Días pasados Gabriela Cerruti se encontró con una ministra española. Al momento de mostrarle la Plaza de Mayo dijo “ahí lo que tenemos, la derecha ha puesto sus piedras”. Se refería al memorial que se creó durante la Marcha de las Piedras. Fueron nueve segundos de los peores. Una de las mejores respuestas escritas por el estoicismo sabio ante el dolor, fue de Esteban Bullrich: “esto me hizo sentir una mezcla de vergüenza ajena, tristeza y furia que es nueva para mí”.
La pandemia mató y mató por demás en la Argentina. Por demoras rayanas en el delito de los eslóganes de antaño, negocios turbios, ineficiencia o escusas tan anacrónicas como la de la conspiración de los saqueadores de tierra, impidieron la llegada en tiempo de vacunas como Moderna o Pfizer que hubieran evitado miles de muertes, según muestran todos los modelos matemáticos.
Los saqueadores, los ladrones de vacunas, los que se enfiestaron durante la pandemia, están aquí. Se definen de izquierda o progresistas y acusan a los deudos de pertenecer a la derecha. Pero no es Cerruti, que es apenas un personaje menor, es lo que representa Cerruti: el pensamiento de un gobierno que justo es decirlo, tiene un acompañamiento no menor de una parte de la ciudadanía.
Las piedras, fue una manera pacífica y simbólica que eligieron padres e hijos y nietos para homenajear a sus muertos, a los que no habían podido despedir. No había ideología ni política, había duelo, impotencia, dolor. Y el dolor no es ni de izquierda ni de derecha. Es dolor. No fue una frase desafortunada, fue un agravio que lastima, desgarra a la sociedad en su tejido más sensible. Encerrados en su ceguera ideológica, razonan de esa manera, todo lo ven bajo el prisma amigo/enemigo. El dolor es dolor si es de ellos.
Desde ese Olimpo dogmático y emborrachados por una superioridad moral conciben la función pública como una lucha, los incomoda la pluralidad, el disenso, la opinión distinta. Aspiran al hegemonismo, por eso aquel que no es parte de “ellos” se lo estigmatiza como “la derecha”, que es una forma de decir “el demonio, el enemigo, el antipatria”. Todos los días, una hora en tv y tres en radio, entre otros, el mercenario relator de futbol, Víctor Hugo Morales bate el parche con una retorica violenta y descalificadora que refleja el pensamiento del gobierno, para lo cual le pagan: “las piedras son la derecha”, “la Corte es golpista”, el periodismo “hegemónico es destituyente”, “la oposición es antidemocrática y mando a matar a Cristina”. La vocera no dijo lo que dijo de la nada.
Es el pensamiento del gobierno de Cristina y Alberto Fernández. Estamos, por lejos, ante el peor gobierno de la democracia. Hace rato ha extraviado la brújula del sentido común. Pero hay límites, con el dolor, con los muertos no se juega a la chabacanería política. Salvo que quien juega haya vendido su alma por monedas de toda especie.