos que por favor se ocupen de la política. Por eso todo el paquete de ayuda se desata después de las elecciones. Los requerimientos son dos: modificar el régimen cambiario que le permita acumular reservas y establecer un sistema de alianzas para lograr musculatura política y gobernabilidad parlamentaria, dos cuestiones de sentido común y que venían reclamando desde hace meses y de buena fe, los “econochantas”, “mandriles” y “ñoños republicanos”. Para eso, entre otras cosas, Milei debería ver a Trump, un hombre completamente político, que pone el empleo, el crecimiento económico y el poder adquisitivo de los norteamericanos por encima de todo.
Por eso cuando los despidos de Elon Musk empezaron a perforar su base electoral echó al que echaba gente. A ningún político con un grado de sensatez le gusta ver a los empleados despedidos llorando en las puertas de sus empleos porque se quedaron sin trabajo. Una foto que se empieza a reproducir en la Argentina. Milei, hasta ahora, fue incapaz de cumplir el rol básico de los presidentes, que es, liderar políticamente a su país. No son ministros de Economía ni de Hacienda, son presidentes, líderes políticos. Delegó eso en su hermana, la política con peor imagen en el país, que se debate en una virulenta interna con Santiago Caputo. Karina y en consecuencia, Javo, quieren que siga todo lo mas igual posible. Enfrente, Santiago Caputo, apuesta a una reconfiguración que implica sacar a los Menen, recomponer con el Congreso, llegar a un acuerdo con los gobernadores aliados y plasmarlo en un nuevo gabinete que los incluya. En el medio pasó la elección que corrió el velo a un modelo económico mal diseñado. Conseguir equilibrio fiscal debe ser el piso de un programa, no el techo, porque no existe una única variable en la economía.
Bajar la inflación es muy meritorio, pero desatender el estancamiento, la economía real, el consumo, el empleo es de una necedad supina. Según estadísticas del Indec, a un 60% de la población le resulta una quimera llegar a fin de mes. Lo dijo el Jefe de Gabinete, después de las elecciones:“la macro no llegó a la micro”. El malestar popular no sabe de estadísticas, siente las restricciones y privaciones en la piel.
Para eso el Presidente debería reflexionar con serenidad, revisar cada una de las medidas erradas, y guardarse dos rasgos esenciales de su extravagante personalidad, la fanfarronería y el triunfalismo. Y, que están expuestos en su próximo libro de campaña La Construcción del Milagro. Milagro fue la aparición de Trump y el tweet salvador del secretario del Tesoro, quince minutos antes de que ese lunes abrieran los mercados, y que si bien es contra fáctico, valen las palabras del profe De Pablo “sabe Dios lo que hubiera pasado”.
Antes, otra medida que expuso la desesperación del gobierno, la baja de retenciones a cero, que de nuevo dejó de manifiesto su impericia política. Fue evidente que entre gallos y medianoche acordaron entre Economía y las grandes cerealeras. A los dos días de haber cerrado la operatoria, las cerealeras le devolvieron la gentileza a Caputo y compraron masivamente bonos de la deuda. En un gobierno normal una decisión de primer orden como bajar las retenciones, habría pasado por una mesa política que a un mes de las elecciones le hubiera sacado hasta el último voto posible a tal medida. Quedó en evidencia que lo anunciado como un beneficio para los productores fue un negocio para las agro exportadoras.
Como si eso fuera poco, el titular de ARCA, defendió la medida diciendo que los productores ahora tienen la sartén por el mango, ya que están en condiciones de exigirles a las cerealeras un precio superior, ¿alguien, medianamente sensato, imagina a un productor de la zona sentarse frente a Cargill, Dreyfus, Cofco, Nidera y exigirle que le descuenten las retenciones? Hubiera sido mas prudente el silencio de parte del funcionario.
Es evidente que “kircnerismo nunca más” fue otro fallido político. En Baires el peronismo sacó la media histórica, no ganó Kicillof, perdió Milei. El discurso anti K es hartante y solo fideliza a los fanáticos. Milei tiene la suerte de que enfrente siguen los mismos, las mismas ideas, los mismos personajes, los mismos métodos. Todo lo que encumbró a Milei, sigue intacto. Pero, no es por ahí el tema. Son los diagnósticos simplistas, las narrativas de nicho, el ardid de enmascarar los hechos y los fracasos con eufemismos teñidos de prejuicio, ideologismo, simplificación, falacia, las conductas agresivas, las que se deben revisar y cambiar. Vender, con medidas concretas que la economía va a arrancar. ¿tendrá la templanza, el pragmatismo, la voluntad, y la audacia para avanzar en ese sentido?