Daniel Menéndez (Piquetero Barrios de Pie y funcionario) “No dura dos segundos Larreta con su programa, no dura una semana el gobierno de Milei”
Aníbal Fernández (Ministro de Seguridad) “si vuelven las calles van a estar regadas de sangre y de muertos”
Daniel Catalano (ATE Capital) “si vuelven hay que pasar de 14 a 28 millones de toneladas de piedras”
Mario Manrique (sindicalista SMATA) “hay que prender fuego a los empresarios”
Juan Grabois (dirigente pìquetero) “que vengan, en un año y medio se van en helicóptero, la verdad que esa fantasía la tengo”
Kicillof (Gobernador de Buenos Aires) “creo que hay que mostrar esa cuestión de la inminencia de que se viene una tragedia”
Entre su ombligo y la ley el peronismo siempre elige el ombligo. Entre el poder y las instituciones, siempre el poder. Ha introyectado tanto la idea de que la patria les pertenece, se ha convencido tanto de que encarna al “pueblo mítico” que confunde su destino con el de ellos.
Está dispuesto a llevárselo más allá con tal que no los sobrevivan. No perder el poder, las cajas, los negocios, los curros, el choreo. La democracia para el peronismo y desde ya, para su franquicia actual, el kirchnerato, no es una democracia liberal. No admite alternancia, La Constitución es una pantalla para leguleyos y un instrumento de la derecha neoliberal. Muestra de ello lo vimos en estos días con lo sucedido en San Juan y Tucumán. Para citar uno de sus epígonos, la famosa división de poderes de Monntesquieu no forma parte de su bagaje.
El kirchnerato es hijo del árbol populista con el impulso dictatorial a flor de piel. Como el peronismo. Las mismas raíces dan siempre la misma planta. Un tren al que todos se suben para llegar al poder, un carcamal puerta adentro que se compacta puerta afuera, un todo que no se resigna a ser parte. Como lo indican todas la encuestas, sería un milagro que este gobierno retenga el poder. En tal circunstancia el kirchnerato es un cañón suelto. Ninguna novedad. Toda democracia descansa sobre un pacto explicito, la Constitución y sobre un pacto implícito, hay límites infranqueables, fronteras inviolables.
El kirchnerato, así lo demuestra su historia y como se menciona al comienzo de esta nota, nunca estuvo y esta, ni estará dispuesto a cumplirlo. ¿La oposición que sea, tomó dimensión sobre lo que le espera? No solo por el desastre que le dejará este gobierno, el peor de la historia, en todas las materias, sino por lo que será la oposición kirchnerista desde el 11 de diciembre. Cristina derribó varios de los mitos peronistas, entre ellos que el peronismo siempre se ocupo de los pobres (entregaran el poder con 50% de pobreza), que son los únicos que saben gobernar (basta ver los resultados de esta gestión de Alberto, Cristina y Massa), pero son hechos que al menos en un porcentaje de la población no permean. Contra ese núcleo duro, un Estado tomado por ellos, los instrumentos de navegación completamente devastados, un alto porcentaje de empresarios prebendarios y especializados en negocios regulados (con el Estado), la mafia sindical y los Grabois de la vida deberá lidiar el próximo gobierno. Todos los líderes populistas (Bolsonaro, Trump, Maduro, Cristina Kirchner) tienen el mismo concepto de la democracia: no hay alternancia posible, yo soy la expresión del pueblo y debo gozar de un poder ilimitado.
Desde que el mundo es mundo el nacionalismo mata, el dogmatismo mata, la fe ciega mata. Llevados al paroxismo, fanáticos, creyentes de utopías salvadoras, matan lo que se les interpongan en el camino de su ideal de pureza, de redención. Según su concepción lo que viene es la derecha. Herejía. Ellos son los únicos custodios del obsesivo culto al “pueblo” y su “cultura” contra el avance de la modernidad capitalista y liberal. Se convierten en religión del Estado y fe del “pueblo”, en vacas sagradas de la libertad nacional y en ingredientes obligatorios de la cultura popular, exigen que todo se ordene según el plan providencial al que creen obedecer, a las leyes de la historia que piensan custodiar. Se ubican en el Olimpo con una auto-proclamada superioridad moral.
El próximo gobierno, si es que gana cualquiera de la oposición, deberá demostrar que la democracia liberal, aún con sus imperfecciones, es el único antídoto contra el esoterismo económico y las tiranías de todos los colores. Es el desafío.