Alguien dijo alguna vez que el verdadero error es aquel del que no se aprende nada. Las horas y días que siguieron a la paliza electoral muestran que aun no salen del shock y siguen sin encontrar el núcleo del malestar.
El dilema ha sido como afrontar aquel llamado de atención y las respuestas, que, a la vista de lo acontecido, muestran que el extravío sigue. Mesas políticas con los mismos nombres, construcción de una imagen presidencial a la cabeza de la crisis más moderada, anuncios con desplazamientos sin desplazados y un acto a pura euforia pero sin contenidos en Córdoba. No pudo con su genio y volvió a las andadas con su versión más áspera.
Un reconocido analista, de extracción liberal, dijo “cuando el peronismo aparece acabado, incluida su última franquicia, el kirchnerato, empoderado por su peor enemigo, el antiperonismo militante lo vuelve a levantar. Agiganta y atiza la épica peronista”. Agrega “el peronismo se fortalece en la adversidad y la polémica. El discurso anti K continuo y vacuo, además de hartante es algo que solo fideliza el núcleo más duro de fanáticos. Creer que la baja de la inflación operaría como blindaje al resto de errores, angustias y enojos fue un error de cálculo político. La autoproclamación del “mejor gobierno de la historia” termino siendo una caricatura, al igual que los acrílicos llamados premios entregados al Presidente por ignotas organizaciones internacionales. Fue un error vanagloriarse y celebrar como un triunfo haber realizado “el mayor ajuste de la historia mundial”, desconociendo y sin la mínima empatía por los grandes sufrimientos sociales que eso provocó” y concluye “se creyeron dueños de todo y ahora deberán preocuparse ya no con pintar de violeta todo el país, sino evitar que otros lo pinten de otro color, la realidad le golpeó las puertas”
Tiempo atrás dijo Milei que lo tendrán que “sacar con los pies hacia adelante” aludiendo que no estaba dispuesto a cambiar un ápice su programa. Una forma de expresar que está dispuesto a morir con las botas puestas. Un grito de guerra que la semana pasada voceo el ministro de Economía “vamos a vender hasta el último dólar”. Si trazamos una analogía, recuerda la altanería del general Custer a punto de perder la batalla de Little Bighorn, dispuesto a disparar hasta la última bala antes de rendirse o perecer. La película que romantizó al general Custer se llamó “Murieron con las botas puestas”, intentaba salvarlo de su arrogancia.
No fue un acto heroico, sino suicida. Nadie le pide eso a Milei, nadie quiere que muera con las botas puestas, sino que consiga un triunfo. Del otro lado del péndulo, es repudiable la desvergonzada operación kirchnerista con sus más rancios exponentes al frente y los más oscuros deseos de Cristina Kirchner con “el tik tak ya puedo escucharlo desde San José 1111”. La reacción pendular a eso puede servir para ganar elecciones, no alcanza para gobernar. Los libertarios deberán reinventarse a sí mismos, abrir la cabeza, cultivar la humildad y reconocer los errores autoinflingidos, entre ellos terminar con el slogan de que todo el Congreso de la Nación “es golpista”, construir un tejido consistente con aliados y una negociación seria con sectores potencialmente colaborativos. La política también es una red de vínculos humanos. Dejar atras la moda de confrontar en la que solo hay enemigos, en la que solo hay agravios, en creer que la Patria siempre fui yo y de los que solo piensan como yo. La evidencia empírica muestra que la prosperidad que alcanzó el mundo moderno no fue a través de sectas, los extremos nunca lograron nada.
Hay una Argentina moderada, que cree en el orden fiscal pero también en la sensibilidad social, que apoya un liderazgo firme y audaz, pero rechaza el autoritarismo y el gritoneo en el poder, que valora el progreso y la estabilidad económica, pero no está dispuesta por ello a resignar la calidad institucional, que pretende una ética en la función pública y el respeto a las normas de convivencia.
Es una sociedad que entiende la necesidad de racionalizar el Estado y de encarar reformas profundas, pero también cree que debe hacerse con equilibrio, responsabilidad y prudencia. No a las piñas. Es una sociedad que no asume dogmas ni adhesiones incondicionales. Que se ha ilusionado y desencantado con distintos procesos políticos. Que puede recrear algunos, mantener otros, sostener la esperanza, pero no embanderarse en un entusiasmo fanatizado y acrítico. Es una sociedad que ve angustiada la pugna entre extremos y no se siente representada por ninguno, como lo expreso el director de cine, Juan José Campanella, “pertenezco al instituto paria, nadie me representa”. Vive una especie de depresión cívica, de cansancio moral, de fatiga anímica, muchos, lamentablemente, sienten que “son todo lo mismo”.
Es esa parte de la sociedad que viene ganando todas las elecciones: “el ausentismo electoral”. La parte de la sociedad que en gran medida han perdido los libertarios. Según las encuestas cualitativas indican que la mayor desilusión está en la franja social que aspira a un país normal, económicamente estable y políticamente equilibrado. En palabras del analista citado al comienzo de esta nota, “es una parte de la sociedad que comparte el que, pero no el cómo” y arriesga “si en vez de derribar puentes los hubiera construido, habría Milei hasta el 2050”
De péndulo en péndulo, lo que falta es prudencia y sobra incertidumbre. Otra vez el dólar, el riesgo país. Desde lo más alto del péndulo libertario se observaba todo dominado, ya sea por la escuela austriaca, por los anarcos demoledores del Estado, por los que vendieron la piel del oso antes de cazarlo. Enfrente, los caranchos revolotean hambrientos.
La Argentina pendular que aletea todos los fracasos no cesa. El péndulo de un lado y del otro, que solo reconoce como argentinos a los que votaron por ellos. Insultos de un lado y del otro como nunca, en la calle, en los medios, en las redes, en el Congreso, en la Casa Rosada.
La confrontación extrema y permanente que nos pega de lleno. En el futuro sigue acechando el pasado. Palabras como acuerdo, consenso, pacto o cualquier cosa por el estilo son malas palabras. Así, el péndulo obtura el futuro. Desde Cristina a Milei, existe el convencimiento que no lograron lo que querían por no haber sido lo suficientemente duros o extremos. En el medio, una gran parte de la sociedad que resiste y anhela sin robar, sin mentir, sin demagogia, sin arrogancias, sin mala fe, sin extremismo, que espera prudencia, racionalidad, serenidad. En síntesis, ir hacia un país normal.